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viernes, 28 de agosto de 2020

Hacia Teverga

El día amanece despejado, a pesar de que en Asturias nunca se sabe si saldrá el sol o se pondrá de nuevo a orvayar, aunque sea pleno agosto. 

Es lo que tiene el clima en esta tierra de trasgos y duendes, de brañas y hórreos, de altas montañas y playas salvajes, tocada por la musicalidad de un verdor intenso y la fragancia a mar. 

Ya es hora de desperezarse y acaso estirarse como Tita, una de las preciosas gatinas de Jesús, que hace tiempo está ya levantado. Y parece esperar a que sus invitados estén prestos para desayunar, habida cuenta de que la noche anterior, luego de haberse metido una buena jartada de comida a las cuatro de la tarde en la Allandesa de Pola, ni siquiera tienen ganas de cenar, salvo tomarse algo de leche fría a palo seco, que al viajero le sienta estupendamente. 

San Emiliano-Asturias

A través de la ventana del cuarto, San Emiliano se muestra como un auténtico cuadro impresionista, con su colorido característico, al que los maullidos de los gatos añaden su sinfonía policromática. 

Para quienes se acerquen a este texto (sin haber leído el anterior) decirles que, además de invitarles a que lo lean, San Emiliano es una aldea remota del occidente astur que parece como salida de un cuento de hadas. 

Jesús es un hombre sereno al que le gusta escribir y cuidar a sus gatines, con su acento astur, o astur-galaico, que lleva jubilado un montón de años por un accidente que sufriera en su trabajo, del cual libró de milagro. En sus tiempos jóvenes (aún es joven) llegó a trabajar en el Bierzo, incluso en algunos otros sitios de la provincia de León, con lo cual conoce bien la misma. La conversación resulta amena e instructiva con él. 

Damos un último paseo por la aldea, visitamos el cementerio donde están enterrados sus familiares (que también lo son de la viajera con quien viajo), echamos un vistazo al castaño centenario (acaso milenario), que está a la entrada del pueblo, y nos despedimos de nuestro anfitrión y de sus felinos, que él mima con esmero como si fueran sus hijos del alma. 

La ruta hasta Teverga es larga, sobre todo porque debemos desandar una parte del camino andado, que es regresar por el Puerto del Palo hasta Pola de Allande. Y desde ahí tomar carretera como si fuéramos hasta Oviedo, la Vetusta de Clarín, donde este menda cursara estudios en su universidad en los años ochenta. 

El Narcea

La ruta a partir de Pola de Allande nos lleva a orillas del río Narcea, que va a desembocar al río Nalón, en Pravia (recuerdo el Heno de Pravia, con su perfume inolvidable). 

El Narcea (así figura en todos los sitios) es el segundo río más importante de Asturias, tanto por longitud como por caudal. Se trata de un afluente, como ya había adelantado, del río Nalón, que resulta ser el río más largo del Principado. 

A lo largo del recorrido del río Narcea nos topamos al menos con una presa (con fines hidroeléctricos, imagino) y con un embalse, que nos cautiva, sin duda. Y a continuación nos introducimos como en una especie de cañones, que tanto me hacen recordar a los cañones del río Sil, aunque éstos, dicho sea la verdad, me resulten mucho más impactantes. Y esto no es por hacer patria ni bandera (qué los dioses y las diosas nos libren bien librados). 

Hacia Teverga

En realidad (y como siempre), convendría detenerse más y mejor en este recorrido a orillas del Narcea para apreciar en su justa medida su esplendor, su belleza. Porque a decir verdad el viaje por esta orilla lo hacemos, si no es a toda velocidad (tampoco se puede) sí con cierta premura porque el tiempo se nos echa encima si queremos llegar a comer a Teverga, tal y como habíamos quedado con las primas de la viajera. A quien madruga dios le ayuda, reza el refrán en cuestión. Y si no madrugamos, pues el tiempo vuela. 

Aunque en un inicio creí que este recorrido o uno similar lo había hecho en alguna ocasión, pronto me di cuenta (darse de cuenta, dicen algunos, qué cosas) de que nunca antes lo había hecho. De lo contrario, me acordaría de los paisajes, tan singulares. 

El Google Maps, que es un invento interesante, sobre todo cuando uno tiene sentido de la orientación (insustituible para viajar por el mundo), nos lleva por donde el desea. Es un mandón. Aunque conviene, como digo, hacer caso de la propia orientación. y no dejarse llevar a la primera de cambio, si no quieres verte dando rodeos inútiles. 

Peña Sobia-Teverga

Cuando queremos darnos cuenta (es un decir) ya estamos casi casi a la altura de Oviedo, pero, en esta ocasión, no entraremos en la ciudad de la Regenta, que dejamos al margen, a unos doce kilómetros, más-menos.


Y tomamos carretera hacia Teverga, la entrada triunfal (para darle épica al asunto) de la Senda del oso, cruzando la población de Trubia, situada en la confluencia de los ríos Nalón y Trubia. A unos doce Kilómetros de Vetusta, como acabo de señalar. Aunque resulte redundante, conviene confirmar y hasta re-confirmar datos. Y aunque los datos no embellezcan el texto. 

Trubia llegó a ser conocida por su Fábrica de armas, aunque imagino que dejó de funcionar hace tiempo. Los viajeros ni siquiera se detienen en esta población, que siempre se me antoja de paso, pues en alguna otra ocasión también llegué a cruzarla. 

Monumento al minero

Eso sí, nos saluda un osito (u osita) en forma de monumento, que ya nos gustaría que nos saludara en vivo y en directo, aunque estando a salvo de sus garras.

Y la carretera comienza a estrecharse y curvarse por entre este espectacular valle (parque natural de las Ubiñas, que además es Reserva de la Biosfera), que nos llevará directamente hasta nuestro destino, Teverga o San Martín de Teverga (con la categoría de pueblo ejemplar de Asturias, monumento al minero incluido), a los pies de Peña Sobia, que deslumbra con sus llamativas paredes verticales de roca caliza.   

Puerto Ventana

Vanesa, Inés y la pequeña Lucía (la hija de Vanesa) nos reciben con los brazos abiertos. Y una comida riquísima. El apetito aprieta. 

Tan sólo 20 kilómetros separan Teverga del Puerto Ventana, que es límite con la provincia leonesa, en concreto con la comarca de Babia. Pero, en esta ocasión, ya no nos acercaremos a este puerto, entre otras razones porque hace pocas semanas estuvimos allí, en nuestro viaje por Luna y Babia. 


1 comentario:

  1. Qué maravilla en pleno agosto viajando por estos parajes de Asturia patria querída, aúnque no seamos asturianos, con esta temperatura aprovechando que el bicho no nos deja salir fuera y nos tiene controlados. Sabía decisión para hacer peregrinación, pero de la buena, disfrutando del paisaje, el paisanaje y el buen yantar. Buena marcha y que disfrutes mucho Manuel. Un abrazo.

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