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jueves, 20 de febrero de 2020

El mar tunecino

23/12/2019

Ayer fue día de más o menos reposo. Aunque mis "vacas" no son para reposar. Que para eso ya tengo mi refugio en mi útero de Gistredo, en la matria, mi matria de las fuentes curativas, balneario perfecto para relajarme y disfrutar del huerto que proclamara Epicuro, con la templanza de un estoico, que es como contemplar toda la belleza del universo contenida en recuerdos amorosos de infancia dichosa, la felicidad de la niñez, la única matria verdadera, todo sea dicho.

De repente, vuelvo con la imaginación a mi tierra, que tanto me ha marcado.
Sin embargo, cada instante es único. Y debemos disfrutarlo. Y el presente es lo que nos toca vivir.
Lamento el fallecimiento de Jesús, el marido de Mari Carmen, porque Jesús era un hombre bueno. Conservo estupendos recuerdos suyos, incluso de mi etapa ovetense, pues en Oviedo vivía Jesús con su familia, aunque le encantaba Noceda. Le apasionaba jugar la partida en el mesón de Las Chanas, le gustaba conversar, él que era de la Bustarga, de ese Bierzo remoto y bello, como lo es por lo demás nuestra comarca leonesa. Mucho afecto para su familia: Mari Carmen, sus hijas, su suegra Mari Ángela, para todos sus seres queridos.


También siento la pérdida de Nines, la madre del amigo periodista Toño Criado, que llegó a ser alumna de la Universidad de la Experiencia en el campus de Ponferrada. Un abrazo afectuoso, Toño.
La muerte de las personas queridas me tiene muy sensibilizado.
Pero volvamos a Túnez, donde aún sigo y donde pasaré la Nochebuena y la Navidad.
Ayer fue, decía, día de cierto relax, con paseo sosegado por la preciosa Medina de Hammamet. Algunos mercaderes ya me identifican y se limitan a saludarme, sin ponerse pesaditos con las supuestas compras de rigor. No he bajado al moro tunecino para comprar. Ya lo había dicho. Sólo en busca de luz solar y una agradable temperatura. 

Pasear con tranquilidad por la Medina de Hammamet resulta una experiencia gratificante. La paz y el silencio valen oro. Y al final uno busca también esa paz, esa armonía del ser con el todo, del ser con el paisaje blanquiazul (el blanco y el azul como tesoros), y con el paisanaje.
Y luego, después de comer, un paseo por la enorme playa de Yasmine Hammamet, donde se halla mi hotel, Lella Baya, que esta petado desde ayer. Y a veces no va bien el wifi porque supongo que no tiene suficiente potencia para conectar a tanto personal. Un problema que deberían resolver. Haber venido a este hotel no está mal como experiencia por una vez en la vida.

Me encuentro a gusto. Y los camareros son bien amables. El personal es acogedor. Y los animadores [también hay una jovencísima y simpática animadora] son magníficos. Pero creo, estoy convencido, casi seguro, que la próxima vez no volveré aquí. Y viajaré de un lado a otro, sin ningún tipo de atadura a ningún hotel ni a nada, que es como realmente me gusta viajar. Aunque estando en este sitio también he podido moverme más o menos como he querido.

Si sois viajeros y viajeras, no os quedéis en un solo hotel, caminad, salid, trotad por el mundo adelante.
Tal vez lo mejor de ayer haya sido -ha sido con seguridad-, el encuentro en el hotel Lella Baya con Joel y Angélique. Angélique, una francesa cercana, sencilla. Y Joel, un fenómeno de la Naturaleza. Un hombre de 69 años que se ha hecho a sí mismo, como suele decirse, que comenzó siendo un rapacín a trabajar en su país de origen, Francia, como panadero, boulanger, luego se enroló en la Armada y finalmente se dedicó como camionero a recorrer el mundo. Bueno, también fue, creo, empresario de una plantación en África, continente que le apasiona. Y que recorre con asiduidad. Un viajero que conoce medio mundo: África, Asia, América. 


Dice que no le interesa mucho Europa, ni siquiera Francia, aunque allí tiene sus afectos y a su nieta. Un tipo que habla como una locomotora. A un ritmo endiablado, vertiginoso. Hay que poner en funcionamiento, a toda vela, los cinco sentidos para seguir su discurso, bien nutritivo. Dice cosas extraordinarias, reflexiones de gran lucidez, en mi opinión, acerca del mundo desde un punto de vista sociológico, político, económico. Un autentico crack. Que ademas resultó ser entrañable. Pena que ya se haya ido hoy, porque a su lado uno aprende muchísimo, además de agudizar el oído.
A ver qué nos depara el día de hoy, quizá vaya a Sousse para volver a tener una nueva mirada sobre esa ciudad marina, pues me quedaron ganas de revisitarla y sobre todo un puerto que me han recomendado, El Kantaoui, creo recordar. El mar sigue fascinándome.

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