Aunque uno haya nacido en el Bierzo Alto, al abrigo de la Sierra de Gistredo, o sea, que soy montañés, siento admiración por esos paisajes propios de la meseta, en este caso de Tierra de Campos, tal vez una gran desconocida, habida cuenta de que es un territorio harto extenso, perteneciente a varias provincias, como son Palencia, Valladolid, Zamora y también León.
Esa Tierra mal bautizada de la que nos hablara el gran Torbado en su magnífico libro, sobre todo para quienes sentimos pasión por los viajes y por ende por la literatura de viajes.
El asunto es que en mi más reciente viaje a Sahagún -hace bien poco- re-descubrí una villa con mucho encanto. Tal vez, casi seguro, tuviera que ver con la compañía. Pues si uno viaja con alguien por quien siente gran cariño, el estado anímico, el modo de sentir la realidad es más amable, sin duda.
Y, a pesar del frío polar, Sahagún se mostró radiante, bajo una luz pictórica. Con una puesta de sol estupenda en el viaje ya de regreso hacia la ciudad de León.
Lástima que en enero, con pocas horas de luz solar y una bajísima temperatura, no permita paseos largos y tendidos, que es como uno puede adentrarse en las entrañas, en este caso de Sahagún, tierra de peregrinos.
No obstante, me quedo con su luz, sus casas tradicionales a poste y carrera y sus monumentos de estilo mudéjar (me entusiasma el mudéjar, acaso por su impronta musulmana). El arte mudéjar como una variante del Románico.
Sahagún es asimismo la cuna de ilustres como el extraordinario actor Carmelo Gómez (con quien tuve la ocasión de conversar en algún momento, al que le han dedicado el Auditorio, donde llegamos a representar, a través de la Universidad de la Experiencia, alguna escena de una obra de teatro) o Jesús Maraña, director de infolibre (me cae bien este periodista), entre otros.
Lo que no recordaba es que también fuera el lugar de nacimiento de Fray Bernardino, toda una personalidad en el Nuevo Mundo. Estudiante que fuera en la Universidad de Salamanca. Y gran conocedor de la cultura mexicana. Del náhuatl. Escribió una monumental obra titulada: Historia general de las nuevas cosas de la Nueva España. Por azar me topo con su escultura. Un paisanín más, me digo, hasta que reparo en que se trata de Fray Bernardino.
Fray Bernardino |
Una vez más, viajar es una auténtica escuela de aprendizaje. Porque, a partir de lo que uno ve, siente, puede bucear en los secretos del conocimiento. Pero lo más importante es que viajar procura estimulación, vida. La vida en sí misma es un viaje. Así que, en la medida de nuestras posibilidades, de nuestro tiempo, proseguiremos viajando.
Ah, la comida muy rica, incluidos los torreznos, que son especialidad de la tierra. Y por supuesto los cafés con crema de orujo.
Hasta la próxima.
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