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domingo, 12 de abril de 2020

La pasión de Cristo

Es época de Cristo, aunque el virus, el jodío corona, nos lo haya asesinado. Cómo para hacer bromas de mal gusto están los tiempos. El asunto es que el pasado viernes, en la tele, volví a ver La pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson, y me quedé absolutamente jodido, por seguir con la jodienda. No es lo mismo estar jodido que estar jodiendo, diría a buen seguro don Camilón, que era un osado (los puritanos lo calificarían de deslenguado o blasfemo, mismamente). 
Aparte de una película con una factura técnica y artística extraordinaria (la banda sonora también es sobrecogedora), me quedé enganchado al televisor sin pestañear, con el alma en vilo. 
Es tal la dureza de sus imágenes, que nadie, con algo de sensibilidad, podría quedar insensibilizado, tocado o trastocado hasta los tuétanos, con lo que allí puede verse, olerse (el cine no exhala olor como tal, pero el espectador podría llegar a respirarlo, a respirar la angustia del olor... a Thánatos, a tanatorio). 
La pasión de Cristo
Es tal la crueldad con que los humanos demasiado bestiales  maltratan a Jesús de Nazaret, que se me revolvió el estómago (ahora que lo pienso el teatro de la crueldad de Artaud se queda casi casi cortito comparado con lo que vemos en esta película).
Es tal la crueldad que mis entrañas se pusieron a bailar acaso una danza macabra, o un miserere. Apiádate del pobre Jesús, que lo están destrozando como auténticos psicópatas asesinos (valga una vez más la rebuznancia de burro burrísimo, pobres burritos, sí son más dulces y más tiernos que un buen puñado de cafres que se dicen humanos, y no digamos los burros líricos como el Platero y yo de Juan Ramón). 
Es tal la brutalidad que emplean contra Jesús, que sólo los psicópatas asesinos en serie podrían competir con tales malhechores, que deciden torturarlo, ese Cristo que existió en cuerpo-alma, aunque no fuera un tal hijo de dios (lo que no se me antoja algo esencial), porque lo esencial o nouménico es que Jesús fue un hombre bueno y sabio y librepensador y solidario (alguien que se sale de lo común, en el buen sentido, un superhombre nietzscheano, en tanto en cuanto es capaz de pensar por sí mismo, pensar de un modo crítico, constructivo, al margen de los cánones establecidos), y eso es lo verdaderamente importante, lo sustancial, lo que nos emociona hasta hacernos saltar las lágrimas, como las lágrimas de desgarramiento interior que asoman en los ojos de su madre). 

Lágrimas que, de pura rabia e impotencia, se me saltan (aun siendo una ficción lo que estoy viendo).
Una película esta y aun otras capaces de meternos de lleno en el personaje central, en el prota, en este caso Jesús, logrando que empaticemos con él, que nos pongamos en su lugar, en sus entrañas encarnizadas al rojo vivo, al rojo sangre. 
La violencia, la barbarie es tal, que uno acaba replanteándose (no exagero ni un ápice) si realmente nos podemos fiar de la Humanidad, o mejor dicho, si podemos confiar en los seres humanos, tan llenos de odios y rencores, tan faltos de escrúpulos, tan bestiales con sus semejantes (incluso con los de una misma religión, religiones todas ellas inventadas ex profeso para entontecer a la población, para someter a la gente, para mortificar en vida a los individuos). Tan bestiales con sus semejantes que prefieren ajusticiar, crucificar a un hombre bueno, por ser distinto a los demás (Jesús) que a un bandido (Barrabás), lo cual resulta aterrador.  
El visionado por segunda vez de esta película (la primera vez la vi en un cine de Almería, porque me pilló viajando por esta maravillosa tierra de luz y mar, en la que llegara a vivir durante un tiempecito), me sobrecogió de tal modo que sentí escalofríos en el alma. Y sacudidas hasta en la punta de los dedos de los pies. 
La pasión de Cristo podría herir gravemente su sensibilidad. Pero sobre todo podría concienciarle del horror al que nos enfrentamos los seres humanos, los humanos que desean el bien frente a los humanos, demasiado bestiales, que desean hacer el mal, que siembran la maldad en el mundo, que provocan y producen maldad a raudales. ¿Pero cómo es posible que haya gente que son peor que las peores bestias? 
Los animales, ni siquiera el más cabrón de los animales, es capaz de regodearse con tanta saña con un ser humano. 
¿Cómo es posible que haya torturadores tan perversos, tan malévolos? 
Auschwitz. Foto: Cuenya
El mal y la maldad existen en el mundo. Ya lo sabemos. Parece que estuviera contando lo obvio a través, en este caso, de una película, pero cuando uno la visualiza de este modo (consciente de que se trata de una ficción fílmica, que en todo caso es reflejo de la realidad), con tal grado de detalle, hasta podemos oler la sangre y saborear el dolor. Y es entonces cuando volvemos a tomar conciencia de la barbarie elevada a la enésima potencia. 
Algo similar me ha ocurrido cuando he visto La lista de Schindler sobre el holocausto nazi (la visita de Auschwitz, hace ya unos cuantos años, también me removió las tripas de arriba abajo) y con algunas otras películas, que nos ayudan a entender de verdad que vivimos en un mundo absolutamente trastornado, en el que por fortuna hay nazarines y nazarenos, que nos ofrecen el lado luminoso del ser humano. 
Recordemos al bueno de Nazarín (novela de Galdós adaptada por el genio Buñuel), el cual, queriendo hacer el bien, acaba, sin pretenderlo, haciendo el mal. 
Tendría que rever esta película rodada en México, ese país donde también viviera, en el que los crímenes están a la orden del día. Y de la noche. 
Olivos en Getsemaní. Foto: Cuenya
Me costó ver tanta violencia en La pasión de Cristo. Y creo que a mucha gente le costará ver esta película. Pero si la veis o ya la habéis visto entenderéis a buen seguro lo que estoy diciendo, eso espero al menos. 
De momento, seguiré en mi huerto del Bierzo, que acaso, después del visionado reciente de esta película de Gibson, se me haga un Getsemaní, donde Jesús oró la última noche antes de ser arrestado, según el Nuevo Testamento. En el mi caso (que diría un berciano astur leonés) sería, como el de la mayoría de vosotros, un arresto domiciliario, perdón, un confinamiento. 

1 comentario:

  1. Una buena reflexión y apreciación de esta historia de Jesús que al margen de los sentimientos y creencias religiosas, lo fundamental, es que, aúnque no comulguemos con las religiones el caso es que no cabe duda de que la vida e historia de Jesús de Nazaret es en el tiempo, después de lo que lleva la existencia del hombre en la Tierra, como si habláramos de anteayer, y a mí no me cabe duda de que Jesús (sin ser el hijo de Dios) sí fue un gran hombre que quiso, con sus ideas revolucionarias pero que muy revolucionarias, luchar contra la tiranía del imperio y tratar de cambiar las cosas, de eso para mí no cabe duda. Y visto así era una grandísima dignidad y humanidad la que tenía y por eso creo que las religiones se lo apropiaron

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