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martes, 11 de junio de 2024

La ciudad milenaria del faro, una belleza balsámica

 Llegando esta época casi veraniega a uno le entusiasma acercarse a la costa, religarse con el mar, que es hipnótico y procura buenas vibras. Y es que a uno, que es de tierra adentro, o marinero de río, como dice el escritor y periodista Emilio Gancedo, le gusta el mar, también los ríos, los manantiales, los regueros y las reguerinas. Todo aquello que fluye.

Un sitio excelente para darse un garbeo en fin de semana (como este pasado) es la ciudad milenaria del faro. De vez en cuando la brisa marina broncea tus ilusiones y te ayuda a cargar las pilas. La ciudad milenaria del faro es una belleza balsámica.

Me fascinó recorrer sobre todo la zona de la torre de color caramelo, del faro (patrimonio mundial por la Unesco), el más antiguo del mundo en activo, al decir de algunos. Y sentir los menhires como si me hubiera trasladado a otra época, en un viaje en el tiempo. Me gustó, he de decirlo, visitar lugares de costumbre, porque a menudo se hace con una mirada nueva. Volver a ver los lugares bajo otro prisma, ya sea regular o uniforme, recto u oblicuo, porque la mirada nunca es la misma y la emoción con la que se siente tampoco.

Cementerio musulmán

Me gustó aproximarme al conocido como cementerio moro, que fue creado para dar sepultura islámica a los musulmanes muertos durante la Guerra Incivil, pasear por la playa de Riazor y la ensenada de Orzán, dejarme extasiar con sus puestas de sol, con el obelisco del Millenium al fondo, sumergirme en la Marina, entre las galerías acristaladas del siglo XIX y el antiguo puerto, otear la antigua isla del castillo de San Antón, o aspirar la fragancia palmeral, exótica, de los jardines Méndez Núñez, con su kiosco Alfonso y su casino.
Kiosco Alfonso
Me encanta volver una y otra vez a esos lugares que me despiertan emociones, que me invitan también a la reflexión, a sentir la vida en su plenitud, porque la vida es un suspiro, que se nos va en nada, sobre todo cuando la disfrutamos día a día, sorbo a sorbo. Otra cosa bien distinta es cuando la vida muestra el rostro agrio de del dolor, del sufrimiento, entonces todo cambia. Y el suspiro como lapso de tiempo muy breve puede trocarse en llanto.
Como sólo tenemos una vida, y además es tan breve, me apetece vivirla con el carpe diem que procura cada instante, como si fuera una eternidad, La eternidad y un día, como el título de una película de Angelopoulos, donde asistimos a los pocos días de vida que le quedan a un escritor griego, al cual se le plantea el dilema de morir como alguien ajeno a los demás o bien aprender a amarlos y comprometerse con ellos.
El fin de semana largo en la ciudad del faro ha sido estupendo. De vez en cuando apetece viajar a esta tierra tocada por la magia de las meigas y la brisa del mar con aroma a pulpo à feira. Por lo demás, uno siempre puede descubrir algo, como la plaza del humor, que queda al lado del mercado de San Agustín, en pleno casco histórico, próxima a la emblemática plaza de María Pita.
El suelo de esta plaza del humor está decorado con caricaturas y viñetas de grandes pensadores, comediantes y humoristas, entre ellos Woody Allen, o bien Sócrates, Esopo, Aristófanes, Boccaccio...Tono, Mihura... Pepe Isbert, Mafalda... Asimismo, pueden verse monumentos a excelentes escritores gallegos:

Vicente Risco, Wenceslao Fernández Flórez (autor de El bosque animado) y Julio Camba (oriundo de Vilanova de Arousa como Valle-Inclán), aparte de dos bancos donde aparecen sentados Castelao en uno y Cunqueiro en otro. Curiosa plaza.
A propósito de María Pita, Coruña (tanto la ciudad como la provincia al completo) es cuna de grandes mujeres, claves para entender la historia y el arte de España,
Plaza del humor
entre ellas la propia María Pita -heroína que defendió la ciudad asediada en 1589 por la flota inglesa del corsario Drake, cuya estatua preside la majestuosa plaza que lleva su nombre, donde se encuentra el ayuntamiento de esta ciudad-, además de Rosalía de Castro, tal vez la mejor poeta del Romanticismo español, y Emilia Pardo Bazán, escritora enorme y una adelantada a su tiempo.
Cabe recordar que Rosalía y Emilia fueron amigas, sentían admiración la una por la otra, y llegaron a ser vecinas en la ciudad de Coruña, en la Ciudad Vieja.
Rosalía llegó incluso a dedicarle unos versos a su colega Emilia, y ésta ayudó a la autora del poemario Follas novas en asuntos económicos.

¡Adiós!, montes e prados, igrexas e campanas,
¡adiós!, Sar e Sarela, cubertos de enramada,
¡adiós!, Vidán alegre, muiños e hondanadas,
Conxo, o do craustro triste i as soedades prácidas,
San Lourenzo, o escondido, cal un niño antre as ramas,
Belvís, para min sempre o das fondas lembranzas,
Santo Domingo, en onde canto eu quixen descansa,
vidas da miña vida, anacos das entrañas.
E vós tamén, sombrisas paredes solitarias
que me viches chorare soia e desventurada.
¡Adiós!, sombras queridas; ¡Adiós!, sombras odiadas;
...............outra vez os vaivéns da fertuna
...............para lonxe me arrastran.
            (Rosalía de Castro, Follas novas)


Al lado de la plaza de la Constitución está la calle del Príncipe, una rúa antigua y señorial de la Ciudad Vieja en la que vivió Rosalía de Castro con su familia, en concreto en el número 3. Y la condesa Emilia Pardo Bazán en el número 11 de la calle Tabernas, que es en la actualidad sede de la Real Academia Gallega. La propia Emilia Pardo Bazán, que cuenta con una estatua en los jardines de Méndez Núñez de Coruña, fue una de las promotoras de dicha institución. Y ella misma, su espíritu, o sea, me guio hasta Meirás.
Pues sí, Meirás existe en el mapa. No es un territorio mítico, fabuloso, como Macondo, Comala o la Región de Benet.
Meirás existe, sí (un poco de humor siempre viene bien). Y aquí se halla el famoso pazo, cercado por un muro de piedra, que el Caudillo, tan ladino él, se quedó en propiedad, a sabiendas de que este pazo era propiedad de la aristócrata Pardo Bazán, que le sirvió para inspirarse en sus escritos.
Aunque sabía que lo encontraría cerrado -las visitas guiadas son con cita previa, creo que en grupo-, me apetecía aproximarme a sus muros con garitas y troneras en todo su perímetro, los muros de la patria nuestra, acaso para encontrar la inspiración que encontrara esta gran viajera por la Europa adelante, quien fuera una vanguardista, hablo de la creadora de Los pazos de Ulloa
Pazo Meirás
(por cierto, he comenzado a ver la serie que para la televisión española dirigiera el cineasta Gonzalo Suárez, director honorífico que fuera de la escuela de cine de Ponferrada en la que tuviera a bien trabajar desde su puesta a punto, incluso antes, hasta su cierre).
El pazo de Meirás, en realidad un castillo, se halla en una zona boscosa, apartado de la aldea de Meirás, que cuenta con un cruceiro llamativo. Bueno, los cruceiros son todo un símbolo en Galicia.
Cruceiro Meirás
La próxima vez a ver si puedo adentrarme en sus muros. Aunque miedo me da que se me aparezca el Generalísimo con su voz de pito... pito pito gorgorito... pin, pon, fuera.
"Españoles, Franco ha muerto".
Regreso a la milenaria ciudad del faro, que se me antoja una belleza balsámica, para finalizar este recorrido subiendo al monte de San Pedro. Y, aunque para ascender a la cima existe un ascensor acristalado, prefiero hacerlo a pie.

Desde monte de San Pedro


El día está orballante, lo que no es impedimento para que, provisto con chubasquero, pueda alcanzar el objetivo. Con estas panorámicas siento la ciudad en todo su esplendor azotada por la brisa del océano Atlántico.


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