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lunes, 15 de diciembre de 2025

Zamora, tan eterna como el agua del río Duero


Zamora no se hizo en una hora, ni en dos, ni siquiera en tres, como reza el refranero popular. Zamora nació hace siglos, tal vez milenios, dicen que data de la Edad del Bronce. Y comenzó su crecimiento en época romana como parte de la Vía de la Plata, de cuando Viriato, el personaje lusitano, se enfrentó al Imperio romano. 

Sea como fuere, a mí se me hace cuento que empezó, como diría Borges, Zamora, porque también la juzgo tan eterna como el agua del Duero y el aire. En realidad, se me hace que Zamora es un bella muchacha con los ojos del color de la miel y la mirada de las ninfas o náyades acariciadoras que se bañan dos veces en el mismo río, el río dorado, ese que cantara el poeta zamorano Claudio Rodríguez, "tú, a quien estoy oyendo igual que entonces,/ tú, río de mi tierra, tú, río Duradero". 

Puente de piedra sobre el Duero

A finales del mes de noviembre, que es un mes de catarros y difuntos, decidí darme un voltio por esta "perla del Duero", la Muy noble y leal ciudad, disputada por moros y cristianos, asentada sobre grandes peñas tajadas, "Zamora la bien cercada; de una parte la cerca el Duero, de otra peña tajada; del otro la morería", como se dice en el Romance de Doña Urraca. 

Me encantó pasear por esta ciudad catedralicia, con su cúpula cubierta de escamas, asomada desde sus peñas al Duero, que por sí mismo ya merecería una visita, el río que va a morir al Océano Atlántico en la ciudad portuguesa de Oporto/Porto, que se me antoja pura ensoñación. 

Catedral

La llegada a Zamora no resulta nada apetecible porque el viajero se topa, sin querer, con un tanatorio (ya había dicho que noviembre es mes de difuntos) pero pronto el viajero se repondrá, después de tomar su desayuno, y lanzarse en busca de las esencias de esta tierra, entre las cuales está, cómo no, su gastronomía, sus callos, son deliciosos, y también sus pinchos morunos en el bar Tupinamba (si es que Zamora se me hace mora). 

En mi recorrido por esta ciudad medieval no puede faltar el entorno de la catedral, que ya justificaría por sí misma una visita, al igual que dijera acerca de su río.  En la zona de la catedral se hallan quizá los rincones más bellos de la ciudad, como la calle de Troncoso, con su estrechez y sus altos muros de piedra, y por supuesto el mirador del Troncoso, el balcón al Duero, con su puente de piedra. Una estampa inolvidable sobre todo si luce un día radiante, algo que no resulta habitual en el mes de noviembre, pero el viajero es un suertudo y tiene la suerte de su parte. 

Castillo

Otro punto imprescindible es el castillo, desde donde también se tienen buenas vistas a la catedral con su cúpula de estilo bizantino -una de las pocas que existen en España- y su torre de San Salvador. En el entorno del castillo existe un parque con esculturas de Baltasar Lobo, que no hay que confundir con el bar El Lobo, que en esta ocasión está cerrado. Recuerdos inolvidables me trae el bar de El Lobo en Bembibre, un hombre entrañable que nos dijo adiós hace ya unos años. 

Balborraz

Un paseo por la llamada rúa de los Francos ya te mete directo en el románico, con sus iglesias. Y otro paseo por la calle de Santa Clara te introduce en la arquitectura modernista, con edificios emblemáticos. Así que el viajero se siente entre el pasado y el presente. Asimismo, el vagamundo se da una vuelta por la famosa calle de Balborraz, que le resulta pintoresca, como una calle lisboeta aunque sin tranvía, donde se encuentran las casas modernistas de Faustina (no me refiero a la mujer del Herrador, en tiempos la fragua de Furil) y la casa de Mariano López. 


Siguiendo calle abajo el viajero llega al puente románico, que cruza encantado, no sin antes tomar alguna fotica del fluir del Duero y también de la ciudad que se eleva sobre una gran roca. Ya desde la margen izquierda del río el viajero disfruta de su caminata bajo un sol radiante y el discurrir del río que va a dar a la mar (se imagina entonces que lo navega hasta su desembocadura). 

Ayuntamiento viejo
San Juan Bautista con el Merlú

De vuelta a la margen derecha del Duero el viajero se dirige a la plaza de Viriato, con su estatua, dedicada al ilustre lusitano, y, a continuación, continúa camino de la plaza Mayor, que es el nexo entre la zona monumental, histórica, y la zona comercial, donde puede apreciarse la diferencia del que fuera antiguo Ayuntamiento de Zamora de estilo plateresco, que data del siglo XV, con su fachada porticada de piedra, y el nuevo, que no resulta reseñable. 

En la propia plaza Mayor, en el costado occidental, se erige la iglesia de San Juan Bautista o San Juan de Puerta Nueva, del siglo XII, con un rosetón del románico en su fachada meridional. Y también llama la atención en una de sus esquinas, en el exterior, la moderna escultura dedicada al Merlú, que es una de las figuras representativas de la Semana Santa, fiesta de interés turístico internacional en Zamora (la procesión de las Capas Pardas es impresionante). 

Calle Troncoso

Ahora que me da por recordar, me viene a la mente que Zamora, con una población similar a Ponferrada, aunque no se parezca en lo arquitectónico, sirvió como escenario de rodaje (la estación de buses, la plaza Mayor, entre otras localizaciones, para la película Soy Nevenka (2014), de Icíar Bollaín, que en algún momento, con tiempo, podría reseñar.   

Hasta la próxima visita a Zamora. 

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