Vistas de página en total

domingo, 17 de septiembre de 2023

Coruña, una fiesta musical y literaria

 

A principios del pasado mes de agosto me encaminé a Galicia, como ya hiciera en agosto del 22, que me dejó muy buen sabor de boca. Y es que Galicia es tierra hermana, donde uno se siente como en casa. En verano se está de lujo, como se dice ahora, a resultas de una temperatura agradable que te permite dormir bien sin tener que recurrir a ventiladores ni al maldito aire acondicionado, que me produce horror y sobre todo mal de garganta.

Si la temperatura afectiva es esencial en la vida de una persona, la temperatura ambiental también tiene su importancia. Los climas extremos, como todo lo extremo en la vida, resulta demoledor.
Creo que a este ritmo de subidas de temperatura en verano el norte y el noroeste español se convertirán, con el transcurso del tiempo, en un auténtico refugio, en un edén, con lo cual hemos de aprovechar la circunstancia desde ya mismo.
Después de pasar harto calor en mi reciente viaje a Cuba, no hay nada como lanzarse al Cantábrico en busca de brisa y verdes aromas.
Toda Galicia ofrece belleza pero la ciudad de Coruña es un sitio maravilloso.
En este viaje por Galicia disfruté de Coruña, que en agosto se vuelve toda ella una fiesta. Y también tuve la ocasión y las ganas, todo hay que decirlo, de acercarme a Vigo, Baiona y La Guardia, incluso a Betanzos, lugares estos tres últimos donde curiosamente nunca había estado.
También estuve en Cambados y Vilanova de Arousa, donde volví a ver a Yoli, la chica que regenta la pensión Mar de Rosa, de lo que espero dar cuenta en esta entrada del blog.
El pretexto para viajar a Coruña fue el concierto que daba el cantautor astur Víctor Manuel, al que también pude ver y escuchar en concierto el pasado año en Ribadavia, todo un descubrimiento esta localidad ourensana, de lo que hablo en El verde aroma del Noroeste.
En verdad, no hacen falta pretextos ni para visitar Coruña ni para asistir a un concierto de Víctor Manuel.
Es más, los mexicanos dicen que los pretextos se inventaron para los pendejos. Dicho lo cual me viene el recuerdo del concierto de Víctor Manuel y Ana Belén en los años noventa en Ciudad de México, al que asistiera entusiasmado.
Hace poco veía un programa de Viajeros en la tele sobre México, donde aparecía la reportera ponferradina Mónica Domínguez y se me erizaron todos los vellos del alma. Un beso al cielo, adonde estés, querida e inolvidable Mónica, que además me hiciste rememorar tantas vivencias en ese país a toda madre que es En en ombligo de la luna. Así dicen que le llamaban los aztecas a México.
Me gusta recordar aunque sea consciente de la importancia del presente, del aquí y el ahora, porque la memoria nos conforma como seres humanos. Y sin memoria no somos nada.
Decía que Víctor Manuel me llevó hasta la misma plaza de María Pita -la heroína coruñesa-, para disfrutar con sus canciones, con su Asturias, que es una de mis preferidas, quizá la que más me emociona, y también con otras muchas.
Antes de asistir a su concierto en María Pita, tuve tiempo para asomarme al mar, que tan hipnótico se me antoja, y componer estas palabras que dejo aquí en color azul, también en recuerdo de Jane Birkin y Serge Gainsbourg:

Al fondo el faro, el mar universal, con sus olas que vienen y van, je vais et je viens comme la vague irrésolue, en homenaje a Jane Birkin, la musa de Gainsbourg, que hace unos días nos dijo adiós para siempre. Je t'aime moi non plus.
Al fondo el faro, el mar universal, con su aroma a salitre, a alga, bajo un cielo encapotado, con la brisa acariciadora de una nana.
La contemplación del mar, que se revela hipnótico, como estado de bienestar.
Lo efímero de la vida condensado en este instante de ataraxia, de sosiego.
Al fondo el faro milenario, que sigue alumbrando la senda de la vida.
En el aquí y en el ahora.

Siempre con el existencialismo a vueltas y a cuestas. Con esa necesidad imperiosa de sentir y saborear el tiempo, de detenerlo incluso, con el fin de vivir más y tal vez mejor. Me viene a la mente la película El club de los poetas muertos, el Carpe diem y la poética de Whitman a través del profesor Keating, interpretado de un modo magistral por el actor, ya fallecido, Robin Williams.

Asimismo, me asaltan El hombre en busca de sentido, de Frankl, cuyo autor
nos da toda una lección de vida en su libro, el cual sufrió todo tipo de atrocidades en varios campos de concentración nazis, o De la brevedad de la vida, de Séneca, en busca de esos consejos que nos proporciona el filósofo estoico nacido en Córdoba, como si eso fuera ayudarme de un modo pragmático en mi día a día, en este devenir existencial donde la muerte siempre se impone como una apisonadora, y suele estar acechando tras la sebe de la más cruel de las certezas, pues a decir verdad nadie saldrá vivo de esta vida. Vaya paradoja. Recientemente, nos decía adiós el amigo César González, al que recordaba también en un breve texto en Facebook, que espero recuperar para este blog.
César era quinto de mi cuñado Benjamín, que también se despidió de nosotros a principios de este año 2023. Por tanto, la muerte me ha hecho reflexionar una vez más acerca del sentido o sinsentido de la vida. No obstante, hemos de disfrutar de los instantes y en este caso de este viaje agosteño por Galicia, donde dejé anotado esto, con grabación incluida de su canción Asturias, a propósito del concierto de Víctor Manuel:

Colosal Víctor Manuel en la plaza de María Pita. Una relación especial tiene con esta ciudad, "la niña de sus ojos", dijo el cantautor de Mieres, porque aquí conoció a su compañera de vida, la cantante y actriz Ana Belén.
Me emociona hasta hacerme saltar las lágrimas esta canción, Asturias, todo un himno, un poema escrito por el poeta exiliado en México Pedro Garfias. Extraordinario. Lástima que la grabación no sea buena. Pero queda como recuerdo inolvidable en esta noche coruñesa.
Instantes de felicidad.
The Waterboys

Instantes de plenitud, que me siguen religando con esta vida breve, efímera. Y a la vez me permiten disfrutar de la música en vivo y en directo, de la belleza, en definitiva. Como ocurriera con el concierto que nos ofreció el grupo The Waterboys en Coruña, también en la plaza de María Pita, lo que dejé y dejo anotado ahora en color azul: 

Un gran placer asistir al concierto de los Waterboys en la plaza de María Pita. 
Con un directo poderoso, una mezcla de folk y de rock, este grupo del Reino Unido me cautivó. 
A los Waterboys los escuchaba ya en los años ochenta. Y sobre todo recuerdo su música y sus sonidos en Salamanca, adonde solía ir de vez en cuando porque allí estudiaban algunos amigos, entre ellos Mingo. Luego uno mismo tendría la ocasión de ir a la Universidad de Salamanca a hacer los cursos de doctorado, antes de irme con una Erasmus a la France. 
Por eso y tantas cosas, la música de los Waterboys ha quedado grabada en mi memoria emocional y esta noche la he sentido como algo especial, que lo es.

Además de estos conciertos, y algún otro como el que dio el Kanka, tuve la suerte de encontrarme con la escritora Blanca Riestra en la presentación de un libro de Mercedes Corbillón, a quien no conocía. Y al día siguiente, creo recordar, volví a ver a Riestra porque me dijo que presentaba su primera novela en gallego, Anatol e dous mais, en compañía del también escritor Abraham Pérez. Esto escribí sobre la marcha en ese momento:

Un placer, Blanca Riestra, asistir a la presentación de tu Anatol y dos más, ahora en gallego. Una novela de juventud, tu ópera prima, ambientada en Santiago de Compostela, escrita con ingenuidad, como tú misma dijiste, aunque con la narrativa propia de una gran narradora, como has demostrado con el transcurso del tiempo. Mis felicitaciones para tu obra. Y encantado de verte de nuevo.
Coruña es una fiesta literaria.
Blanca Riestra y Abraham Pérez



Me hecho ilusión encontrarme con la escritora coruñesa Blanca Riestra en su ciudad natal, en los jardines de Méndez Núñez, tan literarios y exóticos, a propósito de la presentación de un libro de la escritora Mercedes Corbillón, a quien Blanca Riestra me presentó. 
Realmente fue un azar. Pasaba por allí. Aunque siempre tuve la intuición de que algún día, en algún momento podría llegar a saludar a la autora de La canción de las cerezas, entre otros libros. Fue lo primero que leí de esta creadora y me dejó maravillado, tanto que escribí una reseña, que a ella le gustó, como se refleja en el comentario que hace en mi blog. Luego escribí otra reseña acerca de su libro Madrid blues, que publiqué en el periódico Diario de León.
Si a alguien le apetece leer el comentario sobre La canción de las cerezas dejo aquí el enlace: https://cuenya.blogspot.com/2009/10/blanca-riestra-la-cancion-de-las-cerezas.html?m=1 Pero sobre todo os recomiendo su lectura, con la que me sentí identificado, tal vez porque ella y uno mismo compartimos memoria de París, donde se ambienta la historia. No en vano, estuvimos más o menos en la misma época en la ciudad francesa de Dijon como Erasmus.
Dijon es, junto a París, uno de los escenarios de Trópico de cáncer, del gran Henry Miller. 
Lástima que no llegáramos a coincidir en Dijon, Blanca Riestra.

 Una grata sorpresa, sin duda, poder ver y saludar a la escritora coruñesa Blanca Riestra en su ciudad natal, en la ciudad del faro, que tan linda luce en verano, con sus playas, su puerto, sus monumentos... su aire festivo, musical, con sus conciertos y su feria de la cerveza... Con su perfume literario debido asimismo a la feria del libro en los jardines de Méndez Núñez. Con una gastronomía exquisita, aunque es cierto que cada vez resulta más difícil encontrar comida casera, tradicional... aquí y también en otros sitios. Se impone la globalización de la comida rápida y por supuesto del pensamiento único, ramplón...

Por eso las ciudades acaban pareciéndose todas, cortadas por el mismo patrón. No obstante, Coruña aún sigue, a pesar de todo, siendo un sitio estupendo para veranear. 
Mi alumna de la Experiencia Chus se pasa todo el verano en esta ciudad, qué maravilla.
En esta ocasión también pude recorrer los lugares de siempre, que tanto me entusiasman, como la zona de la Torre de Hércules, y dar un paseo delicioso a orillas del mar por esta península.
Me alegró por supuesto volver a ver a Fina y Antonio, que me acogieron como siempre con hospitalidad en su alojamiento, cuya ubicación, al lado del estadio de Riazor, se me antoja todo un lujo. Además es un sitio confortable, donde me siento muy a gusto. 
Volveré.
Y por fin pude visitar la localidad de Betanzos, ya tocaba, que encima queda a pocos kilómetros de Coruña. Me gustó acercarme a esta pequeña ciudad porque el hostal donde me alojaba en tiempos en Madrid se llamaba Betanzos. Y en este hospedaje me sentía de maravilla, algo que dejé escrito en su momento en el siguiente post, anotación o publicación digital:

Hacía tiempo que tenía ganas de acercarme a Betanzos y ese día ha llegado. Por fortuna o porque realmente lo deseaba.
Betanzos es una ciudad pequeña pero con un casco histórico monumental. Con callejuelas estrechas donde sirven su archiconocida tortilla, que está buena, claro, con el huevo poco cuajado, aunque algunos bares o restaurantes quieren cobrarla a precio de oro. La verdad es que después de la pandemia todo se ha puesto por las nubes, carísimo. Y además los hosteleros aprovechan para hacer su agosto particular a cuenta de los turistas, que acabamos pulverizando todo.
Las hordas de turistas invaden el planeta.
La verdad sea dicha, la tortilla de Isa, en Ponferrada, no solo está a la altura de la de Betanzos sino que la supera. Bueno, tampoco hay que exagerar y caer en un ombliguismo estúpido. Valga la rebuznancia.
Al final acabé yendo a el Yocri, que es un sitio sin pretensiones, próximo a la plaza central, donde se come razonablemente bien.
Betanzos, aparte de ser un lugar monumental, me llega dentro porque de aquí son Antonio y María, que hasta antes de la pandemia llevaban el hostal Betanzos en la céntrica calle de Vélez de Guevara en Madrid, y donde tantas veces me alojé, sobre todo en mi etapa en la escuela de cine en Ponferrada, cuando solía viajar a Madrid al menos una vez por mes.
Creo la última vez que me alojé allí fue en enero de 2020, después de mi viaje a Túnez. En ese viaje también conocí a mi amiga tunecina Arij, que es extraordinaria y anda ahora por Georgia, donde también están mis sobrinos Vanesa y Pablo con su bebé Cayetana.
Este hostal, Betanzos, era como mi casa. Y Antonio y María, ambos de esta ciudad gallega, me trataban literalmente como a un hijo.
No hace tanto tiempo volví a ver en Madrid a Antonio, y me dio mucha alegría. Y él también se alegró mucho de verme. Me contó historias extraordinarias, inolvidables, aparte de que me dijo que estuvo a punto de irse para el otro barrio a raíz de un infarto.
Por eso, Betanzos, más allá de su belleza monumental, me ha entusiasmado porque recuerdo con cariño a Antonio y María.

Pues sí, la visita a Betanzos me trajo muchos recuerdos de un tiempo, cuando trabajaba en la Escuela de cine de Ponferrada, en que viajaba a menudo a Madrid.
San Francisco

Betanzos o Betanzos de los Caballeros, con su monumentalidad gótica, como la iglesia de San Francisco, sus puertas de la ciudad amurallada sobre una colina o outeiro y sus edificios con balcones acristalados de color blanco, también con su céntrica plaza Naveira, atrae al visitante, que se siente como en un decorado de cine de época.
El viaje continúa por Vigo, Baiona y La Guardia.

1 comentario: