Una cinta que sigue causando impacto entre la gente que la ve porque es trata de un ejercicio de surrealismo, que nos muestra lo esencial como banal y lo superficial y cotidiano como si fuera realmente trascendental.
Además de citarse a Faulkner o Dostoievski en la peli, también se mencionan a Pedro Salinas y Kavafis. Y Ada o el ardor, de Nabokov.
"El Amor es una patología tentadora y gratificante, que siempre deja su poso de hiel" (Amanece, que no es poco)
Amanece, que no es poco es una de esas películas que se
le quedan a uno grabadas en la memoria, lo que apunta sin duda a que se trata
de una obra que te deja huella y te invita a reflexionar. Como las grandes
pelis del maestro Hitchcock, que han calado hondo en nuestro subconsciente.
Una película de culto en la actualidad, aunque en la
fecha en que se estrenó no llegara a ser del todo comprendida por el público.
Qué curioso. Pero el paso del tiempo ha situado esta gran obra en el
lugar que se merece.
El genial Cuerda, que también ha dirigido otras
películas magníficas como El bosque animado, filmó esta peli a
finales de los años ochenta en varias localidades de Albacete, donde él viviera
su infancia.
Amanece, que no es poco es un film coral, donde
todo un pueblo es protagonista. Como ocurre en las mejores películas de
Berlanga, cuyos guiones firmara Azcona.
Incluso podría decirse que tiene aires de película del
Oeste, en el sentido de que vemos a dos personajes forasteros (papeles
interpretados magníficamente por Resines y Ciges), que se acercan, en una moto
con sidecar, a un singular pueblo de montaña, donde se viven momentos
delirantes a través de diálogos ingeniosos -el propio Cuerda es el
guionista/dialoguista- y llenos de humor, en los que se muestra lo grotesco de
lo cotidiano, como esas elecciones en las que se elige a las fuerzas
vivas, a saber, el alcalde (“Alcalde,
todos somos contingentes pero tú eres necesario”), el cura, el maestro y hasta una puta.
Juan Cruz con Cuerda en el Festival Eñe |
Todos y todas aceptan como lógicos hechos que, a
priori, son ilógicos. Y hasta han leído a Faulkner (“¿es que no sabe que en este pueblo es verdadera
devoción lo que hay por Faulkner? Pero hombre, copiar a Faulkner...”).
En el fondo, miran la realidad más esencial como
si no tuviera trascendencia y lo más insignificante como si fuera importante.
Puro surrealismo.
Un lugar en el mundo poblado por una galería de
personajes extravagantes, esperpénticos, como sacados de una obra de
Valle-Inclán, tan presente en el espíritu de esta comedia desternillante acerca
del futuro de la Humanidad y el absurdo de la naturaleza humana.
Calificada por la crítica como “sub-ruralista” y
“surrealista” (en la línea de nuestro Miguel Mihura), Amanece, que no
es poco está impregnada de realismo fantástico, mágico, con un marcado
toque anticlerical (hasta la misa parece una obra de teatro, algo sobre lo que
he escrito y publicado en alguna ocasión), donde también se pueden rastrear
influencias de Buñuel, la picaresca española, y aun de las comedias
disparatadas de los Hermanos Marx, Lubitsch o Billy Wilder.
Entre estos personajes “extraterrestres” encontramos a
un negro catecúmeno, un borracho, Carmelo, que se desdobla sin darse cuenta
(interpretado por el actor de origen berciano Miguel Rellán), un suicida que
nunca logra quitarse la vida, un tipo que levita (el actor Alexandre), un
individuo (encarnado por Quique San Francisco) que se pasea por el pueblo en
calzoncillos en busca de autor (como los personajes de Pirandello o el prota de
Niebla de Unamuno), campesinos que
hablan como intelectuales, seres humanos que brotan de la tierra, un maestro
rural que imparte sus clases mediante cánticos góspel, un grupo de
estudiantes universitarios norteamericanos comandados por el actor Gabino Diego,
unos meteorólogos belgas y aun un grupo de invasores del pueblo vecino.
Estamos, por tanto, ante una película satírica,
caricaturesca, que ridiculiza, rechaza y subvierte las convenciones sociales y
políticas (en España llevábamos poco tiempo de democracia cuando se estrenó),
que intenta darle la vuelta a los valores tradicionales y a los tópicos
españoles a través del humor, presente en todo momento y hasta el final, como
cuando se disponen a ver el amanecer, y el sol decide salir por el lado
contrario. Un sin dios, o sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario