¿Qué os parece este título En busca de sentido?
Playa de Luaña, Cóbreces |
Pues está tomado de un archiconocido libro del psiquiatra y filósofo austriaco Viktor Frankl, que en mi opinión debería ser una obra de cabecera, donde el autor nos cuenta su terrible experiencia en campos de concentración nazis, entre ellos el espeluznante campo de Auschwitz (que visité hace años), de donde pudo salir vivo por fortuna para relatarnos en primera persona lo que allí sintió, sufrió... y cómo logró descubrir el sentido de la vida en una situación tan adversa como ésa.
En busca de sentido, tal vez en busca de espiritualidad, a través de un viaje iniciático, es lo que viví y sentí el puente del pasado fin de semana en el monasterio cisterciense de Cóbreces, Cantabria, adonde he ido en diversas ocasiones desde que era un tierno adolescente.
Un viaje magnífico, en el que se viaja no sólo al exterior sino al interior de uno mismo, en un viaje introspectivo que resulta del todo saludable porque ayuda a conocerse más y mejor, a darse cuenta, como en una sesión psicoanalítica o mismamente de psicoterapia existencial y/o logoterapia (por seguir recordando al fundador de la misma, esto es el doctor Frankl) de quién es uno.
Cóbreces, al fondo, a la derecha, la abadía |
Tarea complicada, en todo caso, que requiere de mucha reflexión, de autoconocimiento, cual si se tratara de un viaje iniciático. Como ocurre por ejemplo en la Odisea, de Homero, o bien en El Quijote, de Cervantes, entre otras grandes obras no sólo literarias sino también cinematográficas, véase asimismo la obra del cineasta alemán Wim Wenders, por ejemplo París, Texas.
https://cuenya.blogspot.com/2013/11/paris-texas.html
https://cuenya.blogspot.com/2023/09/la-belleza-infinita-en-el-oriente-del.html
Llanes |
Con tiempo también para dar un voltio por San Vicente de la Barquera, que es un sitio resplandeciente; Santillana del Mar, que siempre ofrece al visitante su rostro de villa medieval, y Comillas, con su belleza exótica, su monumentalidad, impregnada toda ella por el espíritu del genial Gaudí, quien también nos dejó una obra extraordinaria en León y en Astorga, aparte de sus creaciones en Barcelona.
https://cuenya.blogspot.com/2010/03/gaudi-en-el-bierzo-en-astorga-en-leon.html
https://cuenya.blogspot.com/2019/08/de-la-ciudad-de-leon-la-barcelona-de.html
San Vicente |
En el monasterio de Viaceli de Cóbreces lleva desde que era un crío el bueno de Leoncio, originario de Losada, en el Bierzo Alto, al que toda la familia llamamos tío. Un ser espiritual, además de religioso, que también aparece en El verde aroma..., con buena salud a sus ochenta y nueve años, aunque él se siente ya muy cansado. Creo que anda algo deprimido. A ver si ahora, que vendrá al monasterio de Carrizo de la Ribera, logra elevar el ánimo.
San Vicente |
La experiencia en Cóbreces en esta ocasión ha sido estupenda. Allí he conocido a varias personas con quien entablé conversación, cada cual con su historia de vida, comenzando por Lucía, una mujer de Valladolid, con quien compartí mesa y mantel en el monasterio. Una chica de cincuenta y muchos años, según me dijera, que se mostró amable, buena conversadora a la vez que algo enigmática.
Se me ocurrió preguntarle a qué se dedica -la curiosidad mató al gato- y ella contestó que eso qué más da. Y razón que tiene. Con lo cual me quedé como un tontín. Eso te pasa por preguntar. No se pregunta. Vuelve por otra. Quizá algún día, quién sabe, volvamos a reencontrarnos. Así es la vida. "Antes de un mes te llamaré", me dijo. Da como penita conocer a personas con las que a lo mejor nunca más volveremos a ver.
En el Bolao |
Con Lucía fui hasta el mítico acantilado de El Bolao, que es un sitio cargado de buenas vibraciones, donde algún día, tal vez, podría convertirse en el espacio idóneo para que depositaran mis cenizas. ¡En qué cosas piensa uno! Será la edad. A lo mejor me está ocurriendo como al tío Leoncio, que recordaba, acaso con nostalgia de un tiempo que fue, sus estancias en Roma, en Alemania... cuando era joven.
¡El tiempo, el tiempo!
https://cuenya.blogspot.com/2013/08/el-tiempo-de-los-asesinos.html
Además de Lucía entré en contacto con otras personas hospedadas en el monasterio como un médico de Madrid, con quien tuve una charla harto sustanciosa, eso creo, un hombre de sesenta y pocos años, que se mostró descreído con el mundo en que vivimos, un mundo que dijo no entender.
"Para lo que me queda aquí", llegó a decirme. "Bueno, seguro que aún te quedará mucho tiempo", acerté a responderle. Eso me hizo recordar a la enfermera que tuviera asignada en Ponferrada hace un tiempo en mi centro de salud, la cual me dijo -ella que ahorita debe andar por los cincuenta y poco-, que de vida activa tampoco le quedaba mucho (eso creo recordar, a lo mejor no fue exactamente así, ella me dirá si lee esto), lo que me llevó a una reflexión profunda acerca no sólo de la vida, cuánto vive uno sino cuánto vive uno de modo activo, con capacidad para manejarse por el mundo adelante solo, solito, solo. Ya sabes, Beatriz, que charlar contigo, aunque ahora estés en Gijón, tu tierra, es realmente estimulante.
Asimismo, en el monasterio me encontré con Noelia, una chica entrañable de Toledo a la que a buen seguro siempre recordaré. Creo que algún día volveremos a vernos. Agradezco mucho, en todo caso, tu invitación para ir a Toledo, donde hace tiempo que no estoy y la verdad que tengo ganas de volver.
Y al final de mi estancia en Viaceli puede charlar brevemente con algunas personas de Andalucía que se hospedaban en el monasterio porque habían viajado para asistir a la presentación -en otro lugar de Cantabria-, de un libro sobre un cura, Un cura de una vez, cuya autora es Francisca García Guirado, con quien he mantenido contacto telefónico.
abadía cisterciense |
Tampoco quiero olvidarme de Nieves, una profesora de Valladolid, quien dice sentirse sola en el mundo, porque, aparte del amor de Dios, no encuentra el amor en los seres humanos. Y, como el médico madrileño, no entiende este mundo. Amar y ser amados, lo mejor que pude ocurrirnos. Quizá no haya que entenderlo sino vivirlo y a ser posible disfrutarlo. Disfrutar de la playa de Luaña, por ejemplo, aunque sea bajo la llovizna. Y de todos los manjares y placeres, como el queso de esta abadía, que nos ofrece la vida. No me olvido ni de ella, quien se ofreció hospitalaria para que vaya a Valladolid, ciudad donde he estado en diversas ocasiones y donde viven amigos y amigas, ni de Mari Cruz, que se encarga con soltura de la hospedería, en realidad de toda la gerencia del monasterio, porque casi todos los monjes ya tienen una edad avanzada y necesitan de cuidados. Cada vez quedan menos. No en vano, Mari Cruz ejerció como enfermera durante años.
Antes de dejar Cóbreces volví yo solito a El Bolao, tal vez en busca de sentido, el sentido de la existencia a través de un viaje iniciático que jamás olvidaré. Mientras, recordé a las amigas Piedad (Maripi) y Carmen, que conociera precisamente el pasado año en el monasterio cisterciense de esta localidad cántabra, donde los monjes cantan el Salve Regina en Completas, de modo que uno se queda literalmente en éxtasis místico.
Y eso me hizo volar.
Antes de regresar a la tierruca, a la matria, Comillas me esperó con la luz marina de la hipnosis, y es que esta villa arzobispal y pontificia (se nota que el monasterio de Cóbreces ejerció gran influjo en mí) es hipnótica.
Paseé por el entorno del palacio Sobrellano (del marqués), de estilo neogótico, y el Capricho de Gaudí, que me trasladó directamente a las chimeneas de las hadas del valle de Göreme (Capadocia), que visité hace años.
Recorrí el casco histórico, deteniéndome en la fuente de los Tres Caños.
Subí hasta el mirador de Santa Lucía para arrojar los sentidos al puerto, al mar. Y entablé breve charla con un operario con acento cantabrico (cantábrico también), el cual echó pestes contra el expresidente Revilla, el cual, según este oriundo, fue nefasto para Cantabria y sobre todo para los ganaderos. No será para tanto, quise decirle. Pero el hombre parecía ensimismado y muy enfadado con la política ejercida por Revilla, quien por lo demás está casado con una berciana de los Ancares llamada Aurora. La verdad es que no le dije que Revilla me cae bien.
Fuente Tres Caños |
Descendí varios peldaños hasta el puerto. Y desde ahí me encaminé al cementerio gótico, presidido en lo alto por el ángel exterminador. Con vistas al mar Cantábrico. Y entonces rememoré mi visita en julio de este año al cementerio de Luarca, también con vistas al mar, donde están enterrados el Nobel Severo Ochoa y el doble premio Óscar Gil Parrondo, al que recordaré siempre con cariño, porque era un tipo entrañable.
https://cuenya.blogspot.com/2016/12/un-garbeo-por-el-nilo.html
https://cuenya.blogspot.com/2023/07/de-ortigueira-las-asturies-de-los-mios.html
Tiene algo el viejo cementerio de Comillas que me hace recordar el camposanto de Santa Mariña de Cambados, donde están enterrados la actriz leonesa Josefina Blanco Tejerina, quien fuera la mujer del gran Valle-Inclán, además de un hijo de ambos llamado Joaquín. https://cuenya.blogspot.com/2023/09/en-tierras-valleinclanescas.html
Concluí la visita de Comillas yendo hasta el parque donde se alza el monumento al marqués de esta villa, que desde la distancia ya atrajo mi atención. Con la mala pata, nunca mejor dicho, de que, después de trepar como un cabrito campo a través, con el móvil en el bolsillo derecho del pantalón y a punto de aproximarme al monumento de marras, me di cuenta, cuando eché mano al móvil para sacar alguna fotina, de que la pantalla se había estallado, tal vez porque algún movimiento brusco lo había dejado fuera de juego. Así que me quedé sin móvil, que es como quedarse incomunicado. ¡Tanto dependemos de estos aparatos! Por fortuna, también llevaba cámara en ristre. Así que pude hacer algunas foticas.
Monumento al marqués de Comillas |
Lo cierto es que me quedé atolondrado. Y recordé que, otrora, la gente vivía sin móvil, sin ordenador, incluso sin cámaras. Sin nada o casi nada. Y vivían igualmente, sin generar ansiedad, sin prisas, porque lo deseable es encontrar el sentido de la vida, que ésta sí que es un genuino viaje.
*He de confesar, como buen feligrés, que a estas alturas ya tengo teléfono móvil nuevo.
Manuel, viajero incansable, narrador extraordinario que me haces hasta oler el mar, ver colores y paisajes y hasta percibir la peculiaridad de las muchas personas con las que charlas en tus viajes. Haces de tus libros compañeros inseparables .
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