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miércoles, 20 de agosto de 2014

El día de la bici y el “bi-ciclista”



Esto escribía y publicaba hace años, muchos, y ahora lo saco a la luz de nuevo con motivo de la Ponferrada ciclista (el Mundial de Ciclismo, o sea), que veremos a finales de septiembre del año en curso.Y por supuesto es este un homenaje al señor Toño Otero, un gran personaje nocedense.

           

    El día de la bici hace tiempo que tuvo lugar en León, o en la provincia entera. No recuerdo este asunto con pelos y señales. En cualquier caso, esto de celebrar determinados días no deja de ser una pamplina y una “paletada” entre otras muchas. Pero ya sabemos que lo cursi, y el mal gusto, impregnan nuestra vida rutinaria. 

Se puede celebrar el día de la bici como se puede celebrar el día del gato. O el día de la bruja piruja, que acostumbra a colarse en mis sueños alocados. Que cada cual celebre lo que crea conveniente y necesario. Y que le aproveche. 

El día de la bici se podría y hasta se debería celebrar todos los días del año. Sólo hay que subirse a la bici  y  pedalear. Lo cual, además de ser un ejercicio muy sano, resulta entrañable. A los nórdicos no les cuesta subirse a la bici. Los vemos disfrutando de sus paseos bicicleteros a lo largo y ancho de sus bucólicas ciudades. Se les ve en forma.  Y las mujeres, en verano, lucen unas piernas espléndidas al compás de sus pedaleos. En los países nórdicos y aun en otros países la bici es la reina de las maravillas. 

Dense una vuelta -en bici, claro está- por Dinamarca, Suecia, Holanda... y  observarán que la bici es una reina montada por muchos principitos pelirrojos, y varios ejecutivos con pose de reyes. Es como si la monarquía viajara en bici por los puentes de los canales de la solemnidad y las calles húmedas del erotismo. Deberíamos tomar buena nota de nuestros paisanos nórdicos.                                            Volendam

Viajar en bici por algunos pueblos holandeses como Marken o Volendam es una delicia. En España, y no digamos en el Bierzo, viajar en bici es como una bajeza de espíritu. Circular en bici por las veredas de nuestras entrañas, a no ser que uno sea un ciclista reconocido, no está bien visto. El personal se olvida, así, de repente, que no hace tantos años quien poseía una bici tenía un gran tesoro. Cuánto tenemos que aprender de los pueblos nórdicos. Y cuánta caspa clasista necesitamos quitarnos de encima. 

Nuestras chaquetas de españolitos soberbios nos brillan de puro sucias. La soberbia es, sin duda, uno de nuestros puntos más asquerosos. Hay un hombre, el bi-ciclista, le digo con cariño, que viaja habitualmente en bici. Realiza a diario el trayecto de Noceda a Bembibre. Es un hombre realmente admirable. Tiene setenta y pico años, pero se conserva como un rapaz. Mejor que un rapaz. Resulta soprendente encontrarse con un tipo así. A uno le gustaría tener la forma física de este señor. Es capaz de recorrer los doce kilómetros que separan Noceda de Bembibre con gran facilidad, y encima va cargado hasta los topes. 
 Puente del Milenio (Ourense)

Y lo mejor de todo, sabemos que en sus tiempos jóvenes el bi-ciclista iba con frecuencia de excursión a Orense. Desde Noceda del Bierzo, claro.

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