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sábado, 21 de septiembre de 2024

Viaje al fin del mundo

Finisterre
Ahora, que ha transcurrido algún tiempo, me apetece darle vida a través de las palabras y las imágenes a mi viaje de finales del pasado mes de agosto, que se me hizo extraordinario, un viaje al Finis Terrae o extremo del mundo conocido hasta entonces, porque es un lugar mágico, con el brillo azulado de un mar de leyenda.

"Un lugar en que las tribus celtas erigieron el Ara Solis o Altar del Sol. Allí donde termina el mundo conocido y puede contemplarse el enigma del mar inmenso e incógnito", señala Pérez Reverte en un reciente artículo. Para quien también es uno de sus lugares favoritos, un sitio indomable, preñado de Historia: "un mito que desde hace miles de años fascina la imaginación de los seres humanos". 

Finis Terrae

Cuenta el periodista y escritor que, cada vez que se asoma al acantilado del monte Facho, piensa que allí termina realmente el Camino de Santiago. "En realidad Finisterre no es el extremo real, la punta más occidental de Europa -aclara Pérez Reverte-. Los antiguos geógrafos tardaron algún tiempo en establecer que ese lugar lo ocupa el cabo Roca, en Portugal, que penetra casi nueve millas más allá en el océano". 

Sea como fuere, Finisterre (con su bello y sugerente nombre) eriza los vellos del alma con los innumerables barcos que durante siglos se perdieron en sus rocas (de ahí que la hayan nombrado la Costa da Morte) y los muchos visitantes que han contemplado “sobrecogidos cómo el sol poniente, con una llamarada que parecía incendiar las aguas, se hundía en el mar camino de las siniestras


Regiones Oscuras, pobladas de tinieblas y monstruos marinos".

Finisterre, un lugar mágico y único en el mundo

Hay lugares mágicos, únicos en el mundo, y Finisterre, "donde la tierra acaba y la mar, que no acaba jamás, comienza a herir y a enamorar”, como dijera el Nobel Cela, es uno de ellos. Por más veces que se visite (lo he podido visitar en varias ocasiones, y aparece además en El verde aroma del Noroeste), uno seguirá sintiendo la admiración de la primera vez. Es como cuando se ve una película sobrecogedora muchas veces (eso ocurre por ejemplo con el cine de Hitchcock), y siempre que vuelves a verla te produce esa conmoción. Estoy pensando en Psicosis o en Vértigo... Y en tantas otras películas, que no sólo filmara el mago del suspense, porque existen otros magos y otras magas (ahora me viene a la mente la Maga de Rayuela, la monumental novela de Cortázar). Y esto ocurre con Finisterre. Sigo sintiendo una emoción intensa en este entorno simbólico y fascinante a la vez. Además, esta vez he podido asistir, a través de la bota del peregrino, al espectáculo del solpor, que así se le dice en gallego a la puesta de sol, al que asisten otros muchos visitantes, porque tanto la salida del sol como su ocaso son espectáculos grandiosos que nos ofrece la madre Naturaleza en este rincón de la Tierra.

Playa Mar de Fóra


Y sólo por estos instantes de eternidad ya merece la pena (la alegría) la vida. En este viaje también he disfrutado de la playa de Mar de Fóra, contemplando, en éxtasis, un arenal salvaje que mira a poniente, al océano abierto, con sus olas grandiosas. Una recomendación de Isabel, la chica del alojamiento, a la que le agradezco su hospitalidad, su agarimo. En todo caso, ahora recuerdo que estuve por primera vez en la playa Mar de Fóra hace unos quince años.

Es maravilloso cuando uno encuentra gente afín, que está en la misma onda, que siente y respira de igual o parecida manera, porque, aparte del paisaje, que procura vibraciones, es muy importante el paisanaje con el que uno se encuentra.

Por su parte, el faro del fin del mundo, que es todo un personaje en escena, sigue iluminando la senda de los vivos y de los muertos en su peregrinación hacia un más allá ensoñado. Mientras, los vivos que somos y los muertos que seremos, procuramos disfrutar de cada momento como si fuera el último. Carpe diem.


Cascada de Ézaro, única en Europa

En este viaje de finales de agosto gocé de buena temperatura ambiental y pude visitar, por primera vez, la cascada de Ézaro. Y eso me entusiasmó porque fue todo un descubrimiento. 


He de reconocer que me gustan las cascadas. No en vano, nací en la tierra de la cascada de La Gualta (o Agualta, de agua alta). Y en el Bierzo también está El Gualtón (en Carracedo de Compludo), entre otras, que también he tenido el gusto de visitar.

Respecto a Ézaro, con su fervenza -donde parece hervir el agua, es un decir-, me traslada de un modo inevitable a mi útero de Gistredo. Y también a las cascadas del valle del Ourika (Urika) marroquí. Un paisaje memorable.

Se dice que la cascada de Ézaro -a unos veinte kilómetros de Finis Terrae- es peculiar en Europa, porque es la única de todo nuestro continente que desemboca en el mar. Resulta espectacular verla y escuchar el sonido del agua cayendo sobre una pared de unos cien metros de altura en un entorno realmente bello, como toda la Costa da Morte. 

La morte y la vida como cara y cruz de una misma realidad.

 La bella estampa de Corcubión

Ría de Corcubión

Apenas a doce kilómetros del legendario Finis Terrae se halla, también en la Costa da Morte (aunque haya quienes digan que no forma parte de la Costa da Morte), la villa marinera de Corcubión, de bella estampa arquitectónica, con sus casas de indianos, sus casas solariegas, sus pazos y sus calles empedradas. No en vano su casco antiguo está declarado conjunto histórico artístico. 

Playa de Quenxe

Corcubión (ensenada curviforme) se abre como un sueño en semicírculo frente a la ría (la más septentrional de las Rías Baixas), seduciendo al viajero, que se siente en la gloria. 

Me atrevería a decir que de la ría de Corcubión brotan los sueños, esos con los que tejemos nuestras vidas.

Una caminata por el paseo marítimo, con vistas a la ría, y la playa de Quenxe, de arena blanca y aguas transparentes, colman de placer al visitante.

1 comentario:

  1. Sin olvidar que muy cerca, en San Pedro Mallo, tienes también una maravillosa cascada "El cerbenezón" le llamamos nosotros (Supongo que de la "fervencia" grande ha ido derivando), con un maravilloso paisaje bajo las rocosidades (el mallo) donde, tanto en la parte de Librán como en la de San Pedro Mallo, se siguen conservando muestras de pinturas rupestres.

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