El gran Aniano Gago, a quien recuerdo, siendo un rapacín, en Noceda del Bierzo, de la mano de Miguel Ángel García (Corresponsal de TVE en Berlín) y en Viñales, de la mano de Eduardo Keudell, me dedica estas reseñas en El picoteo del Gorrión. Muchas gracias, querido Aniano, por todo.
26/octubre/miércoles
Un partido de Copa del Rey me lleva a mis años de futbolista en Zamora, allá por los finales de los años sesenta y primeros de los setenta. Juegan la Cultural Leonesa y el Real Madrid. Sólo una vez se enfrentaron estos equipos. Fue en 1955-56, en Liga, la única temporada que el club leonés militó en Primera División. En aquel Madrid jugaba Alfredo Di Stéfano, al que recuerda Raúl Álvarez, el único jugador vivo leonés que se vistió en aquel encuentro. Raúl Álvarez recuerda a Di Stéfano como un fuera de serie, lo que era, claro. En la entrevista este jugador le hacen en un periódico local recuerda que el partido se jugó con mucho frío, propio del invierno de esa tierra. Y dice que para matar ese frío “a las botas había que meterles algodón encendido en alcohol para poder ponértelas…; la ducha no tenía agua caliente y el jabón era Lagarto. Geles no había, y quitarte el barro…”. Estas palabras me recuerdan mi propia realidad cuando yo jugaba en el Zamora Damm de la capital. El estadio Ramiro Ledesma estaba junto al Duero y las nieblas en invierno eran terribles. Hacía un frío penetrante y también calentábamos las botas de futbol con algodones encendidos tras bañarlo en alcohol. Las botellas de butano se agotaban con rapidez y había que ducharse con agua heladora para quitarnos el barro. Tenía entonces diecisiete y dieciocho años. Y aquellas condiciones nunca me arredraron. La juventud puede con todo. Pero tengo que decir que a la entrada del estadio había una placa grabada con una frase de Ramiro Ledesma Ramos, seguidor de Hitler, cofundador de las JONS, (Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista y más tarde FE de las JONS) que nunca he olvidado: “Sólo se alcanza la categoría de vencidos después de haber luchado y en eso se distingue el vencido del desertor y el cobarde”. Al entrar y salir tantas veces de aquel estadio me llevó a leer la frase de marras. ¡Cualquiera se atrevía a a no correr en los partidos! Entonces las ideas fascistas aún tenía vigencia en Zamora y en toda España. A Franco le quedaba poco de vida, pero le quedaba. Ramiro Ledesma Ramos era natural de Alfaraz de Sayago, Zamora, y a los nacidos en esa tierra nos castigaban con sus ideas.
Por la noche acudo a la librería de referencia de Valladolid, Margen. Presento el libro del escritor berciano Manuel Cuenya “Mapas afectivos”. Viene al acto el novelista hispano argentino Eduardo Keudell y varios amigos del escritor y míos. En estos actos cuesta mucho reunir a número importante de personas. Pero lo conseguimos: casi se llenó el salón de actos de la librería. Gracias a Manuel Cambronero, persona llena de sabiduría y afectividad, tuvimos la oportunidad de hablar en Margen de un libro entrañable, emocionante en muchos aspectos. Cuenya es un escritor que escribe de viajes yendo más allá de la crónica descriptiva. Profundiza en el fondo, en el alma, de las tierras que visita, escarbando en la personalidad de las gentes. Lo mismo de Canadá que de Holanda, de Berlín que de París, de Marruecos que de Galicia, o León, o Salamanca. Con vocación universal y verbo culto Manuel Cuenya ha conseguido con este libro situarse entre los mejores escritores del género, en la línea de otros leoneses como Jesús Torbado, Julio Llamazares o Valentín Carrera.
Y esta otra del 6 de octubre, previa a la presentación de Mapas afectivos en la librería Margen de Valladolid.
6/octubre/jueves
Leo el libro de mi amigo el escritor berciano Manuel Cuenya “Mapas afectivos”. Título precioso y prosa extraordinaria. Un conjunto de relatos de viajes llenos de conocimiento y sabiduría. El día 26 está prevista la presentación en la librería Margen de Valladolid. Manuel quiere que se lo presente yo, y eso haré encantado. De momento, disfruto con sus viajes a Holanda, Portugal, Inglaterra, Grecia o Canadá junto con otros interiores a Salamanca, Zamora o León. Una mezcla de lo próximo y lo lejano. En “Mapas afectivos” Manuel Cuenya demuestra que es cierto lo que escribió su admirado escritor portugués Miguel Torga: “la más profunda y universal historia del ser humano se encuentra en la aldea más cercana”.
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