Vistas de página en total

domingo, 9 de noviembre de 2025

Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa

 He podido ver el estreno de la película Los domingos en los cines Van Gogh de León. Y me ha fascinado. O mejor dicho, me ha hecho reflexionar acerca de la familia, porque su directora, Alauda Ruiz de Azúa, realiza una puesta en escena de los conflictos familiares, como ya había hecho en el drama familiar Cinco lobitos, que también me parece una película extraordinaria. 


Una directora que me hace recordar el mejor cine de Bergman, con un guion que da la impresión de que fuera un ejercicio de autodescubrimiento y autocrítica por parte de su directora, y unos personajes bien construidos, creíbles, realistas, que tienen diálogos de alto voltaje, en los que las miradas, los silencios, son harto relevantes. 

Una película, basada en un caso real que conoció su directora, que suscita debate y asombro, remueve conciencias, porque Ruiz de Azúa, que se ha declarado no creyente pero hace un excelente trabajo de documentación, mete el dedo en la llaga (nos duele, porque el saber produce dolor; también Paco de La Zaranda dice que hace teatro para que le duela al espectador ) y nos invita a reflexionar acerca de cuestiones que nos conciernen a los seres humanos, tan complejos como somos, tan emocionales antes que racionales, con un personaje fascinante como lo es Maite, la tía de la adolescente Ainara, cuyo deseo es convertirse en monja de clausura, con todo lo que eso conlleva. En este sentido, la directora pone el foco en una familia desestructurada, en la que cada cual se cree en posesión de la verdad, a sabiendas de que a los seres humanos nos resulta tan difícil aplicar la razón, la cordura, que a menudo nos dejamos llevar por los impulsos, por las emociones mal gestionadas. Por eso es tan importante la inteligencia emocional, la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro. 


Sabemos que el ámbito familiar es esencial para el desarrollo emocional de los seres humanos pero al mismo tiempo puede ser un manantial de neurosis, una fuente de conflicto y malestar. Y eso es lo que aborda esta película, el amor, los afectos o más bien la falta de afectos familiares, la culpa, la búsqueda de identidad y libertad, la libertad de creer, de dudar, de decidir, la búsqueda de un sentido de la vida (qué difícil, ay, el sentido de la vida, cuando por instantes la vida puede revelarse en un sinsentido, en un absurdo existencial, léase El sentido de la vida del maestro Gustavo Bueno, o véase asimismo en clave humorística El sentido de la vida de los Monty Python), de encontrar un sentido de pertenencia, como le ocurre a Ainara, la búsqueda del auténtico "Padre" al querer trasladar la fantasía a la propia vida, como nos enseña con lucidez el amigo médico, psicoanalista y escritor Luis Salvador López Herrero, más allá de la cuestión religiosa, el hecho de que la joven Ainara (interpretada por la actriz novel Blanca Soroa con pureza e inocencia) sienta la llamada del Señor, como podría haber sentido otra llamada (la de la música, por ejemplo, que nos acerca a la divinidad, como hiciera Mozart en su Réquiem, véase Amadeus), porque Los domingos, ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, no arremete contra la institución eclesiástica con personajes como la madre superiora o el joven cura (como han señalado algunos eclesiásticos), aunque la verdad sea dicha el personaje de Maite, que podría ser la auténtica protagonista de esta película (interpretada de un modo magistral por Patricia López Arnaiz) no la vea con buenos ojos (habla de las monjas de clausura como una panda de chaladas), porque como tía de Ainara (en realidad hace de madre) no le gusta que su sobrina se aleje de su lado para abrazar la fe. Ella misma, su tía, le dice que ella le da el amor que busca en Dios, que es aún muy joven y debería ir a la universidad, viajar, tener experiencias, incluso sexuales... antes de tomar una decisión tan drástica como es meterse a monja de clausura. 


Maite es un personaje complejo, con sus luces y sombras, que procura arrojar cordura pero quizá le pierdan las formas. Me hace recordar al poeta de origen astorgano Leopoldo María Panero cuando en la película El desencanto, de Chávarri, dice que es el más inteligente de su familia (un genuino foco de neurosis, incluso de psicosis) pero sus gestos lo desrazonan. La vida matrimonial de Maite, o la relación con su hermano (el padre de Ainara), tampoco es que sea trigo limpio. 

Respecto al padre de Ainara, está enfrascado en su trabajo y dedicado a su nueva pareja y a las dos hermanas pequeñas de Ainara, en realidad no se interesa por lo que necesita su hija mayor, no le procura el cariño suficiente, incluso se ofende por que su hija tenga relaciones con un chico adolescente como ella. 

¿Qué le lleva en verdad a la Ainara a tomar la decisión de convertirse en monja de clausura? "¿Hay, en esa aparente elección, una verdadera decisión promovida por un auténtico deseo o, más bien, su decisión es el intento por encontrar un refugio o la «clausura», de todas esa cuestiones y problemas que plantea la existencia en el encuentro con la vida y el otro sexo?", se plantea Luis Salvador López Herrero, consciente de que a Ainara habría que ayudarla desde un espacio alejado del ámbito familiar, escolar o religioso, para que pueda formular no sólo su genuina pregunta, sino también su respuesta singular.  

Tengo ganas de volver a ver Los domingos, porque las grandes películas, como ésta, necesitan un segundo visionado para entenderlas mejor.   

sábado, 8 de noviembre de 2025

Sierra de Teruel, de Malraux

 No recordaba haber visto Sierra de Teruel (1938-39), la película franco-española dirigida por escritor y político francés André Malraux, que adaptó a partir de su novela L'Espoir (La esperanza), la esperanza de que la dictadura no se impusiera (que desafortunadamente se impuso, para horror de tantos españoles y españolas), una obra inquietante Sierra de Teruel, entre el documental y la ficción, en la que Malraux relata sus propias vivencias en el frente aragonés. En todo caso, sí sabía de su existencia y, después de la lectura de El viaje de mi padre, del gran escritor amigo Julio Llamazares, que la menciona en su obra, he visto esta cinta extraordinaria, que nos cuenta un episodio de la Guerra Incivil, en la que el intelectual francés participó con las Brigadas Internacionales, organizando una escuadrilla de aviadores llegados de todo el mundo para defender el gobierno de la II República. 


En los años de posguerra, Malraux fue ministro de cultura en Francia (1959-69) bajo el mandato de Charles de Gaulle. 

En algún momento también espero hacer una reseña de El viaje de mi padre, que me ha resultado entrañable, como todo lo que escribe el maestro Llamazares, el cual, a través de una prosa sencilla, aunque plena de belleza y sensibilidad literarias, nos ayuda a reflexionar acerca de quiénes somos y a la vez nos emociona siguiendo el viaje que hiera su padre y un amigo de su padre, Saturnino, en la Guerra Incivil por lugares como Teruel o Castellón, entre otros.  "... Con dieciocho años hizo por obligación un viaje que le llevó a cruzar la península ibérica de extremo a extremo -se refiere Julio Llamazares a su padre Nemesio en El viaje de mi padre- y que le marcaría por siempre, pues fue para ir a la guerra, de la que volvió milagrosamente, ya que le tocó participar en algunas de las peores batallas de la contienda civil española: la de Teruel y la de Levante, con un punto de inflexión en la sierra de Espadán, en la provincia de Castellón, donde a punto estuvo de perder la vida". 


En cuanto a Sierra de Teruel, cabe recordar que el escritor Max Aub, memorialista asimismo del genio Luis Buñuel, fue ayudante de dirección de Malraux y se encargó de traducir el guion a la lengua castellana. El guion, en el que intervino el propio Malraux además de Max Aub, Denis Marion y Boris Peskine, se basa en la tercera parte de la novela L'Espoir, que Malraux había escrito en 1937.

Una película filmada en plena Guerra Incivil en su mayor parte en Cataluña, cuyo rodaje, harto complicado, se vio interrumpido por el avance de las tropas franquistas hacia Cataluña, con lo cual Sierra de Teruel tuvo que finalizarse en París en 1939, unos meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, de forma que no pudo verse en Francia durante la ocupación alemana, pudiendo exhibirse en 1945 (se llegó a creer que todas las copias habían sido destruidas por el nazismo). Tampoco pudo verse en España hasta 1977, después de la muerte del dictador. 


Sierra de Teruel se realizó con poca financiación y escasos recursos técnicos y humanos, con unos pocos actores profesionales y la participación de lugareños, el paisaje y paisanaje de España (me eriza todos los vellos del alma), y una fotografía en blanco y negro que cala hondo en las entrañas. Sobrecogen sus imágenes y sus sonidos, los disparos de los cañones, el estallido de las bombas, su música. Sobrecoge ese pueblo de campesinos de rostros curtidos que se defiende como puede -sin munición, sin cañones, sin casi nada-, de los militares. Se me hace conmovedora la escena en que un campesino no reconoce desde el aire, subido a un avión, sus campos, así como cuando vemos desfilar a muertos y heridos en la montaña, secuencias de una extraordinaria fuerza emocional, deudoras del montaje del cine revolucionario soviético e inspiradoras del incipiente neorrealismo italiano de Rossellini, con Roma, ciudad abierta a la cabeza.  

La guerra resulta espeluznante, para unos y para otros, sobre todo para los más débiles. La guerra siempre se pierde. La pólvora de la Guerra Incivil se ha quedado impregnada en mi pituitaria y tatuada en mi espíritu. 

Después del visionado de Sierra de Teruel, siento que estamos ante un documento verosímil, creíble, imprescindible, que perdurará en nuestra memoria colectiva. 


jueves, 30 de octubre de 2025

Oviedo Express

 Como el título de una de las últimas películas del cineasta astur Gonzalo Suárez, con quien compartí varios momentos en la Escuela de cine de Ponferrada, me parece adecuado para mi reciente visita a Oviedo, pues paseé por lugares, al menos algunos, que aparecen en esta película titulada Oviedo Express (su director pensó en titularla Érase una vez Oviedo) como el Campo de San Francisco, el Naranco, el teatro Campoamor, el Fontán, la plaza del paraguas, la catedral... con la figura de Woody Allen y La Regenta como iconos bien reconocibles. 

Oviedo desde el monte Naranco










No en vano, en la película vemos un fantasmagórico tren, el Oviedo Express como un Orient Express, en el que viajan unos cómicos (Aitana Sánchez-Gijón, Carmelo Gómez, Jorge Sanz...) que van a representar la adaptación teatral de La Regenta de Clarín en el teatro Campoamor. Al parecer, a Gonzalo Suárez, que ya había hecho una adaptación fílmica de La Regenta en los setenta, le resulta enjundiosa esta novela de Clarín, que a uno también le fascina. 

Cabe recordar que La Regenta tiene muchas similitudes con Ana Karenina (Tolstoi) y Emma Bovary (Flaubert), algo que se sugiere asimismo en Oviedo Express (2007). El tedio de su existencia, la frustración por un matrimonio impuesto y el deseo de vivir de forma libre son comunes a estos tres grandes personajes de la literatura universal. 


La verdad es que resulta cuasi imposible pasar por alto la magna obra de Clarín cuando uno visita la capital astur, por más veces que la visite, esa heroica ciudad que dormía la siesta... la muy noble y leal ciudad... hacía la digestión del cocido y de la olla podrida (hoy de la fabada y el pote), y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica

La Regenta en vena.

Coincidiendo con la entrega de premios Princesa de Asturias (también el pasado año me coincidió con el homenaje al maestro Bueno: https://cuenya.blogspot.com/2024/10/homenaje-al-maestro-bueno-en-oviedo.html), viajé a Oviedo para darme un voltio por esta ciudad, en la que estuve una larga temporada, o mejor dicho temporadas, como estudiante en su universidad en los años ochenta. Por eso uno vuelve a aquellos sitios que le dejaron impronta emocional, con su paisaje y su paisanaje, con sus amistades y sus amores, con sus profes, como el colosal filósofo Gustavo Bueno, Amelia Valcárcel, Marino Pérez Álvarez, David Alvargonzález, o Manuel Fernández Lorenzo, entre algunos otros. Qué tiempos aquellos de juventud, divino tesoro, ¡te fuiste para no volver! La juventud, ay, qué maravilla. Pero centrémonos en el presente, en el aquí y el ahora, en esta sociedad del cansancio, como el título de un libro del filósofo surcoreano Chul Han, flamante Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, un Sócrates contemporáneo, al que recomiendo su lectura, y al que hago referencia en un texto publicado en este blog titulado El ultramundo de las redes sociales.

https://cuenya.blogspot.com/2024/12/el-ultramundo-de-las-redes-sociales-y.html


Un pensador que se atreve a decir que "el comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (tdah), el trastorno límite de la personalidad (tlp) o el síndrome de desgaste ocupacional (sdo) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo". Vivimos, según él, en una sociedad de dopaje, donde el exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. "En esta sociedad de obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados. Y lo particular de este último consiste en que allí se es prisionero y celador, víctima y verdugo, a la vez". 

Habrá que seguirle la pista a este gran filósofo habida cuenta de lo importante que es la filosofía en esta época compleja, convulsa, llena de incertidumbre. Además del premio concedido a Chul Han, también se le concedió el Premio Princesa de Asturias de las Letras al escritor Eduardo Mendoza, el autor de La ciudad de los prodigios, con el telón de fondo de una ciudad, Barcelona, entre real y ficticia. 

Al respecto de los premios Princesa de Asturias, existen en Oviedo dos edificios emblemáticos, a saber, el monumental hotel de la Reconquista, que es un singular edificio del siglo XVIII, en tiempos hospicio, donde se acogen cada año a los invitados y jurados de los Premios Princesa de Asturias, así como a la Familia Real Española. Recuerdo que en el hotel de la Reconquista tuve la ocasión de saludar en otros tiempos a figuras como el neoyorquino Woody Allen https://cuenya.blogspot.com/2010/02/woody-allen.html, uno de los mejores cineastas contemporáneos (solo haría falta ver Match point o Vicky Cristina Barcelona, por estar rodada ésta en Oviedo, también en el propio hotel), y al mexicano Carlos Fuentes, uno de los mejores escritores en lengua española de siempre (inolvidables son La muerte de Artemio Cruz, o Aura, entre otros muchos de sus magníficos libros y/o relatos). https://cuenya.blogspot.com/2012/05/la-muerte-de-carlos-fuentes.html

Oviedo tal vez sea una ciudad deliciosa, exótica, bella, según el genio neurótico Woody Allen, cuya obra cinematográfica es una estupenda puesta en escena de los trastornos psíquicos de la época actual, con el psicoanálisis como terapia que ayuda a darnos cuenta donde estamos parados.
Oviedo quizá sea como un cuento de hadas.

Otro de los edificios emblemáticos de la capital astur -en el corazón de la ciudad-, es el teatro Campoamor, sede de la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, considerados como los segundos en importancia del mundo, tras los Premios Nobel.
Construido a finales del siglo XIX, el escritor Clarín, que entonces era concejal, contribuyó a su puesta en marcha bajo el nombre del político y célebre poeta de Navia Ramón de Campoamor.


El teatro Campoamor nació para representar óperas y funciones teatrales debido a la demanda de burguesía que afloraba en la capital.
Y aquí vi por ejemplo El hombre deshabitado, de Alberti, interpretado por Aitana Sánchez-Gijón, que es por cierto ahijada de Aitana Alberti, la hija de Alberti y María Teresa León.
La actriz Aitana Sánchez-Gijón también es la inolvidable Regenta de la serie dirigida por Fernando Menéndez-Leite, a quien pude conocer en mi etapa en la Escuela de cine de Ponferrada.

Llama la atención la escultura de la Regenta, ubicada en la plaza de Alfonso II, el Casto, que se halla enfrente de la catedral de Oviedo. Y también atrae la torre de la catedral, entre la cerrazón, como un mástil sumergido, que espiaba a la gente desde lejos, entre ellos a Ana Ozores, La Regenta, una mujer atrapada en una sociedad hipócrita y conservadora, terrible, la Vetusta que nos enseñó Leopoldo Alas Clarín, una ciudad provinciana donde la niebla y la lluvia, cuando la inundaban, adquiría un aire misterioso, casi de naufragio, en la que se ahogaba la propia Ana Ozores. Esa torre de la catedral que el amigo escritor-viajero Julio Llamazares contempla (en su libro Las rosas de piedra) como una "saeta gótica siempre cubierta de nubes que le hacía soñar con otros cielos más azules que el de Oviedo".

Próxima a la catedral de San salvador, en la céntrica plaza Porlier, me detengo a contemplar, una vez más, la escultura del viajero o el regreso de Arrensberg, de Úrculo, para quien el viaje es la memoria a cuestas, con todas sus esencias y perfumes, circunstancias y sustancias. Me fascina el viajero y el viaje, el viaje como lo concebían los románticos, como Caspar David Friedrich y su Caminante sobre un mar de nubes https://cuenya.blogspot.com/2020/04/caminante-sobre-un-mar-de-nubes.html, el viajero fusionado con el paisaje, que es memoria emocional, el viajero ante la inmensidad, el viajero contemplando el infinito. Y en esta misma plaza me sorprende una placa en el palacio de los Condes de Toreno. Incluso me hace gracia que un tal Queipo de Llano del siglo XIX (no confundir con el militroncho matarife franquista), fuera conde de Toreno y vizconde de Matarrosa del Sil, o sea, del Bierzo, además de diputado en las Cortes de Cádiz, el cual nació en Oviedo, en concreto en este palacio. Al parecer, el condado o señorío de Toreno incluía no sólo la villa de Toreno sino de Tombrio de Abajo, y poblaciones familiares como Librán, Langre, San Pedro Mallo, Santa Leocadia y Matarrosa.

En mi Oviedo Express siempre estará El Fontán con sus fachadas de colores y galerías porticadas. El Fontán -en referencia a una fontana o manantial, pues en otros tiempos fue zona lacustre- es un espacio extraordinario, un lugar único, con aromas y sabores gastronómicos. También con un mercado que atrae a oriundos y foráneos.
Me encanta pasear por el Fontán y sentir asimismo el olor a sidra.
Esta céntrica plaza del Fontán, en pleno corazón del Antiguo, la describe el escritor ovetense Ramón Pérez de Ayala en su novela Tigre Juan. Por cierto, Tigre Juan, que da nombre a un galardón literario, era un chigre, un garito, de la movida estudiantil ovetense allá por los años ochenta y cinco... al que acudía uno en noches de blanco satén.
El Tigre Juan, el Tsaciana (que regentaba el lacianiego Pío) o el Ñeru la Curuxa eran chigres de la noche ovetense.
Ñeru la Curuxa


En mi recorrido por este Oviedo Express tampoco faltó la singular plaza del paraguas, que se me antoja una elegante techumbre de hormigón armado, la cual daba cobijo en otros tiempos a las lecheras, que me resultan entrañables, pues este era su lugar de venta de leche.
Una plaza que es símbolo de protección y hospitalidad en una ciudad donde suele orbayar. Y orbaya, esto es, orbayó, aunque no fue impedimento para disfrutar del día y de la noche.

Cuentan los lugareños, las lugareñas, incluso los del Hondo Lugar, como se decía en mi pueblo, que la plaza del paraguas ha sido y es un punto de encuentro para generaciones de ovetenses. Y bajo su sombra protectora se han hilvanado historias de amor y amistad. En la actualidad sigue siendo un espacio de encuentro y disfrute.
Siguiendo por el camino de la leche, la vía láctea de Oviedo Express, paseé por la colorida plaza de Trascorrales, que resulta atrayente como un imán, en cuyo centro sobresale la estatua en bronce de La lechera, con esta figura entrañable y un burrito, tal vez el juanramoniano de Platero y yo, bebiendo agua de un caldero.
Un homenaje a las lecheras de Noceda del Bierzo, mi útero de Gistredo (tampoco puede faltar La lechera de Vermeer de Delft, uno de los más grandes pintores de todos los tiempos, un maestro de la luz) en esta ciudad carbayona.

https://cuenya.blogspot.com/2017/08/vermeer-de-delft.html

Y para finalizar este recorrido por mi Oviedo Express decido subir al árbol, coger la flor, como reza el himno astur, y lo hago con el orbayo a cuestas mientras asciendo al monte Naranco para ver los templos católicos de Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo (patrimonio de la Humanidad), que están próximos uno de otro.
Estos monumentos del prerrománico astur (también conocido como estilo ramirense en referencia al rey Ramiro I) se hallan en la falda sur del monte Naranco, a unos cuatro kilómetros del centro de la ciudad de Oviedo.
Santa María del Naranco

El paseante quiere dar fe de estas joyas arquitectónicas. Que la fe mueve montañas. Y a lo mejor movemos el monte Naranco para gozar aún mejor si cabe de vistas a la actual Vetusta.
San Miguel de Lillo

Me recuerda el amigo Santiago Asenjo, natural de Lillo del Bierzo, que existe una conexión entre la de Santa María del Naranco y la llamada Tebaida del Bierzo. Pues sí, el prerrománico astur se da la mano con el prerrománico leonés, al igual que lo hacen Ramiro I y Ramiro II. 

El monte Naranco, como símbolo de la memoria democrática y escenario de Oviedo Express, de Gonzalo Suárez y Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen, cautiva al visitante por su belleza paisajística, monumental.  
Oviedo bien se merece un viaje express o varios. 
Hasta el próximo.