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lunes, 26 de octubre de 2020

¿Toque de queda o toque de ánimas?

Regresamos al estado de alarma, como hace meses, aunque de momento sin arresto domiciliario. Sin confinamiento perimetral. Todo un logro. Ya veremos. Que esto puede cambiar de un día para otro. Que un día nos dicen so y al momento nos dicen arre. "¡Arre!", eso mismo le dicen nuestros paisanos, y también nuestros hermanos árabes a sus borricos. Y a nosotros nos tratan como a burros, excuso decir. 

"En el mundo están ocurriendo cosas increíbles. Ahí mismo, al otro lado del río hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros", escribe el Nobel García Márquez en Cien años de soledad. Revelador Gabito. Que logró publicar este libro de carambola gracias al editor de origen gallego Francisco Porrúa, como alguna vez he escrito. 

https://cuenya.blogspot.com/2009/11/francisco-porrua.html

En este entuerto -necesitaríamos algún Quijote para desfacerlo- nadie se aclara. Nos vuelven tarumbas. ¿Y ahora qué puedo hacer? ¿Y más tarde por dónde podremos encaminarnos?

Hay que frenar el virus. A como dé lugar. Hay que espantar el moscón. Que ya nos está royendo las entretelas. Entelando sólo de puro pensarlo. Vaya la que nos ha caído encima. Como una pesadilla. O una ficción, sin ciencia. Porque ciencia le están echando poca. O se la echan pero poco avanzamos. Sustancialmente, la condición humana no ha variado en miles de años. 

¿No estaremos soñando que alguien nos está soñando? En cuanto no hallamos respuesta, una solución certera, nos vamos a otra dimensión. Nos vamos por peteneras O por los cerros de Úbeda. 

Ayer Iker Jiménez, en su programa, apuntaba a que el virus salió del laboratorio chino de Wuhan. O eso creí entender. Que me disculpe si no entendí bien el mensaje. Aunque nos quieran vender que el virus es de origen natural. La Naturaleza, salvo que la jodamos mucho, que también la chingamos en demasía, no se comporta tan perversa, tan retorcida, lanzándonos misiles víricos para acabar con nosotros. Y este virus es diabólico, no porque sea muy letal, que no lo es tanto (aunque tengo bien presente que cada muerto, cada muerta, son sagrados). La corona espinosa nos tiene desconcertados con los síntomas y sus secuelas, incluso con sus no síntomas, que eso ya es rizar el rizo de los absurdos. No se comporta para nada igual en unos y en otras. Así que muy natural no parece. Queda dicho, una vez más. 

El asunto es que volvemos a la caverna. Bueno, en este caso sólo han decretado, de momento, toque de queda, como en las guerras, que a nadie se le ocurra andar a deshora de la noche por las calles. Que te atizo, leche. A nadie que no justifique su salida. Claro está. En breve, veremos a todo quisque justificando salidas nocturnas. 

Una medida restrictiva para parar los contagios. Eso aseguran. A ver si es efectiva. Porque nos están volviendo locos. Todo en aras de la salud ciudadana. La salud física será. Porque la psíquica se resiente. Cada vez más. Física y psíquica -física y química- forman o conforman una misma salud. Si se resiente una, se ve afectada la otra. Están íntimamente imbricadas. 

Regresamos a las cavernas como los neandertales. Un porcentaje de neandertales seguimos llevando, al parecer, en nuestro código genético. Eso nos dicen los expertos en la materia. Porque Sapiens Sapiens no parecemos, al menos no todos, ni del todo. La condición humana no ha cambiado sustancialmente en miles de años, por no decir en millones de años. Sapiens en el sentido, también, de lograr algo que nos permita erradicar este virus que diera la impresión de ser creado ex profeso por el mismo demonio. Se nota que estamos hartos de todo este tinglado. Y con ganas de vivir con un horizonte más despejado. Para lo poco que vivimos. 

¿Dónde está nuestro Cristo redentor hecho dios para salvarnos de la quema, de este virus que nos ha enviado el mismo Satanás? 

Cándidas almas en pena. Recemos. Rezo. Aunque haya olvidado el catecismo. Y los rezos se me empachen de pura palabrería sin ton ni son. Ánimas de este purgatorio que, con el mismo estoicismo, soportan toques de queda que toques de ánimas. Intrépidas ánimas. 


El toque de ánimas invitaba a rezar por las ánimas del Purgatorio. Y consistía en cinco campanadas graves, una pausa y tres clamores. Un sonido monótono y melancólico, según el escritor francés Chateaubriand. Pues eso, ahora nos han dado el toque de ánimas, que es asimismo el título del reciente libro del tocayo Manuel Ángel Morales, que tiene previsto presentarlo a finales de este mes en Ponferrada. Enhorabuena, estimado Manuel Ángel, que todo sea por nuestras ánimas. Mientras tanto, seguiremos rezando (incluso sin ser diestros en tal menester) con el noble fin de ahuyentar este vampiro que nos está chupando la sangre y las entrañas al completo. 

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