Me alegra que La Nueva Crónica, en concreto su director David Rubio, haya publicado este texto viajero por el Bierzo Alto.
Gracias, David. Salud.
Manuel Cuenya | 04/07/2022AA
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Un mapa coloreado de sueños: De Colinas del Campo a Campo
PROPÓN LEÓN Una propuesta de Manuel CuenyaTras las colinas se intuye un mundo fabuloso, poblado por duendes y trasgos, sierpes y hechiceras capaces de leer el pasado como se leen los recuerdos en los posos de un café. Tras las colinas, perfiladas con la textura de la miel de brezo, se percibe un mapa coloreado de sueños.
En este mundo de fábula, los duendes y los trasgos, cual habilidosos artistas, pueden pintar los sueños con lápices de colores. Incluso pueden escribirlos con la tinta de la sangre, esa sangre milenaria de los robles, negrillos y castaños.
Tras las colinas, aromatizadas con la savia de los sauces, se avistan urogallos, que lucen vistosos prestos para una gala, cual si fueran novios enamorados.
Tras las colinas, con regusto a zumo de arándano, corre la sangre-vida por el río Boeza, que se abre como un acordeón en una danza sensual. Bailemos pues en este espacio tejido en la rueca de los afectos.
Después de este baile-festín, el viajero y la viajera se dejan arrullar por el agua, que discurre como un verbo bíblico por su cauce. De repente, sienten el mundo bajo un firmamento tachonado de estrellas, cuyos guiños luminosos les acarician la mirada.
Trepan las colinas en busca del campo de Santiago, de donde brota la lírica del río Boeza. Campo, con su ermita, los deja hipnotizados, inyectándoles la historia en las venas. En estos instantes, se despliega una panorámica glacial. Una belleza redonda.
La sonoridad de Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, un nombre con solera primigenia, los lleva de la mano por entre un bosque tupido hacia un Bierzo alto, remoto, agreste, donde los osos también danzan a ritmo de flauta y tamboril como fantasmas de un tiempo que fue.
Tras las colinas, aromatizadas con la savia de los sauces, se avistan urogallos, que lucen vistosos prestos para una gala, cual si fueran novios enamorados.
Tras las colinas, con regusto a zumo de arándano, corre la sangre-vida por el río Boeza, que se abre como un acordeón en una danza sensual. Bailemos pues en este espacio tejido en la rueca de los afectos.
Después de este baile-festín, el viajero y la viajera se dejan arrullar por el agua, que discurre como un verbo bíblico por su cauce. De repente, sienten el mundo bajo un firmamento tachonado de estrellas, cuyos guiños luminosos les acarician la mirada.
Trepan las colinas en busca del campo de Santiago, de donde brota la lírica del río Boeza. Campo, con su ermita, los deja hipnotizados, inyectándoles la historia en las venas. En estos instantes, se despliega una panorámica glacial. Una belleza redonda.
La sonoridad de Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, un nombre con solera primigenia, los lleva de la mano por entre un bosque tupido hacia un Bierzo alto, remoto, agreste, donde los osos también danzan a ritmo de flauta y tamboril como fantasmas de un tiempo que fue.
(Puedes seguir leyendo en este enlace de La Nueva Crónica)
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