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lunes, 15 de julio de 2024

Ortigueira, un año más

Puerto de Ortigueira



Un año más, ya son bastantes, aunque nunca suficientes, Ortigueira recibe al viajero, que es un entusiasta de la música, tal vez el arte más sublime de las bellas artes existentes, con los brazos abiertos. Y lo hace con bandas y grupos musicales excepcionales, como la Bagad Brieg, de la Bretaña francesa, que está emparentada con Galicia. Bagad significa tropa o grupo en lengua bretona. Y resulta literalmente flipante escuchar a esta banda, que ha ganado diferentes galardones, entre ellos el Campeonato del Mundo en segundo grado como Pipe Band en 2014. Un espectáculo asegurado que eriza todos los vellos de la alegría.

Aunque el pasado jueves (comienzo del festival) arreció la lluvia durante una gran parte de la noche, este devoto del festival de Ortigueira aguantó como un león con estoicismo hasta altas horas de la noche, bueno, hasta el final de la finalización de los conciertos. El viernes por fortuna amaneció nublado pero sin lluvia. La verdad es que se agradece que la temperatura sea suavecita, como de primavera, algo habitual en esta zona del Ortegal, en la costa atlántica.
Cabe recordar que el cabo de Ortegal es el segundo cabo más septentrional de la península ibérica, sólo superado por el cabo de Estaca de Bares, de gran belleza paisajística ambos.

Ortigueira es en sí misma pura musicalidad marina, una caricia de verde aroma al centro del corazón, que a uno le permite seguir danzando a ritmo folk. Pues Ortigueira desprende mucha energía. Muy buenas vibras, sobre todo en época de festival, como es el caso.
La música contagia esa energía, que invita a sentirse como levitando, cual si el viajero fuera un derviche giróvago, en este caso a ritmo sufí. Y en Ortigueira a ritmo de música céltica. O como quiera llamarse esta música que encuentra en Galicia, Asturias, el Bierzo (por ahí anda la banda de Vega de Espinareda, también el resto de la provincia leonesa), Escocia, Irlanda y la Bretaña francesa un territorio común, único, maravilloso. Hermanados por la música.

Qué lindo. Por tanto, sólo queda dejarse ir, fluir con la música.
También me ha alegrado volver a Río Sor, un restaurante que se ha convertido en la casa de uno durante esta época festivalera. Y saludar a Diego -el hijo de Mari Luz y Orlando (que estarán contentos en algún cielo viendo cómo su hijo continúa con el negocio)- y a Nina, una camarera extraordinaria, la cual es prácticamente la responsable del restaurante.

Las comidas en Río Sor son pura delicia. Con lo cual el viajero se nutre no sólo de la gastronomía gallega sino del alimento espiritual que es la música. Por fortuna, existe la música en esta vida que se revela tan breve y efímera, como una estrella fugaz, que alumbra el firmamento como un relámpago. La vida, que a veces complicamos o simplemente se nos complica por razones diversas, tendría que ser una gran fiesta, y no un valle de lágrimas, como nos dice la religión católico-apostólica romana. De lágrimas tatuadas en la retina de la mirada, me atrevo a decir. Cuántas retinas y cuántas miradas. Por no decir cuántas lágrimas derramadas por nuestros difuntos. La religión siempre enfangando. A sabiendas, ya lo he dicho en más de una ocasión, de que uno se siente espiritual y ansía la espiritualidad en este mundo convulso. Digo todo esto porque acabo de enterarme, a través de su hija Lucía, del fallecimiento de María Jesús, descendiente de Noceda del Bierzo por la rama de los Nogaledo y también por la de los De Paz. Vivía en Vigo. Era una mujer magnífica, muy agradecida, además de socia de la revista la Curuja. Todo hay que decirlo.

Por eso es tan importante disfrutar de la gran fiesta de Ortigueira, de un festival internacional que congrega a bandas y grupos estupendos. Que congrega asimismo a una ingente población visitante, con ganas precisamente de fiesta, proveniente de todos los lugares del mundo.
A lo largo de estos pasados días he podido disfrutar de lo lindo de diversos grupos y bandas. Me ha entusiasmado sobre todo la banda bretona Bagad Brieg, como dijera al inicio, y el espectáculo de los galeses NoGood Boyo, que no conocía.

También ha sido de mi agrado la legendaria banda escocesa Capercaillie, que escuchaba en los ochenta en aquel mítico programa de Radio 3, Diálogos 3, que presentaba el bueno de Ramón Trecet. Entonces, era muy aficionado a esta radio. A Carpercaillie no es la primera vez que los escucho en concierto. Ya actuaron algún año anterior en este festival de Ortigueira.
Y me sorprendieron los grupos gallegos Fillas de Cassandra, Ailá y la histórica banda de gaitas de Ortigueira (que actúan cada año), o bien de los irlandeses Dervish (entre otros), a quienes creo haber escuchado en este festival céltico hace un tiempo.
Qué continúe la fiesta. Seguiremos danzando, como dice la amiga vasco-malagueña Olga.

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