El asunto es que Glass me llegó vía radiofónica. Es lo que tiene la radio. La primera vez que escuché su música, me pareció como de otro universo. Su minimalismo me caló hondo, y aún sigo enganchado a sus sonidos.
Pasado algún tiempo, después de este hipnótico descubrimiento musical, tuve la ocasión de escuchar a su Ensemble en la ciudad de Toledo. Esto debió ser a comienzos del 91, pero aquel día no estaba Glass al frente de su banda. Posteriormente, tuve la oportunidad de ver al propio Glass, solito y compuesto, tocando el piano, en el Emperador de León.
De origen origen judío, y convertido al budismo (tuvo la fortuna de trabajar con Ravi Shankar), este compositor y músico estadounidense, formado en la Juilliard Schol de Nueva York y en el Conservatorio americano de Fontainebleau, con Nadia Boulanger, es uno de los grandes del minimalismo musical (aunque rehuya del término), cuyo estilo resulta inconfundible, repetitivo, subyugante, gracias a la influencia, por ejemplo, del maestro hindú Shankar (el genio del sitar, las ragas y las talas).
Aparte de Shankar, Glass ha colaborado con los músicos de la talla de Mike Oldfield y David Bowie, así como con Bob Wilson, un dramaturgo de altos vuelos. Continúo escuchando con pasión a Glass.
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