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martes, 27 de febrero de 2024

Un pequeño gran susto, de María Luisa Mainato Quizhpilema

 

Un pequeño gran susto es el título que nos ofrece la joven narradora Luisa Mainato para contarnos una historia que bien podría ser autobiográfica. Escrita con sencillez y naturalidad, sin artificios, empleando un narrador en segunda persona del singular, la creadora de este relato logra enseñarnos un camino de crecimiento personal.

  (Taller de composición de relatos de la Universidad de León, impartido por Manuel Cuenya)

Un día te despiertas con un leve dolor en la espalda baja del lado derecho, pero decides no darle importancia pues tienes la certeza de que desaparecerá. Pasan los días y el dolor incrementa, sobre todo al caminar o cuando te sientas. Empiezas a preocuparte porque nunca antes habías tenido un dolor similar a este. Vas a urgencias porque las citas médicas más próximas son para después de dos semanas. Él médico de urgencias te dice que podría tratarse de un gas atrapado o de cálculos renales y, de ser así, te dolería un montón. Te pone una inyección y te receta analgésicos y antiinflamatorios. Ahora tienes que esperar dos largas semanas hasta que tu cita con medicina interna llegue. Aunque tienes la esperanza de que el dolor vaya desapareciendo con el transcurso de los días, la preocupación sigue viva, algunos ratos con más intensidad que otros. En una llamada, la hermana de tu novio te recomienda preparar infusiones con plantas medicinales, que son buenísimas para los riñones. En una tienda de herbolario solo consigues llantén, uña de gato, linaza y manzanilla. Te preparas la bebida, pero tampoco mejoras y tu preocupación aumenta cada vez más. Cuando tus papás y tus hermanos te preguntan cómo estás, decides guardar algunos detalles con el objetivo de no preocuparlos. En otra llamada, la hermana de tu novio te comenta que a lo mejor ella va a ser tía. Te quedas procesando durante un largo rato lo que te ha dicho porque quizá no has entendido lo ha querido decirte, ¿o sí? A lo que ella continúa: es común que duela la parte baja de la espalda cuando un bebé viene en camino. Tus cachetes empiezan a sonrojarse porque de alguna manera sabe que su hermano y tú han llevado el amor más allá de unos besos. Tu única respuesta es una risa nerviosa. Al poco rato, miles de pensamientos han inundado tu delicada mente y te preguntas: qué pensarán de mí los demás, qué dirán las personas que han hecho lo posible para que este aquí, qué dirán mis compañeros de clases, mis profesores, mi familia, mis amigos, mis vecinos y todos los que me conocen, aunque me hayan visto una sola vez en su vida. No sabes cómo actuar ante la idea de un embarazo, tampoco sabes cómo vas a hacer con los estudios. Crees que decepcionarás a tus padres, a tus hermanos y a todos los que confiaron en ti. Es verdad que tu sueño siempre ha sido ser mamá, pero no en estos momentos, no ahora, no aquí, donde no conoces a nadie, apenas llevas un mes en este país. Te preguntas: qué voy hacer. Lo rumias una y otra vez… pues estás a miles de kilómetros de casa, de tu país. Para tu novio, un bebé sería el regalo más bonito de la vida, sería una muestra del amor sincero, pero le preocupan tus estudios, sobre todo porque el gran océano atlántico los separa. Sabe que tienes un alma sensible y que lloras por lo más mínimo. Por eso a él le gustaría estar a tu lado y, cuando un pensamiento perturbe tu tranquilidad, él podría ofrecerte su cálido pecho, rodearte con sus brazos, acariciarte con delicadeza, mientras te diría con una dulce voz que todo va a estar bien; por fortuna su ternura logra frenar que tu corazón siga acelerado. Durante la última semana habías sentido mareos, lo que atribuiste a la medicación que estabas tomando. Ya no podías seguir con la duda, así que te armaste de valor para comprar una prueba de embarazo.


Habías leído que debe utilizarse la primera orina de la mañana para que la prueba fuera más efectiva, así que decidiste que lo mejor era esperar. Por alguna extraña razón esa noche dormiste con tranquilidad, pero todo cambió cuando amaneció, estabas nerviosa y con más miedo de lo normal. Leíste con detenimiento cada una de las instrucciones de la prueba de embarazo y te pusiste en marcha. Fuiste al baño, tomaste la muestra en un recipiente de plástico, regresaste a tu habitación, asegurándote de que nadie te viera, pusiste el recipiente en la mesita de noche, retiraste el tapón de la prueba y volviste a leer las instrucciones para que nada se te escapara. Después introdujiste la prueba en el recipiente durante tres segundos y volviste a poner el tapón, este paso te resultó el más difícil, tus manos temblaban demasiado, pero al final lo conseguiste y colocaste la prueba en una posición horizontal, tal como aseguraban las instrucciones. Viste cómo la muestra de orina pasaba por las ventanas del resultado, observaste una primera línea en la ventana de control y esperaste durante tres minutos para ver si aparecía o no otra línea. Los segundos se te hicieron horas y los minutos, días. No dejaste de ver la prueba ni tampoco las instrucciones, estuviste de aquí para allá, una y otra vez… Por fin transcurrieron los tres minutos, pero decidiste esperar aún otros tres más para asegurarte. Al fin pudiste respirar con tranquilidad, porque solo apareció una línea. ¡Qué pequeño gran susto! Pero aún necesitaste saber la causa de tu molestia. Llegó el gran día de tu cita médica, la doctora te pidió que le contaras con detalle todos los síntomas que habías tenido. Según ella, tu dolor se debía al estrés que habías tenido debido a la urgencia de cumplir con los trámites de tu estancia por estudios. Te envió a hacer un sinnúmero de pruebas: ecografía, radiología y urinocultivo. Después de otras dos semanas más, los resultados indicaron que todo marchaba bien. La doctora te recomendó comer más alimentos ricos en fibra como verduras y frutas para que te ayudaran con la digestión. ¡Otro pequeño gran susto! Bueno… no tan pequeño, porque entendiste que a partir de ahora deberás aprender a manejar mejor tus preocupaciones porque que al fin y al cabo todo se resuelve. Y todo lo que te atormentaba se resolvió, comprendiendo que la preocupación excesiva fue en vano. Ahora sientes que ya estás preparada para afrontar cualquier situación de la vida.

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