Recupero este texto escrito hace años y publicado en el Diario de León en su día, con algún ligero retoque. Salud.
Si en tiempos la religión fue el opio del pueblo, como
se dijo desde el altar marxista-leninista, hoy son los partidos de fútbol
televisados, los culebrones y el pastillamen de diseño quienes actúan como
adormideras en este vasto Imperio de los gozos y sombras. Yo me quedo con
Alkistis Protopsapti y su voz-volcán, que despierta y enciende, lava musical,
sangre caliente.
Es como si en
este reino no tuviéramos otros pasatiempos en los que invertir nuestro caudal
de energía, nuestra libido rosa. Y siempre estuviéramos asesinando los momentos
de placer y ocio a base de narcóticos.
Thomas de Quincey fue un experto "homicida" y comedor de opio, pero a éste también le gustaba habitar el huerto florido de la literatura. A las drogas gracias. Que aunque se diga que siguen haciendo estragos en la sociedad, a muchos parece irles bien encima del dromedario. Hay camellos que se cabalgan como yegüinas. Mientras tanto, los Magos reposan en Oriente. Vaya cuento.
Thomas de Quincey fue un experto "homicida" y comedor de opio, pero a éste también le gustaba habitar el huerto florido de la literatura. A las drogas gracias. Que aunque se diga que siguen haciendo estragos en la sociedad, a muchos parece irles bien encima del dromedario. Hay camellos que se cabalgan como yegüinas. Mientras tanto, los Magos reposan en Oriente. Vaya cuento.
Los partidos de fútbol televisado nos tienen sorbido
el seso, y también el sexo. Estas drogas nos tienen controlados, adormecidos,
apijotados. Como si en ello nos fuera la vida. El deporte en sí no está mal,
incluso es beneficioso para la salud, aseguran algunos entendidos en la
materia.
Woody Allen –que ahora debe estar tocando el clarinete en el Michael’s Pub de la Gran Manzana, en estos últimos años en el Carlyle Hotel- sigue descojonándose de esos personajillos abotargados, atocinados y tripones como cerdos de San Martino, que se empeñan en quemar calorías practicando footing en el Central Park de Nueva York. Gente que va arrastrando el cuerpo y sus angustias vitales y con el resuello a punto de angina de pecho.
Cuando uno no está en forma, el deporte puede infartarte, no te olvides, compañero de olimpiadas. El deporte, pues, está bien para quien lo practica con asiduidad, incluso es sabido que haciendo deporte, además de desarrollar músculo, se activan y elevan las encefalinas y endorfinas (opioides endógenos), lo cual ya es suficiente para andar chutado por el mundo, sin necesidad de esnifar droga a través de imágenes futboleras y otras.
Woody Allen –que ahora debe estar tocando el clarinete en el Michael’s Pub de la Gran Manzana, en estos últimos años en el Carlyle Hotel- sigue descojonándose de esos personajillos abotargados, atocinados y tripones como cerdos de San Martino, que se empeñan en quemar calorías practicando footing en el Central Park de Nueva York. Gente que va arrastrando el cuerpo y sus angustias vitales y con el resuello a punto de angina de pecho.
Cuando uno no está en forma, el deporte puede infartarte, no te olvides, compañero de olimpiadas. El deporte, pues, está bien para quien lo practica con asiduidad, incluso es sabido que haciendo deporte, además de desarrollar músculo, se activan y elevan las encefalinas y endorfinas (opioides endógenos), lo cual ya es suficiente para andar chutado por el mundo, sin necesidad de esnifar droga a través de imágenes futboleras y otras.
Una cosa es el deporte ejercitado por uno mismo,
y otra bien distinta es apalancarse en
la silla del bar o en el butacón doméstico para tragar fútbol por arrobas.
Ya se sabe que es mejor tener entretenida y soplada a
la población con opiáceos, que ponerla a
desenterrar reflexiones de esta ciénaga que pretende engullirnos al precio que sea.
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