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sábado, 31 de diciembre de 2016

En el Tomelloso

Ayer noche, como ya viene siendo habitual en los últimos años, nos dimos cita un puñado de 'plumillas' en el histórico bar Tomelloso de Ponferrada. El Tomelloso, ay, me hace viajar de la mano de Antonio López por el sol de algún membrillo. 
Siento haber faltado el pasado año porque otros menesteres, que ya no recuerdo, me lo impidieron. Pero este año pude estar puntual en esta reunión. Estaba previsto que nos 'ajuntáramos' una veintena pero al final nos quedamos poco más de media docena, pocos y bien avenidos, que es lo que cuenta. Ni siquiera Juanma Colinas, el patrón del barco, estuvo presente para acompañar a sus colegas marineros a arribar a buen puerto. Y tampoco lo hizo el aventurero Valentín Carrera, que hace unos días andaba por Ushuaia.  
Cuenya, Alberto, Noemí, Gabriel, Toño, Raquel y Pablo

Cuídate, Juanma, recupérate. Baja esa fiebre. Y ponte bueno. A ver si coincidimos y quedamos en la próxima, que a buen seguro será en enero, con la ciberbotillada en Cacabelos. Este año tampoco quiero perdérmela, que no sólo de alimentos espirituales vive el ser humano, sino del vino y el botillo bercianos. 
No obstante, sí estuvo presente en cuerpo y alma el otro jefe y veterano periodista, el capitán y experto en lobos Toño Criado, que es cliente conocido del Tomelloso, esa cantina con solera, que invita a sus parroquianos y parroquianas a sentirse como en otra época. 
Se lo decía a Toño, en el transcurso de la comida, el Tomelloso me hace recordar a aquella otra tasca conocida como El Bolo, adonde solía ir con mis padres, cuando había que echar el día en la capital del Bierzo. Entonces, Ponferrada parecía que estuviera a años luz de Noceda. Entonces, el tiempo era otro. Y el espacio se revelaba enorme bajo los ojos atónitos de un rapaz acostumbrado a un pueblo del Alto Bierzo.
Conservo bellos recuerdos de aquel bar, El Bolo, que contaba con una estupenda terraza, cubierta de parras, eso recuerdo, a lo mejor no era como lo recuerdo. A mi padre le gustaba mucho. Y eso me emociona. En todo caso, la vida es como uno la recuerda. 
Al amor y calor de unos vasos de vino (de vino honroso, como recordara Toño Criado que dijera el maestro Pereira) y unas tapas de pulpo, hablamos y reímos. Ah, también el dueño (César, creo recordar que así se llama, mi memoria ya no es elefantiásica, bueno, tampoco recuerdo si Pereira decía vino honroso o algo así, vaya lío) nos sirvió unos pedazo tortilla de patata aderezados con callos en su salsa, que estaban de rechupete.  
Siempre resulta agradable intercambiar pareceres, conocer a gente (de los que estábamos sólo conocía a Noemí, Alberto y a Toño). Fue un placer compartir con todos y todas (Raquel, Gabriel y Pablo, aparte de los ya mencionados) viandas, vino honroso y charleta. 
Me prestó este encuentro. Hasta el próximo.

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