Transcurridos algunos años, luego de aquel primer viaje, Atenas resurgió de sus cenizas y sus piedras, con un lavado y planchado de rostro, aunque ahora nos dicen que Grecia se está hundiendo otra vez. Pero esto daría para mucha tela que cortar.
Atenas -llegó a decir Andreu, según mi reinterpretación- es como un barrio periférico de Madrid, que se hubiera trasladado a un lugar donde sobresalen dos impresionantes colinas, la Acrópolis y el monte Licabeto, desde donde la ciudad se abre como un sueño blanco.
Blanca Andreu, con sus palabras inspiradas y vivas, con su aliento de poeta sensible e inteligente, nos invitó a viajar a Atenas, a Grecia, a alguna de sus islas, y eso nos resultó balsámico. También nos adentró en el universo de Shakespeare y aun en el de Miguel Hernández.
"Si desapareciera todo atisbo de Orihuela -creo recordar que me dijo Blanca-, siempre quedaría el gran Poeta Hernández, con su escritura tan personal", genuina, me atrevería a decir.
Con una primera edición de El Señor de Bembibre en la mano, cual si fuera la Biblia, Blanca se nos presentó y reveló como una enamorada de esta novela histórica y romántica, ambientada en el Bierzo, que su familia ha ido leyendo a través de los años, y que parece haberle marcado.
Gracias, Blanca, por habernos obsequiado con tu preciado y precioso tiempo, el tiempo de la poesía, en una Tarde llena de reflexión y sensibilidad hacia lo bueno/bello.
Hasta siempre.
Querido Manuel: acabo de leer tu crónica, y te la agradezco mucho. Es un recuerdo muy cariñoso de el tiempo que pasé en Bembibre. No olvidaré la atmósfera de diálogo inteligente, calor y amistad que encontré.
ResponderEliminarUn abrazo