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miércoles, 23 de marzo de 2011

Exposición de fotos en La Moncloa de San Lázaro


                                      Monumento al vendimiador en Cacabelos

Desde principios de este mes de marzo puede verse en la sala de exposiciones de La Moncloa de San Lázaro, en la localidad berciana de Cacabelos, una muestra fotográfica, cuyo autor es el fotógrafo leonés José Luis Presa Calzado, que ha realizado fotos sobre paisajes nocturnos del Bierzo. Una buena ocasión para acercarse a la villa del vino (monumento a los vendimiadores incluido) y de paso contemplar algunos lugares y símbolos emblemáticos de nuestra comarca como la Cuevona de Las Médulas, el castillo de Sarracín (en Vega de Valcarce), el tejo de San Cristóbal o el lago de Carucedo, que por cierto están acompañados por los textos de escritores de la provincia leonesa, entre ellos, Pedro García Trapiello, Ester folgueral, Olga Fernández, Fermín López Costero, Pedro Muñoz, Abel Aparicio, Santiago Macías, Óscar Prieto o Justo Selles, aparte de este humilde servidor.  

Presa y algunos autores

José Luis Presa, aunque originario de Benavides de Órbigo, vive en la actualidad en Toreno, lo que de alguna manera le ha llevado a recorrer el Bierzo en busca de esos sitios, que él logra iluminar cual si fueran cuadros pictóricos o imágenes líricas, que a uno le han sugerido lo siguiente:

                                        Foto del Lago Carucedo: José Luis Presa
                                              
                                           Lago de Carucedo


Desde esta orilla, alfombrada con el color de los anhelos, contemplo el mundo, las lindes de un tiempo fluido y azul, navegando sobre una noche que invita a saborear el paisaje tierno en el contacto de la mirada y sensual en su colorido, como un paseo melancólico por el lago de los hechizos.
Bajo el árbol sagrado de las profundidades, que cobija y alimenta el espíritu, con su ramaje de palabras y sus esencias, siento ese cielo alumbrado, que me guía a través de otras épocas doradas y fecundas.
Con el romanticismo de quienes aún creemos en el poder aromático de la belleza, saboreo cada instante, cada espacio, como si fuera la primera vez, con esa mirada inocente y salvaje que reinventa el mundo.
Desde aquella orilla, sobre las colinas dormidas de otras miradas y la solidez protectora de sus siluetas, sigo atisbando la lejanía, los contornos de un tiempo impregnado de naturaleza, la fantasía de unas ondinas que me susurran nanas ancestrales y se sumergen en mis ensoñaciones, amasadas con la suavidad de lo primigenio.
Bajo una noche que se refleja en aguas llenas de misterio, siento que discurre mi fabulación forjando este confín con aquel otro confín.

Foto de la carretera de Toreno a Tombrio:José Luis Presa

                                                Camino al cielo
Este es el camino al cielo que trepa a algún paraíso perdido, tal vez al útero. Sobre las ruedas chirriantes de la emoción. En la carretera, a velocidad de vértigo. Cerca de las estrellas, que hablan del origen del universo y aproximan al viajero a la luna. Al final de la noche, que se perfila gélida y huele a charca.
Al fondo se abre un horizonte de fantasía. El viajero escucha los aullidos de los lobos. Vida afilada más allá de las dentelladas de la vida. Aventura. Riesgo. Urgencia por llegar al lugar y recorrer el tiempo de los deseos, que se columpian en una alucinación recurrente. Necesidad de atravesar el espacio, en busca de otra dimensión. Prisa por alcanzar la meta, aunque no se trate de una competición. El placer de sentir el mundo a través de la ruta recorrida. Siempre en el mismo sentido. Mirando al frente. Concentrado. Sin pestañear y sin desviarse de la senda trazada que se colorea con furia. En ocasiones la vida pende de un hilo. En menos de un segundo se pueden quebrar las ilusiones. El viajero sigue los destellos luminosos mientras se adentra en un sueño vaporoso y curvado. Se agarra con uñas y dientes al tiempo que (ya) ha decidido romperse. De repente se congela la belleza.











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