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lunes, 10 de mayo de 2010

Karl Kraus y los periodistas



Mi gratitud al escritor Andrés Sorel (fallecido a principios del 2019) por incluirme en su Antorcha del siglo XXI: http://andressorel.blogspot.com/2010/06/

Karl Kraus, mago encolerizado bajo cuyo manto aún resuena la azul coraza del guerrero, fue uno de los pensadores más corrosivos del pasado siglo, un todoterreno de las letras. 
A estas alturas, y en momentos en que los periodistas están literalmente enganchados por las pelotas, serviles a las causas empresariales y así en este plan de planes, porque en nuestro país todo lo manda el dinerito, muy pocos se acuerdan de su genio y su figura. 
Kraus fue algo así como nuestro Ramón Gómez de la Serna en su versión austríaca. Pues nació en el llamado Imperio Austro-húngaro (fetiche berlanguiano, por lo demás). 

A este ensayista también le entusiasmaba escribir aforismos disparatados (aunque con mucho trasfondo) como al bueno y greguerístico Ramón. Algunos de estos aforismos los escribió contra la corrupción de la prensa, que ya por aquel tiempo exhalaba cierto tufillo, pero muchos otros los escribió contra los estetas, políticos, psicólogos, estúpidos y eruditos. Qué Venus nos coja confesados. 
Si Kraus fue un sátiro que se rebeló contra la sociedad de su tiempo, poniendo a parir a los periodistas, y a otros, l poeta Baudelaire fue poco menos que un chulo puta de los versos. El asunto es vivir bajo el signo de la pura espiritualidad, o de la pura sexualidad, que funda esa solidaridad del literato con la prostituta. Como es el caso de Baudelaire, que daría para al menos otra reseña. 
Kraus fue como una especie de demonio para quienes se dedicaban a la opinión pública. Así pues, tengamos cuidado con este ilustre personaje. Se cuenta que acostumbraba a dormir de día, y en esto también se parece a Ramón, y trabajar de noche. La sátira era su razón de vida. En ella, o a través de ella, hizo su resistencia y se convirtió él mismo, como nos dice Elías Canetti -uno de sus discípulos-, en una escuela de resistentes. 
Redescubrir a Kraus es como sentirse más cerca de la putrefacción. Leyendo y releyéndolo uno se queda como apijotado. Es tal su chispa que te dan ganas de no volver a escribir ni una línea más en toda tu vida. Su visión de la realidad es demoledora. 
“Todos pueden escribir y entender y solo el azar social decide quién destaca como escritor o como lector en esa horda de gallinas que avanzan en contra del espíritu”. 
“Los periodistas, al menos, comunican lo que oyen, sienten y ven, aunque a veces prostituyan sus intereses en aras de una ideología omniscente y devoradora. ¡Qué sonoro es todo!”, exclama. 
A este monumental escritor se le ocurrió la utopía -vaya ocurrencias señor mío- de hacer un periódico objetivo, que no funcionara como instrumento del poder. Sin embargo, era consciente de que la maquinaria de un periódico necesita de frases, mano de obra y un mercado como una fábrica. Y que en realidad se dedica a comerciar con el pensamiento.

“Los periodistas dicen: ¡sin nosotros no habría cultura!
Los gusanos dicen: ¡sin nosotros no habría cadáver!”
El cadáver exquisito y surrealista está servido.
El día del Juicio Final -nos anuncia Kraus- no sólo se abrirán las tumbas sino también los libros de lectura. Pues que se vayan abriendo.

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