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jueves, 13 de junio de 2024

As bestas, de Sorogoyen

Vi por primera vez la película As bestas en la Térmica Cultural de Ponferrada el pasado mes de agosto, con la presencia de su director Sorogoyen y la actriz ponferradina Mapi Galán, que ejerció como conductora de la presentación y coloquio posterior de la película, la cual me sacudió las entrañas, porque los personajes son genuinos, muy bien interpretados por un elenco actoral portentoso, como es el caso del actor Zahera (brutal, sobrecogedor, da miedo), que te eriza todos los vellos de la conciencia y la subconsciencia.

Aunque los demás personajes interpretados por Ménochet, Marina Foïs, Marie Colomb y Diego Anido (cual si fuera un discapacitado mental, tarado de mierda, así le dice el personaje encarnado por el actor francés Ménochet) también resultan bien creíbles, aparte de actores no profesionales y figurantes que intervinieron en el rodaje.

El título de la película entraña un significado simbólico, ya que contiene lo que vamos a ver, haciendo referencia a la fiesta popular de A rapa das bestas, que consiste en cortar las crines a los caballos salvajes para desparasitar a estos animales antes de devolverlos al monte. Por tanto, As bestas, que fue premiada con nueve Goyas, entre ellos a la mejor película y mejor director, nos muestra la violencia salvaje de unos seres aferrados a su terruño, con una puesta en escena de la maldad del ser humano-animal, a partir de una historia real acontecida en el concejo de Petín (Ourense), lo cual nos invita a reflexionar una vez más acerca de la condición humana. Todo ello con el trasfondo de los parques eólicos proyectados en los montes donde viven estos caballos salvajes. Energía renovable sí, pero no a cualquiera precio y en cualquier lugar. El hecho de que el francés no firme a favor de los eólicos supone un conflicto. En el Bierzo también sufrimos esta invasión de los parques eólicos, incluso en lugares con un enorme valor ecológico.

Algunas escenas de As bestas nos escalofrían el alma y otras, como el diálogo entre las actrices francesas, madre (Marina Foïs) e hija (interpretada por Marie Colomb), resultan reveladoras, porque ambas tienen sus razones en lo que plantean. Al final, parece triunfar el amor de Olga frente al miedo, el rencor y la venganza.
Todo ello ambientado en unos paisajes que, como berciano, me resultan familiares y cautivadores.
A Mapi Galán, a quien invité a participar en Tardes de cine en Bembibre, hacía tiempo que no la veía.
Por cierto, un milagro que al final pudiera ver As bestas en la Térmica cultural de Ponferrada.
Se trata de una coproducción entre España y Francia. Y está rodada en tres idiomas: francés (familia francesa), gallego (vecinos de la aldea), y castellano. 
Mapi Galán y Rodrigo Sorogoyen














He podido volver a visionar esta película y sigue causándome el mismo impacto que la primera vez, lo que significa que estamos ante una obra maestra, un thriller (como se dice en el argot del cine) que nos sumerge en la violencia y el miedo (además de la desconfianza, el rencor y la venganza), la violencia de los hermanos Anta, Loren y Xan, que nunca han salido de su aldea, hacia el matrimonio francés protagonista y el miedo de este matrimonio, ambientado en la ruralidad gallega -en realidad berciana-, en escenarios naturales, pues gran parte de la película (en cuya primera parte tiene gran peso el personaje de Antoine, y cuya segunda parte el peso recae en su mujer, Olga) está rodada en su mayoría en la aldea de Quintela de Barjas, situada a poco más de cincuenta kilómetros de Ponferrada (también puede reconocerse la estación de autobuses de la capital del Bierzo).
Vega de Valcarce, Villafranca del Bierzo también fueron escenarios de rodaje. Y en concreto en la aldea pontevedresa de Sabucedo se rodaron los primeros minutos de la película, donde asistimos, a cámara lenta, al espectáculo-lucha de A rapa das bestas, que nos anticipa lo que vamos a ver.
Este filme ha sido calificado por la crítica como un western moderno en el sentido de que, como en los desiertos y praderas de las películas del Oeste americano, en este caso en la frondosidad de los bosques, con la inclemencia del invierno como elemento hostil, son reflejo de lo salvaje frente a lo civilizado. 
Desde el inicio se masca una violencia, una tensión que va incrementándose hasta el clímax. 
Conmovido me siento. 

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