domingo, 14 de septiembre de 2025

Cantabria, una experiencia mística

Abadía de Viaceli


Desde hace años, siempre que puedo, viajo a Cóbreces, que es un mapa de los afectos. En tiempos viajaba con la familia, porque en el monasterio de Viaceli estaba el tío Leoncio (Leo) -que es un hombre entrañable, el cual se ha quedado ahora en el monasterio de Carrizo de la Ribera, donde ejerce como capellán en este monasterio de monjas cistercienses-, y luego ya comencé a viajar por mi cuenta.

https://cuenya.blogspot.com/2023/10/en-busca-de-sentido-traves-de-un-viaje.html

Este verano, en el mes de agosto, estuve en Cóbreces, en Cantabria, y me alojé en el monasterio donde el tío Leo, originario de Losada, en el Bierzo, estuviera cerca de ochenta años, que se dice pronto, desde que era un crío. "Cóbreces es mi casa", acostumbra a decir él.

Claustro monasterio de Cóbreces

Alojarse en el monasterio de Viaceli de Cóbreces es una experiencia mística que merece ser vivida, incluso por alguien que no es creyente (creyente en velorios, como a buen seguro diría mi padre), pero sí con vena espiritual, si tal puede decirse. En todo caso, no diré muy alto eso de no ser creyente, no vaya a ser el demoi, porque, después de ver recientemente la extraordinaria película El maestro que prometió el mar, a uno se le ha quedado muy mal cuerpo.

Parroquia y monasterio al fondo, a la derecha, en Cóbreces

A decir verdad, a uno le entusiasma la mística filosófica, la comunión espiritual con la Naturaleza (porque Dios es la Naturaleza misma, según el filósofo racionalista neerlandés Spinoza, que por cierto pertenecía a una familia judío-portuguesa en Ámsterdam, probablemente oriunda de España), la entrada en una dimensión espacio-temporal diferente a la habitual, la percepción alterada, el sentimiento oceánico o de eternidad, del que habla Freud en El malestar de la cultura... sin necesidad de chutes psicodélicos o alucinógenos. ¡A ver si se me está yendo la chola!

Playa de Luaña

Incluso podría asegurar que me interesa la mística de Santa Teresa (vivo sin vivir en mí), de Fray Luis de León (¡Oh, despertad, mortales!), o de San Juan de la Cruz (quedéme, y olvidéme), al igual que la mística budista a través de la meditación y el misticismo y ascetismo sufí de los derviches giróvagos. Pero no es necesario justificarme, porque en esencia me siento cercano al materialismo filosófico del maestro Gustavo Bueno o el materialismo cultural del antropólogo Marvin Harris.

Sea como fuere, en este reciente viaje a Cantabria me hospedé, como he hecho en anteriores ocasiones, en el monasterio cisterciense de Cóbreces, una pequeña población que está entre Santillana del Mar y Comillas, con lo cual es un sitio idóneo para visitar estos bellos pueblos y sus alrededores. https://cuenya.blogspot.com/2021/10/cobreces-hacia-la-espiritualidad.html


En Cóbreces, aparte del monasterio (luego volveré sobre el mismo), está la playa de Luaña, que es un espacio balsámico
, y el acantilado del Bolao,
que esconde las ruinas de un molino de agua abandonado, una cascada y la enigmática cara de un indio esculpida en la roca (para ver el indio hay que echarle imaginación).

El Bolao

Un espacio costero de gran belleza, que ha servido como escenario de anuncios y algunas películas, véase Altamira, en la que el actor Antonio Banderas interpreta al arqueólogo Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor junto a su hija de las pinturas de Altamira, o bien la película Diecisiete, de Sánchez Arévalo, en la que vemos hacia el final a los personajes principales hablando en el acantilado del Bolao. 

Por cierto, la película Altamira también está rodada en Santillana y en Comillas con espacios bien reconocibles como alguna calle de Santillana o el viejo cementerio de Comillas -sobre el que luego hablaré-, y el Capricho de Gaudí. 

Santillana


La abadía de Viaceli, que es de estilo neogótico, tiene en sí misma gran interés, eso creo, además se come bien y saludable. El queso que hacen los monjes, el de Trapa, es exquisito. El queso y la mantequilla son manjares. ¿Quién dijo miedo al colesterol?


Y como uno también se nutre de lo espiritual (ya lo había dicho), dejo esta grabación que alguien hizo del Salve Regina por los monjes de Viaceli, que entraña mucho misticismo. No me parecía del todo oportuno hacer una grabación por respeto. Por respeto a Mari Cruz, que se ocupa de la hospedería.

Con un recuerdo especial para Mari Cruz, Cristina, Francisco y por supuesto para Victoria.

https://www.youtube.com/watch?v=tYrHqyJeJvs

Acantilados de Ubiarco

Esta abadía es conocida asimismo por sus mártires, que fueron beatificados en 2015 en la catedral de Santander. Estos mártires, Álvaro González y Ángel de la Vega, eran curiosamente de mi pueblo, Noceda del Bierzo; Eulogio Álvarez era del vecino pueblo de Quintana de Fuseros; y Amadeo García y Valeriano Rodríguez eran de Villaviciosa de San Miguel (antaño conocido como Perros), como escribiera en su día en La Nueva Crónica bajo el título de Mártires bercianos.

https://cuenya.blogspot.com/2015/10/martires-bercianos.html

Acantilados de Ubiarco

La abadía, como ya había adelantado, es un buen punto de partida para visitar sitios cercanos de interés como la playa de Santa Justa o playa de Ubiarco, situada en esta localidad perteneciente a Santillana del Mar, con lo cual el dicho de que Santillana no es santa ni llana ni tiene mar es una bobada, como tantas otras. Quizá Santillana no sea llana, pero no sabemos si es santa, bueno, ahí sigue en pie su colegiata de Santa Juliana, de arte románico. 
Colegiata de Santillana


Lo que sí llegamos al menos a intuir, a percibir, es que resulta una delicia recorrerla, pisar sus calles empedradas, saber que el visitante se encuentra en la cuna del arte rupestre paleolítico de la cornisa cantábrica, 
sentir su medievalidad mientras se aspira el aroma a quesada y sobao pasiego, aunque sea bajo un cielo plomizo, lo que sin duda le resta encanto a esta villa de casas solariegas y palacios... y aun un museo de tortura, que llegué a visitar hace años. https://cuenya.blogspot.com/2022/09/asturias-y-cantabria-en-el-corazon.html

Ermita de Santa Justa

















La verde belleza cántabra se muestra infinita y acantilada, profundamente marina, con la ermita de Santa Justa, que data del siglo XVI, y se halla encajada en una cueva natural frente al mar Cantábrico, en la playa de Santa Justa o playa de Ubiarco. Un paraje natural de gran belleza. Sorprende cómo ha sobrevivido esta ermita en este enclave a los embates de las olas. Los peregrinos del Camino del Norte sienten devoción por este templo austero en una atmósfera mística. En el interior de la ermita, que no visité, se dice que se encuentran las reliquias de Santa Justa y Santa Rufina que, según la historia religiosa, eran dos alfareras devotas que vivían en Sevilla.
Entre Santillana y Ubiarco se halla un mirador que ofrece unas vistas panorámicas de ensueño a la costa.
Costa de Ruiloba, acantilados de Trasierra

Otra maravillosa excursión, que el viajero puede hacer desde Cóbreces, es a la costa de Ruiloba. Otro espacio sublime, pleno de misticismo. Con la ermita de los Remedios, que se halla en lo alto de una loma con preciosas vistas a los acantilados de Trasierra.

Comillas, asentada sobre suaves colinas que la protegen del Cantábrico, es otro de los pueblos cántabros por los que siento cariño porque son muchas las veces que he podido visitar este bello enclave. Y espero poder seguir visitándolo.
Costa de Ruiloba

Aparte del Capricho de Gaudí, el palacio de Sobrellano o la Universidad Pontificia, me fascina el viejo cementerio de Comillas, elevado sobre una colina frente al Cantábrico, que es un excelente mirador a este pueblo modernista, a su costa, donde dejaran su impronta artística el genio Gaudí y los arquitectos modernistas Domènech i Montaner y Martorell.

Viejo cementerio de Comillas

El viejo cementerio de Comillas, de aspecto gótico, con su llamativo ángel de mármol con las alas al viento, conocido como "el ángel exterminador", al igual que el título de una extraordinaria obra de Buñuel, atrae como un imán al viajero. El viejo cementerio de Comillas es un espacio cinematográfico de una belleza sobrecogedora.

Desde Comillas en dirección a San Vicente de la Barquera, el parque natural de Oyambre se abre resplandeciente como un amanecer cálido, lleno de vida, aromático, cantarín. Se trata de un espacio protegido, de gran riqueza ornitológica, que comprende los estuarios de la ría de San Vicente y la ría de la Rabia y su entorno, ofreciendo un paisaje inspirador de acantilados, playas, dunas, rías y marismas arenosas, como la paradisíaca y extensa playa de arena fina y dorada de Oyambre, que es un espacio natural que procura sanas vibraciones en el visitante, uno de esos sitios inolvidables, que recuerdo en aquellos viajes de jovencito a la abadía de Cóbreces, y adonde he vuelto encantado.
Oyambre

La ruta desde Oyambre a San Vicente sigue encandilando al viajero, que se siente feliz.
La villa marinera de San Vicente de la Barquera lo espera con los brazos abiertos, con sus dos brazos de agua. La bahía es una estampa alucinatoria, entre la realidad y la surrealidad, con el castillo, las murallas, la iglesia fortificada, el singular puente de arcos, las coloridas barcas salpicando la ría y los Picos de Europa de fondo (cuando pueden verse en días despejados). Como para quedarse de por vida con esta idílica imagen, que remueve el subconsciente del viajero haciéndole que entre en un estado de éxtasis, de iluminación mística.

San Vicente de la Barquera

A medida que el viajero penetra en las entrañas de San Vicente, donde por cierto se rodaron secuencias de la película Ocho apellidos marroquís (que he visto recientemente), una luz caliginosa se apodera del entorno, como si el humo del
Bierzo hubiera llegado a esta Cantabria verde y marina. Por fortuna, esta tierra se ha salvado de los fuegos intencionados en verano, pero una parte del parque nacional de Picos de Europa, en Asturias, ha ardido, y también afectó a una parte de los Picos en la provincia de León, con el desalojo de localidades como Caín de Valdeón o Casasuertes, entre otras.

En Casasuertes se hallaban mis sobrinos nietos, que por cierto viven en Castro Urdiales, aunque en esa época de agosto estaban con sus abuelos maternos en esta pedanía de Burón, y mi hermana y mi cuñado, sus abuelos paternos, pudieron traerlos al Bierzo sanos y salvos.
Una barbarie los incendios de este verano, algunos de los cuales aún no se habían extinguido al completo hasta hace poco.

Por eso, el ser humano debe mirar más allá de su ombligo, de su terruño, y comprender que el planeta Tierra es nuestra casa, la casa de todos, y debemos cuidarla, protegerla, mimarla, porque lo que afecta a un territorio acaba llegando a otro. Y hasta San Vicente de la Barquera, con los Picos de Europa en el horizonte, llegó el humo de los incendios.
Quedémonos pues con las imágenes de la belleza marina y acantilada de Cantabria, con esta experiencia mística en esta tierruca infinita, en esta joya del verde aroma del Noroeste.

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