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sábado, 23 de abril de 2016

Me enseñaste a volar



Ahora ya es tarde para decir lo que sentía por ti, ahora ya es tarde para decirte lo mucho que te quería tu hijo, porque te has ido, así de repente, como nunca nadie hubiera sospechado, al menos quienes te conocíamos. Mis hermanas, tus hijas, te adoraban y tú lo sabías, pero eso no fue suficiente para mantenerte, al menos un tiempo más con nosotros, porque tú nos lo diste todo, tú diste todo por tu familia (el hombre más trabajador y afectuoso), también mi madre, tu mujer (a quien adorabas, lo sé bien) estaba ahí, te cuidaba (“a limpia y buena cocinera no hay quien la gane”, eso acostumbrabas a decirle, a decirme), pero algo se te pasó por la cabeza (qué se te pasaría), te dio un mal aire, y decidiste que la vida, que tu vida ya no merecía la pena ser vivida, qué terrible, ahora nos queda y nos quedará un vacío y una tristeza inmensa, que revientan como una granada en nuestro cerebro, incluso el remordimiento de no haber podido hacer nada más por ti, por evitar lo tal vez inevitable, por quitarte de encima las malas tentaciones, de cuidarte y mimarte aún más y mejor. Quizá nunca sea suficiente el amor y el cariño que un hijo le da a su padre. Tú lo diste todo y más. A lo mejor deberíamos habértelo dicho cada día, cada minuto, para que supieras lo especial que eras para nosotros. Aunque creo, sinceramente, que sí lo sabías. “Donde está mamá”, me preguntabas con ternura cada vez que ella se ausentaba, aunque sólo fuera un momento. Mi madre para ti era sagrada. Le tenías devoción. Ahora ella te extrañará mucho, te echaremos en falta, no sólo la familia, sino los vecinos. Ha habido un corte. A partir de ahora ya nada será igual.
La vida es una puta ironía (y ahí es donde me revienta el cerebro) porque tuviste accidentes jodidos, trallazos varios, de los cuales te salvaste, en alguna ocasión por los pelos, y ahora, que ibas tirando (dentro de los desgastes y achaques propios de la edad avanzada, este año cumplirías 88, y lo festejaríamos por todo lo alto, al igual que la boda de tu nieta Vanina, como tú le decías), elegiste la más cruel y dañina de las muertes. Joder, en qué estarías cavilando, qué se te pasó en esos momentos por la cabeza. Creías que quitándote de en medio sería más fácil, pues no, nos hemos quedado rotos, sin aliento, se nos ha helado la sangre, sobre a todo a Cini y a Mari, tus hijas del alma, que te encontraron allí. Qué bestial. Como para quedarse tiesas ellas también del susto.  Dejaste tu reloj de pulsera y tu navajina querida en la cocina. Objetos que conservaré, conservaremos, te lo prometo, como oro en paño. Ese será nuestro oro afectivo. Ese y tantos buenos recuerdos que pervivirán para siempre en nosotros. A mamá le preguntaste varias veces a qué hora iría a su gimnasia. Al parecer, habías hecho una planificación. Hostias benditas.  
Cierto es que la muerte se me antoja siempre mierda pero no te merecías esta muerte, de ningún modo, tú no te la merecías, y ahí es donde me siento impotente, descorazonado, falto de fuerza.
Al menos pude darte un beso de despedida el miércoles, antes de emprender rumbo hacia Albares, ese fue mi último contacto contigo, pero eso no me sirve de consuelo, ni me servirá, nada me consuela ante tamaña pérdida, tu pérdida irreparable. Me siento desgarrado, herido. Mi alma sangra, mi ser se estremece. No logro entender este absurdo en el que por instantes se convierte la vida,  una vida que se tiñe de muerte, una muerte salvaje, atroz, que cercena mis entrañas.
Hay días que mejor sería arrancarlos del calendario. Y este es un día para hacer desaparecer de la faz de la tierra. Este tiempo me está atormentando. Y no me permite descansar. Es un tiempo que se me enrosca al cuello, ahogando mi respiración. Me gustaría creer que es tan sólo una pesadilla, de la que acabaré despertando. Me gustaría creer que este mal sueño llegará a su fin cuando amanezca. Pero me temo que esto no será así, sino que la angustia, el desconcierto, continuarán. Y seguirán haciendo mella. Me gustaría creer en otra vida, más allá de la muerte, pero no le encuentro sentido a otra vida, ni siquiera a ésta. No creo en dioses, tampoco creo en la salvación eterna, ni siquiera en ninguna salvación, y eso me trastoca aún más, porque la vida es finita, y tu vida ha llegado a su fin. Y eso me resulta cuasi imposible de asimilar, digerir. Ahora estoy sufriendo el primer tragantón, pero sé que no será el único, por desgracia, porque esto no se alivia ni se aliviará por más años que transcurran. Hoy sí siento que el mundo tiembla, que mis ojos, abatidos y vidriosos, miran la realidad de otro modo. Lloro por dentro, lloro por fuera, siento mis lágrimas correr como ríos que van a parar a la mar, que es el morir, hoy me muero un poco (o un mucho) yo también, hoy me siento muerto, como tú, que sentías devoción por tu único hijo varón.  No tiene ningún sentido que hayas decidido poner fin a tu vida así. No lo tiene. Por más y más vueltas que le doy a todo esto.
A menudo uno se preocupa por memeces, cosas a las que les damos una importancia excesiva, pero, ay, cuando ocurre algo que es de verdad terrible (también incomprensible), porque es entonces cuando uno toca fondo. Y yo tengo la impresión de haber tocado el fondo.  
No quiero derrumbarme, caer en el precipicio, pero este es un golpe durísimo, que no logro encajar, esta es una cornada brutal en todo el ADN de mi alma. Sólo lo sabe el que lo sufre en sus carnes.
A partir de ahora, lo sé, ya nada será como antes. Ya nada será igual. La vida continúa, se dice, sí, como una cantinela a la que tampoco encuentro sentido. La vida continuará, pero la tuya se paró. Se detuvo para siempre jamás. Y eso no puedo ni podemos remediarlo. Ya no podemos. Y es ahí donde nos damos de cabezazos contra muros construidos a prueba de bombas. Nunca uno está del todo preparado, por más que lo intente, para afrontar la pérdida de un ser querido, y en este caso aún menos, porque se trata de la pérdida de una figura entrañable (sobre todo cuando hablo de alguien como tú, un padre ejemplar, modélico, entregado en cuerpo y alma a tu familia).
Tú, con tus sabios consejos, con tu tesón, me enseñaste a caminar por el mundo, me mostraste el mapamundi de los afectos y las ensoñaciones. Me enseñaste a volar. Y ahora siento que me faltan alas. Algún día puede que vuelva a volar pero por ahora no puedo. Mi alma sangra. Mi ser se estremece. Me siento muerto como tú, papá.

7 comentarios:

  1. Manuel, mi más sentido pésame... Este artículo es liberador, aunque ahora haya dolor y desconsuelo...Eres emocionalmente muy inteligente y sabio, vive tu duelo rodeándote de amor, cariño y consuelo. Mi más devota admiración por cómo te has abierto por dentro en este escrito. Descanse en paz tu padre pues lo merece y que todos vosotros encontréis consuelo y paz de espíritu ante este dolor.
    Un abrazo grande.
    Eva C.

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  2. menuda tristeza...va a ser muy duro llevar esto, pero lo amigos y seres queridos irán dándote el calor necesario para ir pudiendo con tanto frío, y la serenidad para calmar tanto desasosiego; habrá que dar mucho tiempo...: pienso que acaba la existencia, y su vida, sigue contigo, y no metafóricamente solo, así lo creo; mi más sentido pésame....un abrazo fuerte

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  3. Esta mala bestia, que es a veces la vida, acaba de asestarte un gran zarpazo amigo. Aunque tal y cómo muestran tus palabras, tienes mucha fortaleza y no podrá contigo.
    Mucho ánimo y un fuerte abrazo, Manuel.

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  4. NO dejo de llorare al leerte, pues tus vivencias traen las mías y te siento como una puñalada que marca el dolor dejando la simple vida, no habrá palabras que te calmen ni abrazos que te llenen, pero para no extenderme en este momento, hago mías con humildad las palabras de Salvador, un abrazo al hogar.

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  5. "Fue una derrota aplastante pero me reforzó la espina dorsal con hierro y la sangre con azufre". H. M.

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  6. Nunca podré decirte aquello que pueda calmar tu desgarrado dolor.
    Te envío mi admiración y empática ternura...,quizás más tarde puedas sobreponerte aunque no olvidar.
    Hay cosas que se nos escapan por inesperadas e incomprensibles.
    Un fuerte abrazo y mis condolencias para tu mamá y familia

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  7. Manuel,no te marterices,no te reproches ni le reproches.A veces la vida "" duele" y pensó que así se liberaba de ese dolor.Recuerdalo como el padre que tanto cariño os dio,mucha fuerza y muchos besos

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