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martes, 1 de noviembre de 2016

Engañatolos

Hoy 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, mi padre hubiera cumplido 88, pero él prefirió decirnos adiós en el mes de abril, el 21 (una fecha que jamás olvidaré mientras me queden dos gotas de sangre en las venas y no se me trastoquen las neuronas con demencias ni alzheimeres). 
Qué terrible se revela por momentos la vida. Qué jodido asistir a la muerte de los seres más queridos, que ya nunca jamás volverán, ni nadie podrá verlos, que ya nunca podremos ver ni hablar con ellos, por mucho que las religiones (absurdas todas) nos vendan la moto (sidecar incluido) y nos hagan creen en patrañas. 
Hoy 1 de noviembre, festividad de los difuntos, fui al cementerio para acercarme a la tumba de mi padre, qué fuerte, y qué tristeza me entró. Se me cayó el alma a los pies. 
Fue un momento de reencuentro, sí, con tantos recuerdos, tantas emociones. Me asaltaron muchas imágenes, muchas sensaciones, incluso sentí escalofríos en una tarde nada fría, por lo demás. 
Ahora, al escribir esto, se me remueve todo. Pero necesito contar y entender, saber que después de la muerte no queda nada, acaso el soplo del espíritu en forma de memoria, de recuerdos, la memoria, ay, tan importante para vivir y a la vez fuente de dolor. 
No soy creyente, ni religioso, no creo en ninguna religión pues todas se me antojan un engañatolos. Y hoy volví a comprobarlo mientras el cura parroquial (pobrecito, él cumple su labor y función) nos largaba toda una retahíla de cosas (yo diría sandeces), toda una perorata, que resulta por lo demás vomitiva (lo siento, no es culpa del sacerdote de marras, claro que no, sino de quien inventó y se encargó de propagar tales idioteces, que acaban sumiendo a la población en estado de tontunez). 
Confieso que hoy me siento aún más cercano al ateísmo, al ateísmo acaso revolucionario, a una suerte de negación de cualquier divinidad, que al menos no tenga fundamento en los humanos, demasiado bestiales, algún numen o divinidad hecha a imagen y semejanza de los hombres y mujeres que han poblado y siguen poblando el mundo. 
La vida no vale nada ni acá ni acullá. No sólo en México (país que celebra la muerte por todo lo alto), ni en Egipto (véase la Ciudad de los Muertos de El Cairo), por no decir en la India (donde queman cadáveres como si estuvieran chamuscando un conejo) la vida no vale nada. Tampoco parece valer mucho más en Europa, que, con sus guerras y sus holacaustos, sembró el horror por doquier. Un gran cementerio nuestra Europa, que nadie se olvide. 
Hoy me siento con ganas de gritar, de gritar que no creo en ninguna religión, ni en ninguna promesa más allá de la vida, lo más sagrado y preciado que tenemos, lo único. Y cuando se nos va, todo se acaba, como se acabara la vida de mi padre, él que tanto luchó y trabajo, él que fue un ejemplo y modelo de gran padre. 
Hoy 1 de noviembre me siento invadido por la tristeza. Y me sentí conmovido al ver en el cementerio a Maika, una jovencita nocedense que acaba de perder a su madre, también joven (no llegaba a cuarenta), en circunstancias que ponen los pelos de punta. Se me humedecieron los ojos al abrazarla para darle mis condolencias. Qué brutal se muestra por momentos la vida. 

Hoy quiero expresar mi rabia, mi tristeza y mi dolor. Lo necesitaba. 

1 comentario:

  1. Amigo Manuel:
    El tiempo por donde transitamos todos es finito. Alguno de los pasajeros deja sus huellas a Caronte para que éstas puedan ser transmitidas. ¡Alégrate, Manuel! Tu padre ha conseguido que su huella bañe todo tu ser. Recuerda que mientras tu padre permanezca en tu memoria, siempre, siempre estará junto a ti. No lo decepciones y, si tienes ocasión, intenta que tus propias huellas sean recogidas como un testigo para otras personas que continúen el ciclo natural de la Vida.
    Permite que tu pena no asfixie tu lucidez. Las creencias son creencias. Nunca podrás racionalizar los asuntos de fe. No son ni buenos ni malos. Sencillamente pertenecen al alma de los individuos. No existe escala alguna para cuantificar los sentimientos. O ¿Cuándo amas a una persona lo haces con un nivel diez o con uno seis? Y ¿quién lo cuantifica?
    No por ser religioso o no serlo eres mejor o peor. Eres distinto. Y lo sensato es comprender al distinto de ti. En la aceptación razonada se puede encontrar la paz. ¡Aceptémonos todos entre sí!

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