Un placer poder impartir estos cursos de composición de relatos y
microficciones, tanto en la Universidad de León (ciudad de León) como en la
UNED de Ponferrada, porque uno, además de enseñar, aprende. Y esta es una buena
forma de mantenerse activo con la escritura, con la lectura, habida cuenta de
que, a través de estos cursos, se realizan diversas lecturas, además de
ejercicios en los que se pone en práctica la teoría. https://extension.uned.es/actividad/42865&codigo=CDRYM2024-25
En estos cursos acostumbramos a hacer un viaje
multisensorial. De modo que, a través de nuestros sentidos
físicos, entramos en contacto con nuestro entorno, al tiempo que
aprendemos, reconocemos la realidad y nos expresamos, porque los
sentidos nos permiten comunicarnos.
El diálogo con el lenguaje
sensorial puede funcionar como un vehículo para transmitir información crucial
o añadir capas de significado que se irán desplegando a medida que avanza
nuestra historia. Esto permite que nuestros lectores y nuestras lectoras se
sumerjan de un modo más profundo en la realidad que estamos construyendo,
involucrándolos desde el punto de vista emocional y haciéndolos sentir como si
ellos mismos estuvieran experimentando las mismas sensaciones que nuestros
personajes.
Los cinco sentidos funcionan como una herramienta narrativa que va más allá de la simple descripción, actuando como catalizadores de conflictos, emociones y desarrollo de personajes.
Lo sensorial funciona como una especie de
lenguaje emocional, permitiéndonos comunicar matices que van más allá de las
palabras y alcanzar una resonancia más profunda en nuestras entrañas.
El mundo de los olores en El
perfume de Süskind, por ejemplo, nos envuelve con su magia: Casi
siempre los seres humanos tenían un olor insignificante o detestable. El de los
niños era insulso, el de los hombres consistía en orina, sudor fuerte y queso,
el de las mujeres en grasa rancia y pescado podrido.
A través de sus propias percepciones sensoriales logramos saber cómo es el protagonista de esta historia de un asesino (El perfume, de Süskind).
El sentido del olfato posee la virtud de despertar nuestros
recuerdos, nuestra memoria emocional. Un olor nos traslada a un momento que
creíamos perdido. De esta forma, podemos viajar al pasado a través de ese olor.
El tacto es ciego, el olfato es galopante. La boca es frenética.
El oído es torpe. Sólo el ojo alcanza la totalidad. Reconstruir una mujer a
partir de su voz, de su contacto, de su sabor, de su olor. Eso es la
imaginación... Hay que dar los olores en lo que se escribe. Antes, cuando
era un escritor joven y responsable, quería describir minuciosamente las
situaciones, los lugares. Luego comprende uno que basta con dar un olor o un
color. Al lector le sirve esto mucho más. El olor de una mujer, cada una
con su olor. Los seres tienen aura, que es el olor. Por el olor somos mágicos.
El olor es lo único que no puede poseerse, es la fragancia de una personalidad,
y por eso desasosiega y trastorna, escribe Umbral en Mortal
y rosa.
Por su parte, el escritor Julio Llamazares también es un maestro en el empleo de los cinco sentidos en su novela lírica La lluvia amarilla: La lluvia ha ido anegando mi memoria y tiñendo mi mirada de amarillo... Todo a mi alrededor se ha ido tiñendo de amarillo como si la mirada no fuera más que la memoria del paisaje y el paisaje un simple espejo de mí mismo.
Ackerman, en Una historia natural de los sentidos, nos
dice:
El mundo es un manjar sabroso para los
sentidos (...). No hay modo de comprender
el mundo sin detectarlo antes con el radar de los sentidos.
De lo que se trata en la escritura (creativa) es hacer visible lo
invisible con palabras, nombrar lo innombrable. Como hace la poesía. La poética de renombrar, de cambiar y dar giros a las
cosas dichas para que parezcan nuevas, inaugurales. Volver a mirar la realidad
con ojos asombrados, con la inocencia de un niño o niña que descubriera el
mundo.
Un relato, si está bien escrito, capta la
atención de nuestros lectores y lectoras a partir del momento en que comienza a
proyectarse en su mente una película ininterrumpida de imágenes concretas con
un escenario, ambiente y un personaje o personajes moviéndose en él.
Escribir sobre todo con un lenguaje conciso,
claro, limpio, sostenido sobre un entramado de verbos y
nombres concretos y específicos, adecuados para cada momento. También con el
empleo de recursos literarios como las metáforas y los símiles, incluso las
sinestesias, entre otros muchos. El uso de estos recursos literarios puede ser una estrategia poderosa para captar y mantener la
atención de nuestros lectores y nuestras lectoras, mientras les ofrecemos una
experiencia sensorial completa.
Creo que las formas impostadas y rebuscadas no
son buenas para la escritura, porque una escritura recargada resulta
empalagosa. Evitemos por tanto y en la medida de lo posible un lenguaje
ampuloso, inflado, barroco. Y para que el texto cobre vida, intensidad,
interés, hagámoslo en un tono, registro, estilo naturales, directos,
transparentes.
Por fortuna, para escribir siempre tenemos a mano
la realidad como inspiración, explorar el yo para reconstruir una identidad,
usar la propia vida como materia de ficción, manipular lo
autobiográfico para escribir un relato, lo que sea, ficcionalizar la realidad de uno mismo para resultar más
auténtica... porque, como escribe el propio Unamuno: Toda
novela, toda obra de ficción, todo poema, cuando es vivo es autobiográfico.
Todo ser de ficción, todo personaje poético que crea un autor hace parte del
autor mismo.
De este modo, los escritores, las escritoras, se nutren de las
experiencias vividas en la realidad, de las sensaciones experimentadas, que
suelen transmitir a sus personajes para darles vida, credibilidad y
autenticidad.
El escritor debe
escribir sobre aquello que conecta con sus inquietudes y experiencias más
íntimas -según Luis
Landero-. Lograr que la literatura y la vida se
confundan, lleguen a ser la misma cosa...
En todo caso,
podemos contar lo que sea mientras tenga verosimilitud, apariencia de
verdad, y respete las normas internas de la obra. Pues eso, sigamos haciendo un
viaje multisensorial a través de la escritura, de las palabras, mediante las
cuales articulamos nuestro pensamiento, nuestras emociones, nuestros sentimientos.
Estas son sólo algunas de las claves (acaso líricas, como diría el genial Valle-Inclán) en las que nos movemos para llevar a buen puerto estos cursos de escritura, que a menudo dan sus frutos.
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