Bueno,
no me enrollo, y os dejo este texto de otra época. Me ilusiona saber, a
través del amigo Marcos Cubelos, que Óscar Tahoces -gran artista-
guarda, pasados los años, mis palabras escritas en su nuevo local.
Prometo visitarlo en breve.
Hace
unos días estuve en el Morticia, uno de esos bares de noche que están en El
Temple. Uno, que no es muy dado a frecuentar los bares de la noche
ponferradina, no sabía de la existencia de este bar. Fui de la mano de mi
sobrino Pablo, que es músico de conservatorio al que también le gustan los
“Smashing Pumpkins”. Me puse en sus manos y me dejé guiar en la oscura noche de
los muertos vivientes. Me pareció ciertamente un local sugestivo, atrayente.
Como para volver a experimentar los olores sanguíneos de la muerte en vida, la
vida más allá de toda agonía.
Siento
atracción por el mundo de los vampiros y los fantasmas. Y la vida más allá de
la muerte sigue impresionándome por lo que
tiene de literario y/o cinematográfico. El baile de los vampiros, De
entre los muertos o Nosferatu, por poner sólo algunos ejemplos, son
películas apasionantes. Y no digamos Drácula, la novela de Bram Stocker. A
uno, en verdad, le gustaría prolongar su existencia más allá de los límites
conocidos, los límites que impone la cruedad de la muerte, aunque la inmortalidad
ansiada tal vez sea una condena insoportable. Pero a uno le sigue atrayendo la
vida eterna. “Tenemos que aceptar la crueldad de la vida y la necesidad de la
muerte -nos cuenta Hermann Hesse en sus Lecturas para minutos-, no con lamentos,
sino saboreando esta desesperación”. Si no nos queda de otra, así lo haremos.
Mientras tanto, seguiremos reconstruyendo la realidad apocalíptica a través de
la prosa.
La
decoración del Morticia me recuerda a Le Cercueil, o sea, El Ataúd, una cervecería que hay en Bruselas, cerca de la
Grand Place. Un sitio en el que uno puede tomarse una Chimay azul al amor de un
ataúd, encima de una caja mortuoria.
En el Morticia los féretros también hacen
las funciones de posabotellas. Y los vampiros asoman sus rostros de sangre y
muerte en la oscura noche de las psicofonías. El rojo y el negro son unos de
mis colores preferidos. Y el Morticia se viste con el rojo de la sangre
esparcida por los baños y el negro como telón de fondo.
El Morticia es un buen
lugar para refocilarse con los murciélagos y entrar en el mundo de lo
espectral. Uno puede pasasrse un buen rato mirando fotos y carteles: desde Bela
Lugosi a Gary Oldman.
No olvidemos que Bela Lugosi acabó siendo un intrépido chupador, un
auténtico vampiro. Y Oldman sigue conmoviéndonos con su interpretación en el
Drácula de Coppola.
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