Como si de un ritual se tratara, acabo de viajar a un espacio familiar y cinematográfico, un sitio tocado por las musas y la belleza extrema.
Estoy encantado de volver, como cada año, a este útero marino y montañoso, que me hace sentir tan dichoso. Se
En Niembro |
trata, cómo no, del litoral llanisco, que cautiva al viajero con sus playas y calas de arena blanca y aguas de color azul turquesa, casi vírgenes, auténticas obras de arte escupidas por el mar en los acantilados de roca caliza, grandes formaciones geológicas, rincones inolvidables que han sido escenario de diversas películas.
Llanes desde el paseo de San Pedro |
Como si de un ritual se tratara, que lo es, viajo a esta villa marinera que es Llanes, entre el mar Cantábrico y las altas montañas de los Picos de Europa, que tanta fascinación procuran en el viajero.
Es esta (finde de semana del Pilar y/o Día de la Hispanidad) una buena época para acercarse a esta villa medieval y concejo del Oriente astur, para perderse por sus calles empedradas con olor a sidra y fabada. Un maridaje perfecto, me refiero a la sidra y la fabada.
Se dice que Llanes es la villa que mejor conserva en Asturias su fisonomía medieval.
No en vano, se mantiene en pie un torreón (castillo) y un buen trozo de su muralla medieval, visible desde el mirador/paseo marítimo de San Pedro, una gozada caminar por el borde de los acantilados sobre la hierba mientras se arroja la vista -los sentidos al completo-, al mar y a la villa de Llanes, con la playa del Sablón y el espigón del puerto, cuyos bloques de hormigón, pintados por Ibarrola, atraen la atención del viajero, bloques que se conocen con el evocador nombre de Los cubos de la memoria.
Aunque el viajero ha estado en varias ocasiones en Llanes, se acerca a la oficina de turismo, que se encuentra en la antigua lonja de pescado, para que le cuenten cosas sobre la villa y la zona, que siempre se aprende escuchando a quienes saben más que uno. Y, aunque el viajero ya lo sabía, le dicen que que puede visitar la basílica de Santa María del Concejo, "un templo gótico, que es algo raro en Asturias", y que también puede acercarse, aunque está en obras, al palacio Partarríu, una casona indiana donde se rodaron, entre otras, la película El orfanato, de Bayona (tan premiado) o Mi nombre es sombra, de Gonzalo Suárez, director honorífico que fuera de la Escuela de cine de Ponferrada, con quien compartí tantas charlas. https://cuenya.blogspot.com/2022/12/remando-al-viento-de-gonzalo-suarez.html
Por cierto, el director artístico de esta película es el siempre recordado Wolfgang Burmann, con quien también tuve la ocasión de charlar largo y tendido durante mi etapa en esta escuela de cine de la capital del Bierzo. https://cuenya.blogspot.com/2023/02/wolfgang-burmann-un-extraordinario.html
Si el paraíso existe (seamos al menos un pelín bíblicos), tengo para mí que una parte del mismo se halla en esta zona oriental astur. Esa es mi impresión.
En días radiantes como los que he tenido el pasado finde (una bendición) las playas de Celorio resultan estimulantes para los sentidos.
Aquí, en esta zona oriental, se encuentra la belleza elevada a la enésima potencia, esa belleza que nos hace creer en una vida esplendorosa, aunque sea efímera.
Borizo |
En algún cartel de Llanes de cine pueden leerse los diferentes escenarios de rodaje de películas en el concejo de esta localidad del Oriente astur.
Las playas de Palombina, Borizo (donde se rodaron Remando al viento y El portero), Troenzo, Barro (El portero, Historia de un beso y la serie La señora), Toró (donde se filmaron El abuelo y El detective y la muerte)... también la playa de los curas o frailes, se llama así porque está al lado del convento de San Salvador (ya decía que algo bíblico había al respecto), y, para rematar la faena, Niembro... colman de felicidad a este viajero, que recuerda con cariño al maestro Gustavo Bueno (quien encontró precisamente en Niembro su lugar en el mundo https://cuenya.blogspot.com/2016/08/gustavo-bueno-el-mejor-filosofo-de.html), y todas esas películas rodadas en estos espacios inspiradores, con sus aguas en calma y sus aromas universales a Mar.
Al viajero se le antoja que Niembro es un espacio romántico y filosófico, amén de cinematográfico, lleno de magia, con su cementerio cual si fuera una nave fantasma en el meandro arenoso de la ría de Barro, donde se rodaron películas como El abuelo y Epílogo, además de la serie La señora.
Seguiré remando al viento en busca de la tan ansiada libertad y belleza, la única protesta, decía el periodista Ramón Trecet en sus Diálogos 3, que merece la pena en este asqueroso mundo.
Lo cierto es que para vivir así, quizá lo mejor sería no morirse nunca. Qué cosas digo, Madonna mía.
Una auténtica maravilla contemplar esta naturaleza divina, porque la naturaleza en verdad es nuestra diosa, generadora de belleza, de vida.
La vida es lo único que tenemos, hasta que dejamos de hacerlo.
La vida es lo único que tenemos, hasta que dejamos de hacerlo.
Una maravilla dejarse arrullar por los sonidos de las olas, que es música celestial, dejarse alumbrar por un cielo protector, respirar hondo el verde aroma de una tierra guapísima. Con el encanto todopoderoso de un edén repleto de manjares, que el viajero saborea con gusto.
Me dice el amigo y alumno Fernando que estoy flipado con el verde aroma del Noroeste.
Y sí, tengo la impresión de haberme chutado con esta fragancia. Tal es el flipe que siento como si danzara en armonía con este mundo cual un derviche giróvago, o un místico de los tiempos actuales. Y hasta creo que podría elevarme, drogado con el verde aroma del Noroeste, mi lugar en el mundo. Aquí encuentro la tan ansiada templanza, serenidad, la ataraxia, de la que hablaban estoicos, epicúreos y escépticos. Incluso el propio filósofo cordobés Séneca.
Y sí, tengo la impresión de haberme chutado con esta fragancia. Tal es el flipe que siento como si danzara en armonía con este mundo cual un derviche giróvago, o un místico de los tiempos actuales. Y hasta creo que podría elevarme, drogado con el verde aroma del Noroeste, mi lugar en el mundo. Aquí encuentro la tan ansiada templanza, serenidad, la ataraxia, de la que hablaban estoicos, epicúreos y escépticos. Incluso el propio filósofo cordobés Séneca.
Aquí encuentro la belleza que engendra paz, tan necesaria en el mundo convulso en que vivimos.
*Qué grande, Monika, del alojamiento, que ha leído esta entrada y me ha señalado un par de cosillas que he corregido.
Oyendo las narraciones de tus viajes, hay que creer que hay pinceladas del Paraíso Terrenal por muchos sitios del planeta en el que vivimos. Así lo creo yo también.
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