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martes, 5 de octubre de 2010

Ilegales en la sala La Vaca de Ponferrada

Recupero este texto, reescrito y realaborado, después del concierto de Los Ilegales en la sala La Vaca de Ponferrada.



Me siento entusiasmado, después de ver/escuchar en concierto a Jorgito Martínez y a su banda rockanrolera: Alex al bajo, y David a la batería. Lástima que no los acompañara Juan, “el hombre lobo de Mieres” con sus saxofón, para obsequiarnos esta maravillosa canción cuyo título es Ángel exterminador (como la peli de Buñuel).


Jorge Martínez en La Vaca
La mítica banda de Ilegales, liderada por este astur aguerrido y sonador de muermos o mocos, al que me crucé a principios de año, en una calle de Oviedo, tocó hace unos días, nomás, en la sala La Vaca de Ponferrada. Enhorabuena a los chicos de La Vaca, que por cierto son paisanos (o casi) de Quintana de Fuseros, tierra hermana, o que tengo por tal. Un lujo, o sea, porque además ya no volverán a actuar, según nos dijo su cantante. “Adiós, amiguitos, este será el último concierto que dé en la provincia de León”, y a buen seguro fuera de León, al menos con este legendario grupo. Al parecer, Ilegales desaparecerá y Jorge se dedicará a seguir “farreando” por las Asturies y aun otros sitios jaraneros. Supongo.

La primera vez que vi en concierto a esta banda de astures/asturcones debió de ser en Vetusta "mola", hace ahora más de veinte años, que se dice pronto, aunque veinte años no es nada, como reza el tango Volver, de Gardel. Entonces yo era un joven universitario, que en noches de ocio y juerga, me dejaba caer por algunos garitos que hay en el casco antiguo de la ciudad “carbayona”.

Había un bar en esta ciudad, la Santa Sebe –quizá siga existiendo-, que solía frecuentar Jorge Martínez, vampiro de la noche, "macarra" con pinta de Nosferatu, coleccionista de guitarras y buen músico, siempre con su vaso en la mano, y rodeado de gachís, coleccionando, además de guitarras, chicas, como diría él. “Después de estas copas me iré a comer un kilo de carne”, recuerdo que dijo en una ocasión.

Aunque han pasado muchos años, Jorge no parece haber perdido la fuerza, se resiste a envejecer, incluso toca mejor la guitarra que en otros tiempos, mejor dicho las guitarras, pues es un fiel devoto de éstas. “La última la compré en Nueva York”. O quién sabe dónde. Suponemos que tiene tantas guitarras como chicas, el muy gamberro. Es, a buen seguro, lo que se lleva por delante. A Ilegales no sólo los he visto en concierto en Asturies, matria ansiada -cada vez más deseada- sino en el Bierzo, y en concreto en la localidad de Toreno. Ahí es nada. Y ahora en la capital del Bierzo.

Ilegales en La Vaca
Me gustan esas canciones que nos hicieron vibrar, a los entonces veinteañeros, en aquella década de los ochenta, como Tiempos nuevos, tiempos salvajes, Delincuente habitual, Al borde, Ángel Exterminador, Caramelos podridos, Destruye o Lavadora blues. Y sobre todo Europa ha muerto: ...No hay muro en Berlín. ¡No! No hay bases en Viena. ¡No! ¡No! No hay bancos en Suiza. ¡No! No hay Papa en Roma. ¡No! ¡No! Europa ha muerto. Europa ha muerto... Sí, la bella y contrastada Europa está muerta desde hace tiempo. Dos guerras mundiales la han convertido en un gran cementerio. Después de lo ocurrido en Auschwitz, y aun en otros campos y holocaustos... caníbales, sólo nos queda volver a la filosofía y el análisis de la pútrida realidad para, acaso, no caer de nuevo en tales barbaries.

Jorge Ilegal en el Fnac de Madrid (abril de 2010)
Con su semblante pelado, algo cadavérico y calavérico, y sus modales de chulín esnifado y anfetamínico (“joder, ahora nos han prohibido las anfetaminas”), Jorgito y su banda nos han inyectado, a lo largo y ancho de estos tiempos bestiales, algunos litros de sangre en las venas, la suficiente al menos para que sigamos, a estas alturas, bien despiertos y enérgicos hasta la madrugada, que es cuando los draculines se retiran a sus aposentos, luego de saraos miles.

A Jorge, como a uno mismo, tampoco le gustan nada los triunfitos ni las isabeles pantojas, “cualquier pasodoble es una puta mierda”, y mucho menos las marías teresas televisivas, porque a este tipo, al que le gusta hacerse el duro, le divierte -aunque no se ría ni sonría- entrar en la locura y salir de ella, indemne, supongo. Un juego peligroso pero apasionante.

Jorge seguirá tocando y enloqueciendo, sin duda, incluso de pasión por las "jambas", que decimos o dicen en el Reino "astur-llionés", y algún día esperamos encontrarlo de nuevo, tan vital, con sus nuevas músicas, tiempos salvajes. Quienes tuvimos la ocasión de estar en su concierto de La Vaca –un buen puñado de aficionados- sentimos sus vibraciones, su música potente, y su entrega total. No paraba de secarse la calavera con un pañuelo, de aspecto algo roñoso y arrebujado, con el que a su vez se sonaba los mocos, acaso con forma de moluscos... Que nadie se escandalice, Freud inventó el psicoanálisis para curarse de su adicción a la cocaína.  Y Jorge descubrió el moquero como solución a sus sudores. Nos deleitó con sus nuevas/viejas canciones, las de siempre, las que siempre seguiremos escuchando allá donde vayamos.



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