Este año no quise perderme la hoguera de San Juan. La lumbre como inspiradora y regenerativa. La Gran Hoguera en la población berciana de San Juan de la Mata, próxima a Arganza, tierra de vino, frutales y romanticismo, porque recuerdo que Doña Beatriz, la prota de El señor de Bembibre, es hija de los señores de Aganza.
Es la primera vez que acudo a esta cita, porque al decir de muchos se trata de la mayor hoguera de Europa. Lo cierto es que se quemaron muchas toneladas de maderamen, y el calor llegaba incisivo hasta la barra donde se servían, al módico precio de dos euritos, bocatas de chorizo escaldado, y luego, para rematar la fiesta, un chocolatín con pastas (invitación de la casa o la comisión o quien sea).
Ver el fuego, elevarse inmenso sobre un cielo nocherniego, resulta un espectáculo hipnótico. El fuego y a continuación el agua para calmar las llamaradas.
En el Bierzo abundan sobre todo las leyendas acerca del agua con sentido purificador, como el baño de personas y ganado, precisamente en la noche de San Juan, porque se supone que ese día el agua está bendita.
Pues purifiquémosnos con las llamas sagradas de San Juan, y después démonos un baño con el rocío mañanero para preservarnos de toda enfermedad. Como hacían antaño, por ejemplo, en la localidad ancaresa de Burbia y aun en otras poblaciones del Valle del Sil.
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