Hoy mismo, en el campus de Ponferrada, haré el pase de esta peli de Ripstein, basada en la novela homónima del Nobel García Márquez.
El
coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una
cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de
tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta
cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con
óxido de lata.
Mientras
esperaba a que hirviera la infusión, sentado junto a la hornilla de barro
cocido en una actitud de confiada e inocente expectativa, el coronel
experimentó la sensación de que nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas.
Era octubre. Una mañana difícil de sortear, aun para un hombre como él que
había sobrevivido a tantas mañanas como ésa. Durante cincuenta v seis años
-desde cuando terminó la última guerra civil- el coronel no había hecho nada
distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que llegaban.
(García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba)
Traducir a imágenes las palabras no resulta tarea fácil, aunque en ocasiones se logra. Y es ahí cuando un relato, una novela… con sustancia se convierte igualmente en un relato fílmico sustancioso.
En el caso de la novela breve de García Márquez El coronel no tiene quien le escriba –escrita
con mucha sensorialidad mientras vivía en París– tampoco le resultó fácil al solvente
director mexicano Ripstein, que contó para adaptarla con su mujer, la guionista
Paz Alicia Garciadiego. Cabe recordar que ambos habían adaptado El gallo de oro, de Rulfo.
Al final Ripstein y Garciadiego lograron una película que respeta
la esencia de la novela del Nobel Gabo y su ambiente tan singular de realismo,
quizá mágico. Tanto es así que al autor de Cien
años de soledad el resultado le
pareció excelente, incluso llegó a emocionarse viéndola.
El propio Nobel Gabo, cuyo estilo resulta muy visual y por ende atractivo para el cine, tenía gran interés en que Ripstein (el director, entre otras, de La perdición de los hombres) llevara a la gran pantalla su novela, habida cuenta de que ésta es relativamente fácil adaptarla al cine porque, en opinión del escritor colombiano (que tan bien conocía los entresijos del cine, pues llegó a cursar estudios de esta disciplina), la novela tiene una estructura cinematográfica y su estilo narrativo es similar al del montaje cinematográfico. Asimismo, existe una gran economía de palabras, los personajes hablan poco.
Con una puesta en escena digamos teatral, rodada en el trópico
mexicano de Veracruz, tan parecida al Caribe colombiano, con una ambientación
nocturna, lluviosa y casi espectral, el cineasta mexicano Ripstein lleva a su propio terreno esta historia para
mostrarnos a un coronel pobre, honrado y librepensador (encarnado por el actor Fernando
Luján, que llegó a destacar en la época dorada del cine mexicano, compartiendo
créditos con figuras de la talla de Pedro Infante, María Félix o Cantinflas), que
espera en vano a que el Gobierno le conceda una pensión al tiempo que le
resulta absurdo comprender la muerte de su hijo durante una pelea de gallos. Un
hijo que tenía una amante prostituta, interpretada por una joven y bella Salma
Hayek, que prácticamente debutó en el cine de la mano de Jorge Fons con la
película El callejón de los milagros
en su papel de Alma (Almita), que tendremos ocasión de visionar y comentar el
miércoles de esta misma semana.
En esa espera le acompaña, envejecida y enferma, su esposa, que interpreta de un modo magistral
la actriz española Marisa Paredes. En todo momento, les vemos mantener su dignidad
ante la situación insostenible que sufren.
El propio coronel cuida a un gallo de pelea como si fuera su hijo,
acaso con la esperanza de que este lo salve de la penuria.
*Existe una adptación teatral dirigida por el cineasta Carlos Saura e interpretada por Imanol Arias, entre otros actores/actrices, que no he tenido el gusto de ver.
Es verdad, los coroneles ya no tenemos quien nos escriba, ya ni siquiera los bancos que, hasta hace poco, nos remitían los recibos. Pero Gabo, sí, lo relata de una forma magistral. Tomás
ResponderEliminarQué bueno lo que dices, Tomás. Un abrazo.
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