Es la primera vez que viajo a las Baleares, en este caso a la isla de Mallorca, y espero que no sea la última.
Ojalá pueda volver a Mallorca y viajar tal vez a Menorca y a Ibiza. Qué las fuerzas nos acompañen para seguir viajando, "no pares de viajar", me recuerda el historiador berciano Balboa. Pues espero no dejar de viajar mientras me queden unas gotas de sangre en las venas. Ojalá pudiera estar viajando sin parar, aunque también se requiere de calma para asimilar la estimulación, las emociones y reflexiones que se despiertan al viajar, porque de este modo uno, al rememorar el periplo, vuelve a viajar, aunque sea de otro modo.El largo puente de la Constitución de este mes de diciembre, que ya está finiquitando, me encaminé a Madrid para coger vuelo a Palma de Mallorca. Y la experiencia fue magnífica. Además, en esta ocasión Álvaro, de la agencia Leontur, me consiguió el vuelo y el hotel Riu Concordia para alojarme allí, lo que se agradece cuando uno viaja pocos días, porque se goza de confort. Un lujo que uno puede permitirse de vez en cuando.
Almudaina |
Sigo conservando en la retina de la memoria -me tocó ventanilla- cómo sobrevolaba la isla, que se perfila como una ensoñación. Ese vuelo sobre Mallorca, con la poética que brota de la propia naturaleza y el encanto que procura volver a mirar la realidad con el asombro de quien la descubriera por primera vez. Qué perviva el asombro, la mirada no mediatizada.
La Lonja |
Recuerdo que sentí un chute de dopamina (puro placer) mientras contemplaba extasiado la luz del Mediterráneo que engendra belleza. Esa luz todopoderosa, divina, oriental, que se muestra tamizada y me hace creer en la vida, en el viaje de la vida, aunque sepa de antemano que ésta tiene un principio y un fin. Tal vez por eso conviene disfrutar de cada instante cual si fuera el último, porque aquí, en esta vida, estamos de paso. Con lo cual Mallorca se me apareció como una exquisita ensaimada. Por cierto, los desayunos y las cenas del hotel Riu Concordia los disfruté mucho. La comida es un gran placer, sin duda.
Almudaina y catedral |
Nada más poner los pies en el aeropuerto de Palma sentí buenas vibraciones. He llegado a una tierra tocada por alguna varita mágica, me dije. Con un clima maravilloso, solecito y excelente temperatura. Es el Mediterráneo, pensé.
Me instalé cómodamente en el hotel. Y sin más, incluso sin dormir, ya que había viajado durante toda la noche al aeropuerto de Barajas, me lancé a la aventura de recorrer la ciudad de Palma. Mi primera impresión fue la de estar en una España diferente, acaso en otra España, con cierto parecido a Cataluña, y es que hay muchas Españas.
Y esto no lo digo con afán político, pues habemos (como maldice algún gentío) ciudadanos de primera, de segunda y hasta de tercera clase. Clasista que es nuestro país de paisitos. Pero a lo que venía, como Umbral, es a hablar de mi viaje a la isla de Mallorca, que es más que una deliciosa ensaimada.La isla más grande del archipiélago balear, con una extensión superior a la comarca del Bierzo, ofrece bellos espacios, comenzando por la propia ciudad de Palma, como pude comprobar en mis cinco días en la ciudad, considerada como una de las mejores del mundo para vivir gracias a su sol, su estupendo clima, que me supieron a poco. No en vano, en mis recorridos por Palma escuchaba diversas lenguas, sobre todo alemán e italiano. Tiene sabor italiano, eso me pareció, su arquitectura, su colorido...
Más despejado que el primer día, pues estaba agotado, con lo cual no pude disfrutar como quisiera, me llamó la atención sobre todo su catedral, construida a la orilla de la bahía, todo un icono y punto de referencia. Me impresionó este edificio gótico de grandes dimensiones. Y también, al ladito, me gustaron los jardines del S'Hort del Rei y el palacio de la Almudaina, un imponente alcázar reconvertido en palacio cristiano de estilo gótico, que es residencia de verano de la familia real española. Desde aquí pude contemplar el paseo marítimo, que me entusiasmó recorrer. Al fondo se alza el castillo de Bellver.
Plaza Mayor |
Siguiendo el paseo marítimo se halla La Lonja, que fuera punto de reunión de mercaderes. Un edificio medieval con tres naves sostenidas por seis esbeltas columnas helicoidales sin capitel que parecen palmeras de piedra.
Próximo al castillo de Bellver se encuentra el llamado barrio bohemio, un barrio de moda donde viven muchos extranjeros y en tiempos viviera el Nobel Cela, como me dijera un rapaz de una oficina de turismo próxima a la catedral. Lástima que no tuviera tiempo suficiente para visitarlo como me hubiera gustado porque, cuando me enteré, ya era algo tarde. Así que tendré que volver a Palma. El tiempo, siempre el tiempo.
Panorámica de Palma desde Bellver |
Puerto de Sóller |
Pues eso, que la sola palabra Tramontana me traslada a algo misterioso emparentado con la genialidad y también con la locura. Y en esta comarca de la sierra de Tramontana se hallan Sóller con su tranvía trenecito con vagón de madera y su bello puerto asentado en una hermosa bahía con playas circundadas por montañas; Deià o Deyá, una estampa pictórica con el color ocre de sus casas, los naranjos y el azul turquesa del mar, un lugar de inspiración para autores como el escritor inglés Graves, el autor entre otras de Yo, Claudio, donde tiene su casa museo (también está enterrado en este pueblo) y que atrajo como un imán al músico Mike Oldfield, entre otros artistas.
Valldemossa |
Y colgadas de la ladera, las casas y las torres de Valldemossa, en cuyo monasterio de La cartuja pasaron el otoño de 1838 y el invierno de 1839 el compositor polaco Chopin y su amante la escritora romántica francesa Sand, autora del cuaderno de viajes autobiográfico titulado Un invierno en Mallorca. Durante su estancia en este pueblo de calles adoquinadas y casas de piedra decoradas con macetas de flores, Chopin compuso algunos de sus Preludios.
Deyá |
Alcúdia |
Pollença |
Paseo del Borne |
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