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viernes, 10 de julio de 2009

El coloso de Marusi

Me llama Radio Bierzo, Ser, para hablar de un libro, y no he dudado en elegir un clásico, un libro de Henry Miller, quizá una de sus obras más desconocidas, y sin embargo una obra maestra de la literatura del siglo XX. 


Tengo la impresión de que Miller es, sigue siendo hoy un escritor casi olvidado entre filólogos, incluso el gentío del realismo sucio, el kronen y el prozac. 
A Miller se le recuerda sobre todo por su faceta provocadora y desinhibida, por su vida bohemia y sus modales de macho follador, porque “Las gatas de raza, como los escritores de raza, follan con cualquiera -como nos recuerda Umbral en Las palabras de la tribu-. Pero eso es bueno para que sigan las especies y siga la literatura". 
Miller, maestro de la acracia, la libertad, la contracultura y el sexo, ha sido mucho más que una experiencia literaria para el Umbral de Diario de un snob 2. Y por supuesto, para toda su obra. A través de sus "Trópicos", quizá sus obras más conocidas, nos metió el gusanillo del amor libre y marcó a varias generaciones de jóvenes, entre otras a la Beat Generation. Acusado por los más reaccionarios de libertino o autor perverso, Miller se declaró anarquista y antiamericano. Lo primero que leí de Miller fue Trópico de Cáncer, que me pareció pura dinamita. Una beca Erasmus me hizo conocer la ciudad francesa de Dijon, uno de los espacios de esta novela. El otro es París, ciudad en la que también viví. A Dijon había llegado Miller para dar clases de inglés en un instituto, el Lycée Carnot. Y se quedó congelado. Dijon es un sitio para zorras polares y lobos esteparios, impregnado de mostaza, en la que me instalé durante algún tiempo. Acabé trabajando como profesor de español en una Academia de Lenguas, donde conocí a una canadiense de Toronto, Jessica Torrens, que me descubrió a Miller en todo su esplendor: Trópico de Capricornio, Los días de Clichy, Primavera negra, Sexus... Ella lo leía en lengua original. Afortunada la gachí. Jessica daba clases de inglés y era muy milleriana. Leía a Kerouac y Bukowski, y tenía un aire con Anaïs Nin, la amante de Henry, June (Mona), Artaud. Etc. A través de esta guiri rayada de ensoñación y nieve derretida en el lago Kir, Miller me supo a emoción perfumada, feromónica, excitante. Y me tragué toda su prosa. Miller continúa siendo, al menos para mí, uno de los más grandes. Y su Coloso de Marusi se me hace un libro revelador, lleno de luz y exquisita sensibilidad, que escribió sobre un viaje a Grecia en 1941. país que visitó invitado por Lawrence Durrell; el libro más que una guía al uso es un monumento lírico a la sensualidad mediterránea, una crítica brillante al modo de vida americano y un alegato por la paz.

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