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lunes, 24 de mayo de 2010

Harén

Ahora que a todo cristo le da por salir del armario -cada uno que salga de donde le venga o le entre bien-, a este menda se le ocurre que, con las muchas mujeres lindas y cariñosinas que hay por el mundo “alante”, encetando la hornada por el Bierzo -si es que cada día las chicas están más lindas-, lo mejor sería montar un harén. 

Pido disculpas por adelantado si alguno o alguna se ofendiera por largar este pensamiento.

En estos tiempos de cruzadas no conviene airear ciertos asuntos, mas echar leña al fuego de vez en cuando aviva el espíritu, pues no sólo de pan y buenos alimentos vive el hombre, sino de la estimulación que procuran las mujeres, diosas del universo.

La mayoría de la gente no piensa -esto es un decir- y en cambio actúa, incluso comete barbaridades sin cuento, de forma que montar un harén, si nos dejan, podría entrar en la llamada lógica bien-pensante. Si al personal le da por salir del armario, porque uno, que es un ser bien normalito, no va a adentrarse en las alcobas alfombradas de la sensualidad y en los vergeles rosados del amor.

Confieso mi admiración por el erotismo islámico y la voluptuosidad que imprime el ateísmo revolucionario a la sociedad cubana. Por ejemplo.

A propósito de armarios, recuerdo que siendo un niñín gustaba de meterme en los armarios en ese juego de “escondite” que tanto apasiona a algunos chavalines. Qué extraordinario juego era el escondite. Luego mis papás se tiraban un buen rato buscándome hasta dar con mis huesos de infante penitente y algo pendejín.

En el fondo, a uno siempre le ha gustado entrar, aunque en ocasiones conviene salir de estampida. Qué remedio. No tengo nada en contra de los “homos” -perdón ahora se les dice gays-, incluso he conocido a muchos a lo largo de la vida. Algunos eran bisexuales. O tal parecían. Como un gran tipo que conociera en el Reino de Disney, que por lo demás tenía una novia guapita y cachondísima. O una rapazona que conociera en Dijon, devota de Miller y Anaïs Nin.

Ser homosexual, además, no es algo que uno elija, como se eligen algunas cosas. Me parece. Pido disculpas, una vez más, por si no estoy atinando con el tema. Uno se excita o no se excita, le pone o no le pone el mismo sexo.

En cualquier caso, creo que no debemos reprimir nuestros instintos más primarios, que luego se engendran monstruos, y no hay quien los pare. Aunque -bien pensado- si no los reprimiéramos, esto sería la rehostia. No olvidemos, tampoco, que nuestra voluntad, aun siendo mucha y buena, está en función de las circunstancias. Los reclusos y toda suerte de encerrados saben lo que ocurre en estas situaciones. A estas alturas del partido no vamos a ser más papistas que el Papa Benedictino, Dios santo.

Sólo los imbéciles y los “fachistas” podrían estar en contra de los homosexuales. Lo digo en serio. Cada cual que sea lo que quiera ser. Esto me parece más acertado. Y sobre todo que disfrute con su sexualidad. 

Más a uno le encantan las mujeres, qué se le va a hacer, sobre todo las chavalas hermosas cuyo perfume enciende nuestro diosecito del amor.

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