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miércoles, 11 de marzo de 2015

Umbral, leonés

Hoy, en páginas de cultura de la Nueva Crónica, este texto dedicado al maestro Umbral. 

La exposición ‘Francisco Umbral, libro a libro’, promovida por el Área de Actividades culturales de la Universidad de León a través de la Fundación Francisco Umbral, nos muestra, en la flamante biblioteca del Campus de Ponferrada, la vida de Francisco Pérez Martínez –que así se llamaba en realidad el autor de ‘Diario de un noctámbulo’– desde su infancia hasta el momento en que recibiera la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid en 2005 (sin olvidarnos, por supuesto, de su Premio Cervantes). En blanco y negro y en color, vemos al Príncipe de las Letras y el Henry Miller español con sus amigos Delibes, Cela (que en realidad también fueron sus maestros), Vicent, ‘Cándido’, Fernán-Gómez y Ramoncín, entre otros, además del posado con su gata Loewe. 
En este ‘Diario de un noctámbulo’, “un título que a él seguro le hubiese gustado”, según el escritor y académico lacianiego Luis Mateo Díez, se recoge una selección de artículos, publicados recientemente, que escribiera durante su etapa leonesa aquel joven alto y desgarbado, cuya “voz era casi tan grave como su aspecto”.
Umbral, que fue/es sin duda uno de nuestros mejores y más prolíficos prosistas, además de un poeta romántico y rebelde ‘embufandado’, es probable que naciera en Mansilla de las Mulas (en alguna de sus obras habla de sus tías de Mansilla), o bien en Valencia de Don Juan, habida cuenta de que su madre, Ana María Pérez Martínez, era coyantina, aunque en su biografía aparece Madrid como lugar de nacimiento.  Ese Madrid (‘Trilogía de Madrid’, ‘Amar en Madrid’, ‘Madrid XXI’…) que tan bien conociera y nos contara el autor de ‘Mortal y rosa’, acaso su gran obra, por la que siento devoción. No en vano, Umbral, deudor de escritores monumentales como Ramón Gómez de la Serna o Valle-Inclán (a quienes dedica por cierto sendos ensayos) es uno de mis escritores preferidos. 
A decir verdad, me entusiasma que Umbral fuera leonés. Y sobre su etapa profesional en León sí que existen documentos varios, incluso algún libro suyo, como ‘Crónica de las tabernas leonesas’, que son una serie de artículos publicados en la revista de la Casa leonesa en Madrid, en los que su autor nos habla, entre otras, de la histórica Casa Benito, taberna ubicada en la Plaza Mayor, que sigue conservando el aspecto de otrora. No olvidaré que otro escritor, el leonés Julio Llamazares, me la mostró y por supuesto hizo mención a esta obra de Umbral.
A finales de los 50 Umbral vive y trabaja en la ciudad de León, donde compatibiliza su labor en ‘El Norte de Castilla’ (ahí estaba su valedor Delibes, cuya figura supuso para él todo un aprendizaje literario), con la publicación de crónicas en el diario ‘Proa’. Mientras tanto, también practica el periodismo radiofónico como cronista en ‘La voz de León’, donde coincide con Luis del Olmo y María Jesús Álvarez Moro, “la voz más maravillosa de la radio”, según el autor de ‘Las ninfas’. Al parecer, rivaliza con el escritor Victoriano Crémer, que dirigía ‘Luces de la ciudad’ en ‘Radio León’. Conoce a Antonio González de Lama, a César Aller, a Pereira y a Gamoneda. Y se codea con las personalidades del mundo de la cultura que visitan la ciudad “fría y gótica” de León. Incluso modera debates con Leopoldo Panero o Pepe Hierro (uno de sus mentores, por el que Umbral sentía auténtica devoción). En 1960 escribe crónicas y artículos, bajo el epígrafe de ‘La Ciudad y los días’, para ‘Diario de León’. Y en 1965 (Umbral ya vive en Madrid) recibe el Premio Provincia de León por su novela breve ‘Días sin escuela’, que recogiera en Villablino, y se publicara en el número 6 de la revista ‘Tierras de León’ ese mismo año.
Umbral, leonés, madrileño, vallisoletano, universal, en su afán por escribirlo todo, sigue sacudiéndonos las entrañas con su prosa lírica, sublime, casi sin interrupción.

martes, 10 de marzo de 2015

La fragua literaria leonesa: Ildefonso Rodríguez


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La Fragua Literatia Leonesa

Ildefonso Rodríguez: "Yo siempre le pido a un poema que me cuente algo"

Manuel Cuenya | 10/03/2015

El poeta, narrador y saxofonista de jazz Ildefonso Rodríguez, autor de 'Disolución del nocturno', está con una nueva obra en marcha, de la que nos adelanta el título y subtítulo de la misma: 'Ciclo Tierra de Campos (inacabado). Aventuras de tres amigos en los tiempos del nacionalcatolicismo'.

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Ildefonso Rodríguez. Foto Vega
Poeta, narrador, saxofonista de jazz, miembro fundacional de revistas como 'Cuadernos leoneses de poesía' o 'El signo del gorrión', Ildefonso Rodríguez es uno de los grandes valores actuales de la provincia de León.
Eligió vivir en su tierra, donde se siente a gusto, aunque "uno nunca sabe del todo cuánto hay de elección en esto de vivir aquí o allá", se plantea Ildefonso, sobre todo "si pensamos en grandes números (emigraciones, exilios, destierros, deportaciones), qué privilegio pasar la vida en el lugar de origen. O qué condena, claro. Yo paso un día no y otro sí por delante de la casa donde nací (suena a copla)". En la actualidad vive en Villabalter, el pueblo de su amigo, el entrañable Justo Fernández Oblanca, quien fuera Decano de la Facultad de Educación de la Universidad de León. "Qué bien se vive aquí, si podemos tener, de cuando en cuando, lo que otro gran poeta, Juan Larrea, llama 'Afueras periódicas'", apostilla con ingenio.
Autor de varios poemarios, además de libros narrativos como 'Son del sueño', 'El jazz en la boca', o bien un libro-disco titulado 'Inestables, intermedios' (Editorial Eolas, 2014), el músico y escritor Ildefonso no distingue entre contar y cantar. No en vano, es profesor de un Aula-Taller de Improvisación en la Escuela Municipal de León desde hace bastantes años. Y la relación entre escuchar y tocar, leer y escribir, es absoluta en su caso, y sólo le resulta concebible desde la perspectiva del deseo, porque la enseñanza que no excite el deseo, según él, es inútil y dañina. "El problema es que el Sistema lo es por algo y tiende a amordazar". No obstante, reconoce que él ha tenido la suerte de contar con buenos maestros y maestras como Lucio García Ortega,  Doña Carmen Lorenzana, o su propio abuelo, el maestro Don Eutimio...
"Si pensamos en grandes números (emigraciones, exilios, destierros, deportaciones), qué privilegio pasar la vida en el lugar de origen. O qué condena, claro".
Si bien Ildefonso comenzó con la escritura y la afición al saxo le llegó después, hubo algo que apareció junto desde el principio: "la escritura libre y el jazz", aclara este artista que sigue escribiendo sin saber qué forma tiene lo que escribe, que sigue tocando fiándose del primer impulso improvisado, siempre procurando que el saber acumulado a lo largo de los años no sea impedimento. De ahí surge 'El jazz en la boca', un libro escrito con apuntes experienciales, "iluminaciones, estampas, sueños que pueden aclarar (o confundir aún más) el terreno de juego, pues no nos engañemos, estamos hablando de juegos, es de lo que se trata, de jugar (jouer, play). El libro tiene un último capítulo, 'Número y neuma',  dedicado por completo a la escritura en libertad. Todavía no sé de nadie a quien hayan beneficiado sus posibles enseñanzas".
Esta pasión, tanto por la escritura como por la música, le ha llevado a publicar su hasta ahora último libro-disco, 'Inestables, intermedios'. Un 'librisco', en afortunada expresión de su amigo el poeta Ricardo Pochtar, que está funcionando bien, porque quienes lo leen y escuchan a la vez le dicen a su autor que van bien juntos, el oído y el ojo. "Un privilegio, publicar por fin juntas poesía y música gracias a la generosidad de Héctor Escobar...  Ahora Héctor es amigo (y no es poca su ayuda). Editor fogoso y lanzado, tiene ilusión, que es lo más importante en este negocio y en todos, en la vida. Además es cuidadoso, atento, educado. ¿Qué más puedo pedir? Hombre, que un día, salvadas las distancias estilísticas (yo no seguí mucho a los Flechazos, estaba en otras zonas, y eso que soy más mod que otra cosa) toquemos un mambo juntos".

miércoles, 4 de marzo de 2015

Del Conde Gatón a Vida


Hoy en la Nueva Crónica en Cultura
Ponferrada se ha vestido de teatro durante estos últimos días porque el histórico Teatro Conde Gatón, que lleva casi medio siglo en escena, ha reestrenado en el Bergidum ‘Nocturnos con niebla’, obra escrita y dirigida por el todoterreno de teatro berciano Ovidio Lucio Blanco, con el noble objetivo de conmemorar el bicentenario del nacimiento de Gil y Carrasco, que este año acaparará la atención de la ‘bercianidad’ con esta representación, atractiva en lo visual y lo musical, aparte de otros eventos como el congreso literario internacional que se celebrará en el mes de julio en Villafranca, Bembibre y Ponferrada. 
Resulta ilusionante que el teatro cobre vida de la mano de esta veterana compañía del Bierzo, con una puesta en escena sobre el villafranquino universal, que en su recorrido por Europa hasta llegar a Berlín -el que sería su último viaje-, nos deja constancia, como fiel cronista viajero, de sus andanzas a la vez que nos muestra el paisaje-memoria y el paisanaje de Francia, Bélgica, Holanda y Alemania. Un periplo que nos invita a realizar ese o un viaje similar en busca de aquellos lugares que visitara nuestro romántico ilustrado. Y, como por arte de magia, el Teatro Conde Gatón nos lleva al Centro de Artes Escénicas Vida, que el músico y profesor berciano Pachi Pérez tuvo la genial idea de poner en funcionamiento en el 2013. Se trata de una Escuela dedicada a la música, el teatro y la danza, que otorga titulación oficial europea en rock, jazz y música moderna a su alumnado. Estupendo caldo de cultivo artístico en el Bierzo, que esperamos dé sus frutos en los próximos años. Mucho mérito y gran valentía ha demostrado su promotor al montar algo así, a través de su Asociación Cultural Vida, atreviéndose con las artes escénicas, habida cuenta de los tiempos de crisis que atravesamos, donde los recortes en cultura son escandalosos, humillantes, vomitivos, sobre todo para quienes nos movemos en el universo del teatro y la escritura creativa. Este Centro de Artes Escénicas me hace recordar, salvando las distancias, a la Escuela de Cine, que tanto costara sacar a flote para que, transcurridos ocho años de andadura, se truncara por motivos varios. En todo caso, la apuesta que hiciera y sigue haciendo su creador por las Artes Escénicas resulta admirable, y por tanto le deseamos larga y exitosa singladura en la formación de diversas generaciones de artistas. A seguir dándole, ánimo Pachi, con esta bella aventura que tantas satisfacciones procura para quienes creemos en las artes, no sólo como fuentes inagotables de estimulación, sino como auténticos modos de vida.  

http://lector.kioskoymas.com/epaper/viewer.aspx?noredirect=true