Vistas de página en total

miércoles, 5 de abril de 2017

Sicilia, aproximaciones

Pues sí, hace días que ando por esta isla italiana. No es la primera vez que pongo los pies en la misma. Mi primer viaje se remota a otra época, casi prehistórica, cuando era joven y vivía, primero como estudiante Erasmus y lector de castellano y luego como profesor de nuestra lengua y becario Comett/Leonardo De Vinci en la France, desde donde viajaba por esta Europa de contrastes, entre otros lugares por este "bello posto", con gran historia, bien conocido, otrora, por la Cosa Nostra, la Mafia, aunque a decir verdad eso ya forma parte del pasado, o al menos uno no ha notado nada al respecto. Huelga decir que la corruptela al por mayor sigue existiendo más que nunca, tanto aquí como allá. Véase il nostro paese, por ejemplo.
Bueno, en mi primer viaje a la isla siciliana sí que unos tipitos, harto puestos de farlopa, supongo, se encararon conmigo y me dijeron que eran mafiosos, que tuviera cuidado. Qué cosas. 
Puerto de Palermo

Recuerdo que aquella piccola aventura ocurrió en la ciudad de Taormina. Quién lo diría, habida cuenta de que precisamente esta cittadina es muy tranquila, como hecha para turistas ricos llegados desde los países desarrollados de Europa. Escribiré en otro momento sobre Taormina. Por cierto, qué guapo nombre este para una chica. 
En realidad, aquel altercado fue nomás una anécdota, de mal gusto, claro. Pero ahora, en mi segundo viaje, nada raro me ha ocurrido. Toco madera. Aunque la primera impresión de Palermo, adonde llegué en avión, me chocó. Una ciudad bulliciosa, bastante sucia y decadente. No es que uno sea remilgado. Es una constatación más o menos objetiva, aunque decir esto así no signifique mucho, porque está sucia si la comparamos con que otras ciudades. Lo cierto es que hasta un hombre, al preguntarle por la dirección de mi alojamiento, me dijo que tuviera cuidado, que no me adentrara por determinada zona, próxima a la estación central de trenes, que podía ser peligrosa. Joder, vaya recibimiento. Y es que Palermo es una ciudad con muchos callejones oscuros y de aspecto siniestro. 
Catania, que también he tenido la ocasión de visitar, es del estilo de Palermo. O eso me pareció. Sin embargo, y a pesar del ambiente, acaso más bullanguero, parece que existe seguridad. En todo caso, uno, como siempre, debe andar con mil ojos, atento y despierto. 
Conviene vivir de claridades y lo mas despierto posible, llegó a decirnos el filosofo Ortega, que era un mago de la palabra y por ende del pensamiento. Así es, cuando uno va por el mundo, hay que andarse al quite, sobre todo si uno viaja solo, sin cobijarse al amparo de una tropa, la mayor parte de las veces guiada. 
Taormina


Se me hace bizarro, cuando menos, escribir con este teclado en el que no encuentro lo que necesito, aunque esté todo, imagino. Y así se pierde mucho tiempo. No obstante, cuando regrese a la madre patria, qué cursi me quedo esto, entonces sí podré escribir largo y tendido sobre este viaje, que, una vez más, está resultando estimulante. O mejor dicho, me esta ayudando a reflexionar mucho. En realidad, llevo en fase de reflexión desde hace tiempo. Tenía ganas de volver a Sicilia después de casi un cuarto de siglo. Cómo pasa el tiempo, Santo Dio. 
La memoria, como bien sabemos, es traicionera. Y lo que uno creía de un modo, no es exactamente así. A lo mejor es que uno se está haciendo viejo. Y probablemente demenciado. 
Ahora, que estoy en Siracusa, me da la impresión de que esta ciudad es otra, aseada y apta para turistas, no aquella que visitara en 1993, concretamente en Semana Santa. Supongo que mi memoria, al menos la episódica, esté funcionando. Y la fecha sea esa. En verdad, lo que me gustaría que funcionara es la memoria semántica, y por supuesto la memoria afectiva. No importa si falla la memoria episódica. Lo que importa es que he vuelto a esta tierra, a Siracusa, que ha cambiado mucho, o esa impresión tengo, a tenor de lo visto, todo cambia y todo permanece, qué filosófico me he vuelto. Por lo demás, en Siracusa hay muchas calles dedicadas a filósofos, pero es que las ciudades, como las personas, cambian, cambiamos, a veces de un modo sustancioso, en lo apariencial, y también en lo interno o espiritual, que siempre será externo para quien sepa observarlo. Puro conductismo skinneriano, pongamos por caso.
Los viajes también nos cambian y nos hacen tomar conciencia de tantas cosas. Por eso, conviene viajar, el viaje, una vez más, como recorrido, como algo iniciático, no como destino en sí mismo. 
La Sicilia mafiosa, como dijera antes, ha quedado aparcada, al menos para los viajeros y turistas que se acercan a esta tierra, salvo que, de repente, uno escucha la música de El Padrino mientras paseo por el Corso Umberto I, la avenida principal de Taormina, donde también se exhiben camisetas con la estampa del genial Brando en la mítica peli de Coppola, bueno, las legendarias películas, o bien continúo escuchando esa música mientras me adentro en la isla de Ortigia, de Siracusa. 
Una rapacina, como del Este de Europa, con la nostalgia tatuada en su rostro, quizá sea siciliana, toca con su acordeón la conocida melodía de El Padrino, de Nino Rota. Eso me estremece. Y me recuerda que estoy en la terra trema, donde Visconti también rodara su genial peli. La población pesquera de Aci Trezza, a pocos kilómetros al norte de Catania, le sirvió a Visconti como escenario. Volveré a ver esta grandiosa película. 
Siracusa, Isla Ortigia

Siracusa, tan cinematográfica y musical, tan aromática y marina, embelesa. La comunicación es buena. La lengua italiana se me antoja cercana. Sicilianos y spagnoli siamo fratelli. Y hasta Sicilia formó parte de Aragón en el siglo XV, creo recordar. Mi memoria, ay. En todo caso, el siciliano incorporó en su lengua vocablos bien castellanos. 
Rodeado de mar, me dejo hipnotizar y mecer por sus olas. Hoy, que ha hecho un día primaveral, incluso veraniego para quienes venimos del norte, del noroeste verde y arcilloso, he recorrido la isla de Ortigia, que es la parte más hermosa sin duda de Siracusa. Una isla con forma de medina árabe, con callejuelas estrechas, pintorescas.
La luminosidad, el azul marino, en su contraste con el color terroso, carnoso, de sus casas, me han colmado de placer. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario