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martes, 10 de junio de 2025

Cáceres, ciudad-atalaya de la Humanidad

 Me entusiasmó viajar a Cáceres en la pasada Semana Santa, después de una parada en Salamanca, que es mapa de los afectos, adonde siempre viajo encantado, porque en esta ciudad charra he pasado grandes momentos de mi vida. Y además gusté de la apacibilidad de su vivienda allá por los inicios de los noventa.

https://cuenya.blogspot.com/2024/11/el-fin-de-semana-en-salamanca-del.html

https://cuenya.blogspot.com/2017/09/salamanca-de-cielo-azul-y-luz-dorada.html

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Llevo a Salamanca en las venas porque allí pasé momentos extraordinarios, que he contado en algunas ocasiones. Como han quedado recogidas, al menos algunas impresiones y emociones, en Mapas afectivos.


No es primera vez que viajo a Cáceres. Creo recordar que mi primera vez fue a principios de los años dos mil. Y después he vuelto en alguna ocasión, como en el año de 2022, donde pude estar con los amigos Agustín y Abel, a quienes conocí precisamente en los años noventa en la ciudad de Salamanca. De ese viaje extremeño di cuenta en este mismo blog, aunque, ahora que recuerdo, a duras penas mencioné la ciudad de Cáceres.

https://cuenya.blogspot.com/2022/04/extremadura-berciano-leonesa.html

https://cuenya.blogspot.com/2022/04/jaraiz-de-la-vera-capital-del-pimenton.html

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Así que ahora me centraré en esta ciudad con más de dos milenios de historia y cerca de cien mil habitantes.
Se muestra además como un excelente decorado cinematográfico, donde se han rodado secuencias de películas como La Celestina, de Gerardo Vera, que me apetece ver de nuevo, o Teresa: el cuerpo de Cristo, de Ray Loriga, que he visto recientemente, o bien 1492; la conquista del paraíso, de Ridley Scott, que ya casi no recuerdo, o series como Juego de tronos, que nunca he llegado a ver. Sobre este asunto cinematográfico se puede obtener información detallada en la Oficina de Turismo, que está situada en la plaza Mayor, la cual luce espléndida tanto de noche como de día.

Por la tarde noche la plaza Mayor suele estar atestada de oriundos, también de foráneos, aunque también he llegado a ver esta estupenda plaza vacía en invierno. Y cuando Cáceres no era una ciudad tan visitada por turistas. Las hordas de turistas, ay, acaban colonizando lo que le pongan por bandera o banderola. En el fondo, todos acabamos siendo turistas, algunos de medio pelo. Después de la pandemia nos hemos vuelto majaras perdidos y nos hemos lanzado al ruedo, a conquistar o reconquistar el mundo. La Reconquista turística ya ha comenzado y tiene visos de continuar su andadura por derroteros aún inimaginables.


Desde la plaza Mayor, punto neurálgico rectangular de la ciudad, puede uno adentrarse en otra época atravesando el arco de la estrella. En la propia muralla se halla la torre de Bujaco, construida en el siglo XII por los almohades sobre una fortificación romana, desde donde también las vistas son maravillosas tanto a la plaza Mayor como al resto de la ciudad amurallada.


En la plaza Mayor también están la Torre de la Hierba, la de los Púlpitos y el Ayuntamiento, además de la mencionada torre de Bujaco, y en esta singular plaza se festejan todo tipo de fiestas, incluida la Santísima Semana. Por cierto, en este viaje reciente me topé con las procesiones semanasantinas, que, aunque amenazaba lluvia, hicieron su acto de presencia. Entre el gremio procesional noté harto fanatismo. Pueden insultarte y hasta arrearte si te saltas alguna de las normas que estable la cofradía de turno, como el hecho de querer abandonar el barullo de gente en que puedes verte de repente inmerso.


Las procesiones se me antojan puro folklore, al que se suman, incluso nos sumamos, quienes no creemos en velorios, como a buen seguro diría mi padre, que era un ser espiritual, como uno mismo, aunque descreído. Por cierto, El velorio, así titulé una obra de teatro, que fue una reescritura y adaptación de una obra de Valle-Inclán, que me procuró mucha satisfacción, pues llegamos a ponerla en escena en el Primer Festival Nacional para mayores inscritos en programas universitarios que se celebró en Alicante en enero del 2010, y donde compitió con la Complutense de Madrid, la Universidad de Valladolid, la de Murcia y anfitriona Universidad de Alicante.

https://www.diariodeleon.es/bierzo/91118/1377204/grupo-teatral-campus-participa-certamen-teatro-nacional.html

El recorrido que hice por la monumental ciudad de Cáceres me trasladó a otra época, a otro siglo, incluso a la época de Norba Caesarina, como se conocía en época romana a la capital extremeña. De ahí tal vez su nombre actual. Aunque también podría hacer referencia, en árabe, a los casares. Quizá esto me lo estoy inventando. Pero, como la imaginación es libre, pues eso.
Sí, es Al Qazris, o alcázares.

La zona amurallada, con su muralla romana del siglo I -Patrimonio de la Humanidad-, con sus calles empinadas y empedradas y sus cuatro puertas: la de Mérida y Coria, ya desaparecidas, el Arco de la Estrella y el Arco del Cristo, parece conservarse en su ser primigenio, casi igual que en el siglo XV, con sus palacios, como el Moctezuma (como símbolo del mestizaje de la conquista), o el de Carvajal, con su torre cilíndrica y un jardín donde crecen diversos árboles, y la torre de los Golfines, que da nombre a una bella plaza empedrada.
De la plaza de los Golfines se sale a la de San Jorge, que está dominada por las torres blancas de la antigua iglesia de los jesuitas.
Otro lugar de gran interés es el palacio de las Veletas, que hoy alberga el Museo de Cáceres, donde puede visitarse un aljibe hispanoárabe, heredero de las cisternas bizantinas de Estambul.
Qué bueno, de Cáceres a la ciudad de Estambul.
Cerca del museo de Cáceres -todo queda a mano en el casco histórico- se halla la conocida como concatedral de Santa María, el primer templo cristiano que se hizo tras la conquista, que es de estilo románico y gótico. En su muro exterior, podemos ver la estatua de San Pedro de Alcántara (el patrón de Extremadura), que preside la plaza de Santa María, que sirvió de escenario para el rodaje de La catedral del mar, una serie televisiva basada en la novela homónima de Ildefonso Falcones. 

Asimismo, se puede visitar el Baluarte de los Pozos (que procura información sobre las juderías), el cual garantizaba el suministro de agua en caso de asedio en la judería vieja, en el barrio de San Antonio, con su ermita del mismo nombre, del siglo XV, que se levantó sobre el terreno de una antigua sinagoga. En esta ciudad convivieron judíos, musulmanes y cristianos, quiero suponer que en armonía, aunque el fanatismo religioso, el fanatismo en general, es una lacra.


Panorámica de Cáceres, de esta Semana Santa. Una estampa que nos traslada a otra época. Un espacio-tiempo fundido como un buen queso extremeño

La idea en este reciente viaje a Cáceres fue sobre todo alcanzar el mirador de San Marquino, donde se encuentra el banco con las mejores vistas a esta ciudad-atalaya, que me ha gustado visitar una vez más, porque en cada visita uno acaba viendo y sobre todo sintiendo emociones que nunca o casi nunca se repiten. Ahí reside tal vez el encanto. Por eso, como nos recomendara el bueno de Saramago en su Viaje a Portugal, hay que volver a los pasos ya dados porque "el viaje no acaba nunca. Solo los viajeros acaban.

E incluso estos pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en relatos... El fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo que se había visto en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, ver la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que ha cambiado de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino".
De Cáceres a Badajoz hay menos de cien kilómetros. 

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