Aunque ha transcurrido algún tiempo desde que se presentara Ágora de la poesía. Diez años, me apetece ahora desempolvar esta colaboración con la misma.
Gracias al escritor Ramiro Pinto, impulsor de la misma, por invitarme a participar, habida cuenta de que he estado en contadas ocasiones en el Ágora, un espacio donde tienen cabida quienes así lo deseen para leer o recitar sus textos, sus poemas, siempre el último viernes de cada mes en el anfiteatro de San Marcos, en la ciudad de León.
Larga vida al Ágora, a sus dinamizadores (entre ellos al inolvidable Toño Morala) y a cuantos colaboran con la misma. Y enhorabuena por esta antología en la que participamos más de cien autores y autoras.
Como dijera el propio Ramiro Pinto, el Ágora de la Poesía ha sido un revulsivo en el ambiente cultural de León permitiendo participar a muchas personas que de otra manera se habrían quedado en casa o irían nada más como espectadoras... Creamos tertulias de gran afluencia en el bar Amélie, donde comenzó Cuento Cuentos Contigo de la mano de Flor Méndez y Nuria Antón, y que continúa con Marcelo Tettamanti en el bar Varsovia. Otros muchos eventos fueron impulsados gracias a un ambiente cultural muy singular y entrañable...
La poesía sigue su camino. El Ágora es un encuentro sin puertas, donde nadie entra ni sale, ¡está! para recitar todos por igual. Su combustible es la ilusión y este libro nos une en el recuerdo". Pues eso, que nos sentimos unidos en el recuerdo por la poesía.
Vaya aquí mi aportación.
La poesía es una forma
de estar y ser en el mundo, una necesidad y respiración; un modo de
nombrar lo innombrable, revelando los secretos de la vida; la poesía es vida,
latido que nos conecta con otras realidades, acaso con otros
universos.
La contemplación de la
Vía Láctea, un amanecer en el desierto, una puesta de sol, el alumbramiento de
un bebé, la ternura brotando como un manantial de agua cristalina, la
sonrisa de un niño o una niña en el campo de batalla son poesía en estado
puro.
La poesía es ese río-océano en el que nos embarcamos para
dejarnos fluir, incluso contracorriente, por cauces y terrenos
reinventados, por veredas en ocasiones intransitables, ayudándonos a expulsar
la bilis, el veneno que hemos acumulado a lo largo de la vida.
La poesía es la belleza
que engendra amor y luz.
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