Vistas de página en total

miércoles, 27 de agosto de 2025

Las Asturies de Grau y San Esteban de Pravia


Ahora, que se está acabando agosto (aunque no termine de enfriar el rostro, y eso que necesitamos frío, mejor dicho lluvia, para que se concluya esta pesadilla, el horror de los fuegos, que nos están literalmente achicharrando), me apetece rememorar algunos momentos de esta época estival, que también suele sentarle de maravilla a mi espíritu. Aunque, como digo, el fuego lo está calcinando todo, toda nuestra realidad. 


El fuego inventó al ser humano (porque el fuego existe desde hace millones de años) y el fuego podría acabar con él. No quiero ser agorero ni apocalíptico. Pero sí siento una inmensa tristeza ante tamaño desastre que estamos sufriendo en el Bierzo y el resto de León, en nuestra Comunidad... Ojalá con nuestras lágrimas logremos parar este atentado terrorista contra la vida, que es nuestra naturaleza, nuestro paisaje, nuestra flora y nuestra fauna. 

A finales de junio comencé con el primer recorrido de verano, un viaje breve, de fin de semana, a Las Asturies de los míos amores, que es tierra hermana, adonde siempre me gusta viajar. 

Las Asturies -ya lo he contado en alguna ocasión-, son también mi matria/patria. No en vano, mi primer apellido es asimismo una aldea del concejo de Nava (Asturias). El padre y la madre como grandes referentes. A quienes uno les debe todo lo que es.

En este caso, me acerqué a Grado o Grau, como le dicen los astures, porque si dices Grado, yo creo que te apalean. Tantos cursos en la Universidad de Oviedo (tampoco tantos, sólo cinco) y nunca antes había estado en este lugar, pero nunca es tarde si la dicha es buena, según el refrán. Y siempre hay una primera vez. O no. Sea como fuere, Grau es un concejo limítrofe con Oviedo, al oeste de la capital astur. Se trata de una villa curiosina, apañada, en tiempos amurallada, con sus calles empedradas (mucho ada sin hache madrina), en el centro histórico, cuyo conjunto está declarado Bien de Interés Cultural, con edificios medievales y casas palacetes indianos, algo que resulta exótico. Al viajero le llamó la atención la casa palacete de Indalecio Corujedo, de influencia francesa, porque Corujedo era el mote con el que conocíamos a un peculiar tipo de mi pueblo (Corujedo, de Coruja, como nuestra revista cultural). 


Grau es una villa fluvial por cuyo entorno discurren el río Cubia y el río Nalón, que nace en el puerto de Tarna (el cual une las provincias de León y Asturias) y desemboca en San Esteban de Pravia y San Juan de la Arena formando la ría de Pravia. 

Me encantan los ríos... y los arroyos... Todo lo que fluye. Y me gustó recorrer su magnífico paseo fluvial a orillas del río Cubia (afluente del río Nalón), que resultó ser bien refrescante en aquellos días de calor. 


Grau es un lugar acogedor y animado, sobre todo en días de mercado, que se celebra en miércoles y domingos, con excelentes productos de la tierra, un mercado que se remonta, al decir de los lugareños, a la Alta Edad Media, y que atrae a muchos visitantes. Inolvidable asimismo su gastronomía, exquisito el pote, la fabada y el requesón en El rincón de la Pepa. Lástima que al final no probara sus tocinillos, que son unos dulces con mucha fama. 


Al parecer, el paraíso astur (Grau incluido) está atrayendo a los hispanoamericanos, como unas chiquitas guatemaltecas con quienes pude platicar en San Esteban de Pravia, que también visité en este viaje. Y en Grau vive ahorita la mexicana Norma, que decidió cambiar la monstruosa y a la vez fascinante Ciudad de México por este pequeño rincón del Noroeste peninsular. 


Cuántos recuerdos de la capital mexicana, del país azteca, cuando uno era un joven con las ilusiones intactas y todo un horizonte de posibilidades. Ojalá le vaya muy bien a Norma en su nueva andadura en las Asturies.

San Esteban de Pravia


Pues sí, como ya había adelantado, también me acerqué a esta población con su fragancia a heno de Pravia, es un decir. Una población astur donde nunca antes había estado. Eso creo. De Pravia es mi amiga Valle, con quien compartiera buenos momentos en mi etapa como estudiante en Oviedo. Y el Campillín como espacio de encuentro.

San Esteban de Pravia, o San Esteban, se halla en la margen izquierda de la ría de Pravia, en la desembocadura del río Nalón en el Cantábrico. Con un importante puerto hasta mediados del siglo XX, un puerto industrial, con sus imponentes grúas, declarado de interés histórico-industrial, un auténtico museo al aire libre.

En San Esteban de Pravia, donde también existen casas de indianos y lucen exóticas palmeras, finaliza la vía férrea conocida como Vasco-Asturiana, en la actualidad la FEVE. Aquella vía estrecha sirvió para transportar el carbón desde las cuencas mineras de Mieres, Teverga o Cangas del Narcea hasta la costa, desde donde partía para ser explotada por la industria siderúrgica vasca. 


Como dato curioso, al menos para uno, decir que hubo un proyecto de ferrocarril de Pravia a Villablino destinado a transportar hasta el puerto de San Esteban el mineral extraído en la cuenca alta del río Narcea y en la minería de la comarca del Bierzo.

San Esteban de Pravia es conocida asimismo por la senda costera de los miradores, que discurre desde el puerto de San Esteban hasta la playa de Aguilar. El primero de los miradores se halla en la ermita del Espíritu Santo. 


Cuenta Alicia Vallina -escritora astur y comisaria de la actual exposición en Ponferrada, Sorolla a través de la luz, a quien he tenido el gusto de saludar-, que el pintor valenciano Sorolla estuvo en Asturias en varias ocasiones. "En la primavera de 1902, tras una breve estancia en Valencia, se dirigió a León y, a continuación, ya entrado el mes de julio, a San Juan de la Arena, donde pasó el verano pintando. En la primavera del año siguiente viajó con su familia de nuevo a León, donde pintó escenas de mercado y, posteriormente, se trasladó a San Esteban de Pravia, donde pintó algunas de sus obras más relevantes del periodo de trabajo en el Principado, entre las que destacan Mar y rocas de San Esteban, Asturias; Segadora de Asturias y Campo de Asturias. En 1904 pasó la primera parte del verano con su familia en la región, donde pintó, de nuevo, obras como El Nalón, Asturias y quizá una magnífica nota de color en óleo sobre cartón titulada Caserío de Asturias". 


Hace ilusión saber que un pintor universal como Sorolla se sintiera atraído por Asturias y en concreto en esta zona del Nalón. 

Si bien soy del Bierzo, también me siento de esta tierra astur, de esta Asturias verde de montes y negra de minerales. Inevitable no traer a mientes la legendaria canción del extraordinario Víctor Manuel, cuya letra escribió el poeta salmantino Pedro Garfias.

El Bierzo y Asturias estamos hermanados. Somos hermanos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario