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viernes, 9 de febrero de 2018

Relatos existencialistas de Pablo Ferreiro

Ayer noche, en el bar La Escandalera de Ponferrada, que regenta Abraham, nos dimos cita un buen puñado de parroquianos (y parroquianas, of course) para presentar la nueva obra del autor ponferradino Pablo Ferreiro, a quien tuve el placer de entrevistar hace un par de años para La fragua literaria leonesa en ileon.com
Siempre es motivo de alegría el poder arropar a un paisano con su libro bajo el brazo (es un decir esto de bajo el brazo), y sobre todo si este libro nos ayuda a reflexionar acerca del mundo en que vivimos, como es el caso de Relatos ahogados en entrañable cirrosis, cuyo título ya nos despierta la curiosidad por saber qué nos vamos a encontrar en su interior, en sus páginas, en esa colisión de palabras que supone una entrañable cirrosis
Patty, Pablo, Lolo, Ana

Una colisión al estilo del cineasta ruso Eisenstein. Aunque en su caso (en su cine) se tratara de una colisión de imágenes, de imágenes choque, en ese su montaje dialéctico. Como vemos en impactantes películas como El acorazado Potemkin o La Huelga
Cine y literatura se dan la mano, en verdad. El cine cuenta con imágenes, imágenes en movimiento, animadas, que pueden generar ideas, conceptos (incluso filosóficos) como bien sabe nuestro amigo filósofo Pablo Huerga. Y la literatura cuenta con palabras, con palabras escritas, que pueden generar imágenes, incluso poderosas, como hace la auténtica poesía (que es y debe ser y contener vida). Y como hace la buena literatura en general. Que también debe contener vida. 
A cirrosis no llegó la velada, o eso creo recordar. Entrañable sí resultó. Al menos para uno. 
El staff de La Escadalera (no sé por qué me ha salido un palabro 'anglo', disculpad), comandado por Abraham, en el que estaban Patty, Ana y Lolo, entre algún otro...  y algunos parroquianos amigos del autor, como el médico Javier,  y por supuesto los anfitriones Pablo y Mónika, hicieron que la noche fuera agradable. Al final (antes de irme para casa) hasta apareció mi paisano y también amigo Chente. Y Josefina (actriz en algunos cortometrajes filmados en la ex Escuela de Cine de Ponferrada), a quien hacía tiempo que no veía.

A cirrosis no llegó la cosa, decía, aunque hoy haya sentido algo de resaquina (si es que uno no tiene hábito de tomar). Pero he de confesar (ante el confesionario papal, ahora que le han tocado bien las pelotas a un pobre rapaz sevillano por hacer un fotomontaje de Cristo) que unas buenas dosis de vinos si nos metimos en el cuerpo. Utilizo el llamado plural mayestático. Aunque en realidad me refiero al menda lerenda. Y es que el vino (ya sea berciano, de Ribera del Duero -de esto sabe el enólogo Lolo, que me dio una lección de vino-... y aun de otros pagos) entra de maravilla con un buen jamón, como fue el caso. Un maridaje, que se dice ahora, estupendo de la vida. O divino de la muerte. Como dicen los guays. Y sobre todo un maridaje magnífico con un buen libro, como el que Pablo nos ofreciera ayer mismo. Así que mi enhorabuena para su autor, que reconoce su deuda con el existencialismo, sobre todo con Camus (El extranjero) y Sartre (La Náusea), dos obras que me laten extraordinarias. 
Pablo, aparte de haber leído mucho y bien (entre otros a Bukowski o Poe), ha tenido la inquietud de viajar por el mundo (por ejemplo a Japón), incluso de haber vivido en una ciudad como Berlín, donde en tiempos, no tan lejanos, ejerciera como corresponsal de Televisión española mi paisano y amigo Miguel Ángel García  Y donde sigue morando el músico de origen bembibrense Luis Miguelez, que fuera compositor de gente como Alaska durante la movida madrileña.
Berlín, que es una ciudad harto cosmopolita, atrae mucho a los jóvenes de toda Europa (de todo el mundo) porque allí encuentran el espacio para desarrollar su creatividad. Una ciudad viva, en constante cambio y movimiento, en permanente ebullición, también cultural. 
Pues eso, que viajemos, volvamos a Berlín, leamos, escribamos y sintamos el mundo como si fuera la primera vez que lo descubriéramos con ojos de asombro. 
Seguiremos atentos a tus nuevas publicaciones, estimado Pablo. 

(Os dejo este prólogo, que compusiera para Relatos ahogados en entrañable cirrosis). 

Pablo L. Ferreiro nos ofrece estos Relatos ahogados en entrañable cirrosis, cuyo título ya nos avisa de que vamos a leer unos textos nada convencionales, incluso transgresores (que abogan por el libertinaje, el incesto, la infidelidad, la gula…), en los que podemos leer entre líneas el influjo de autores como Poe o Bukowski (a quienes llega a mencionar de un modo explícito) o bien Henry Miller (maestro de la Beat Generation y del autor de La senda del perdedor), el marqués de Sade (con su filosofía en el tocador), Stevenson (con su Jekyll y Míster Hyde), entre algunos otros.
Asimismo, a través de una cita de Cioran: “A veces uno quisiera ser caníbal, no tanto por el placer de devorar a fulano o a mengano como por el de vomitarlo”, Pablo Ferreiro nos adentra de lleno en este mundo en verdad antropófago, en el que los humanos, demasiado humanos, canibalizamos a nuestro prójimo. Y encima nos regodeamos en el festín. Ese festín, por decirlo en palabras de Rimbaud, en el que se abren todos los corazones, donde todos los vinos corren.
El espíritu de Rimbaud, poeta iluminado y aventurero, también sobrevuela estas páginas, que Ferreiro ha escrito con fuerza, con su sangre, porque parecen brotar, a veces con rabia, siempre con poesía, con emoción, también con reflexión, de sus entrañas.
Ferreiro escribe estos relatos, en realidad poemas y en su mayoría poemas en prosa, desde su yo más profundo, desde su subconsciente más atrevido, como si estuviera componiendo un diario íntimo, impregnado de existencialismo, en ocasiones nihilista (“No soy poeta, ni escritor, ni un genio. Solo soy nadie intentando vivir y creo que lo hago… o al menos lo intento”), aderezado con las bandas sonoras de Frank Zappa, Pearl Jam, Tom Waits, Billie Holliday, Leonard Cohen, los Smiths… en su universo cinematográfico, tan presente, abordando los grandes temas universales del sexo, el amor, la muerte, la belleza; la vida, en definitiva. “Vivir es atravesar un manicomio con la más bonita de las sonrisas”, escribe Ferreiro.

Como decía el genio Rulfo sólo hay tres temas básicos: el amor, la muerte y la vida, el Eros y Thánatos de la mitología griega que posteriormente el psicoanalista Freud retoma como instintos o pulsiones de vida y muerte.
Herr Ferreiro se mueve en estas pulsiones haciendo que su escritura, sus confesiones se conviertan en un medio de evasión, en una catarsis, y aun en algo terapéutico, me atrevería a señalar, porque, debemos reconocerlo, una de las funciones de la escritura creativa, aparte de ordenar nuestro mundo de caos y fantasmas, es ayudarnos a sobrevivir en este mundo de caníbales y reyes, por decirlo a la manera del antropólogo Marvin Harris.




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