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lunes, 14 de enero de 2019

Juan Cueto nos dice adiós

Me entero, a través del buen amigo Javi, del fallecimiento del maestro Juan Cueto, al que llegué a conocer en mi etapa ovetense, hace ya muchos años, cuando uno intentaba foguearse con la filosofía. Cómo pasa el tiempo, madre santísima. Y qué breve es la vida para todos. No me canso de decirlo, pero es que la vida se pasa como un suspiro. Ni se entera uno de la vaina. Y eso da mucha pena, pena que transcurra tan rápido, pena que se nos muera la gente querida, los paisanos, los maestros como lo fuera Cueto, un astur de hondo saber y miras largas, un visionario, y un buen analista de la sociedad contemporánea española. 
Juan Cueto. Imagen de archivo

Su libro 'Pasiones catódicas' es como una Biblia de la televisión, de la España de la década de los 80, que tan bien nos muestra este especialista en comunicación y nuevas tecnologías. Y por supuesto un buen conocedor de la filosofía, discípulo que fuera también del maestro Gustavo Bueno (monumental pensador, uno de los más grandes filósofos, quizá el mejor, de todos los tiempos de nuestra España de pandereta y olé). 
Lástima que la mayoría de la gente (cabestril, sin duda) sólo se quede con la figura de Bueno (la mayoría ni sabe quién era/es) como alguien que, cual buen ateo y materialista gnoseológico, renegaba de dios. Y es que en este país nos quedamos sobre todo con la chirigota, con la menudencia, con lo superfluo y apariencial, antes que con lo esencial. Así nos luce la pelambrera. Y el sistema filosófico de Gustavo Bueno es muy potente. Ahí está, entre algunos otros, su discípulo Pablo Huerga Melcón, que es además leonés, buena persona y excelente pensador. 
"Yo nací con la infamia... yo nací con la tele... soy, por consiguiente, hermano cultural de los telefilmes, los magazines, los concursos... no sólo nací con la infamia y encima jamás hice apostasía de la religión catódica, el nuevo opio del pueblo... y, por si fuera poco, dediqué la mitad de mi vida a mantener tratos diarios, íntimos y pasionales con el invento infernal...", escribe Cueto. 

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