martes, 9 de septiembre de 2025

Expo dedicada a Sorolla en Ponferrada

 Me encantó visitar a finales de mayo de este año la Expo dedicada al gran pintor Sorolla, "a través de la luz. De la tradición a la modernidad", en la Térmica cultural de Ponferrada, donde pueden verse hasta el 13 de octubre cuadros dedicados a la catedral de León, la Maragatería y Asturias. Tanto es así que me gustaría volver a visitarla. Dicho sea de paso, la catedral de León ha inspirado a diversos artistas, entre ellos al propio Sorolla o a Zuloaga.


A lo largo de sus viajes por España a principios del siglo XX, Sorolla hizo algunos cuadros en la ciudad de León y en Astorga. Y se quedó prendado de la riqueza de la indumentaria campesina (véase su cuadro Aldeanos leoneses), adentrándose incluso en los conocidos mercados semanales. Como el cuadro que pintó en la plaza San Bartolomé de Astorga recreando el mercado semanal.


Astorga, cabe recordarlo, le ha dedicado un monolito a Sorolla.

Asimismo, el maestro de la luz, el color y las playas levantinas viajó también a principios del siglo XX hasta en tres ocasiones, en época estival, a Asturias en busca de otra luz, de otros matices, de otro tipo de paisajes como el mar Cantábrico, recalando en lugares como Muros o San Esteban de Pravia, procurando captar los grises del cielo astur, además de los verdes y ocres, incluso los rojizos, de sus prados, montes y aldeas.


Sorolla, además de pintar la espuma del mar y las lanchas en la desembocadura del Nalón (Estuario del Nalón), también se interesó por las costumbres en Asturias, como la siega. Véase por ejemplo Segadora de Asturias, donde el color verde es el protagonista, destacando los cambios de color por el efecto de la luz que se cuela entre las ramas de un árbol.

Al parecer, en el verano de 1902, cuando ya era un pintor prestigioso, se instaló en San Juan de la Arena (que queda enfrente de San Esteban de Pravia), para pintar. De esta época son cuadros como Ría de Asturias, Mar y rocas de San Esteban, o Asturias, escena de playa, y otros relacionados con el campo y las costumbres, como Hórreo de Asturias y Campo de Asturias, donde el artista, mediante un estupendo uso de la luz, consigue transmitir serenidad mostrándonos un bello paisaje astur. 


En Mar y rocas en San Esteban Sorolla logra captar la luz del sol reflejada en el agua y las rocas con realismo y plasmar con maestría la costa de Asturias. 

En Asturias, escena de playa, el pintor, a través de la intensidad de la luz y el color, crea una escena llena de vida. 

Me alegró saludar en Ponferrada a Alicia Vallina, que es una experta en arte, precisamente de Asturias patria querida, además de comisaria de esta estupenda Expo sobre este genial artista valenciano. Con mi agradecimiento a Conchi Fernández, la directora de museos de la Ciuden.



Cuenta la escritora Alicia Vallina que "en la primavera de 1902, tras una breve estancia en Valencia, Sorolla se dirigió a León y, a continuación, ya entrado el mes de julio, a San Juan de la Arena, donde pasó el verano pintando. En la primavera del año siguiente viajó con su familia de nuevo a León, donde pintó escenas de mercado y, posteriormente, se trasladó a San Esteban de Pravia, donde pintó algunas de sus obras más relevantes del periodo de trabajo en el Principado, entre las que destacan Mar y rocas de San Esteban, Asturias; Segadora de Asturias y Campo de Asturias. En 1904 pasó la primera parte del verano con su familia en la región, donde pintó, de nuevo, obras como El Nalón, Asturias y quizá una magnífica nota de color en óleo sobre cartón titulada Caserío de Asturias". 


Me flipó sobre todo la experiencia multi-sensorial, a través de gafas virtuales, que permiten adentrarse en la época del artista, así como en el mar Mediterráneo, en la Malvarrosa. Un viaje fascinante al azul fino del mar y a la vibración de la luz en sus cuadros, cuadros hechos con la luz reflejándose en el Mediterráneo. Pura poesía visual y pintura al aire libre que le permitieron atrapar la fugacidad del instante.

Sorolla es pura luminosidad, con ese impresionismo y/o postimpresionismo tan suyo, con ese realismo tan cautivador en los cuerpos mojados de sus personajes, con esa pintura envolvente en movimiento a través de pinceladas rápidas. No en vano, se le conoce como el pintor de la luz y el color vibrante de su tierra valenciana, de la luz natural, el creador del luminismo mediterráneo, que transmite movimiento y emoción, porque sus cuadros rebosan de luminosidad, con el blanco como color principal, el blanco plomo. También empleó el bermellón, pigmento compuesto por mercurio y azufre, y el verde de Scheele.


Los reflejos de los blancos sobre las olas del mar... la playa, el cielo, las vestimentas de color blanco, los trajes regionales son constantes en su obra.

"La luz es la vida de todo lo que toca; así que cuanta más luz haya en la pintura, más vida, más verdad, más belleza tendrá”, dijo el prolífico Sorolla. Por tanto, la luz es verdad, belleza y vida, algo que suscribo.

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