martes, 4 de julio de 2023

Trinidad, detenida en el tiempo

 Después de dejar la bella ciudad de Cienfuegos, nos dirigimos al Jardín Botánico, situado a unos pocos kilómetros de la ciudad, en la carretera que conduce hacia la ciudad de Trinidad, que ésta sí que es una joyita, como luego veremos. 

Gio, el guía, sigue con sus explicaciones, siempre con buenísima dicción y claridad. Luis, el chofér, pronuncia de vez en cuando alguna frase que hasta Gio tiene dificultad para comprender. Luis es un fenómeno de la naturaleza. Y resulta divertido.

Ana Eva y Pilar, Leticia y Saúl, incluido uno mismo, parecemos exhaustos a resultas de la paliza que nos estamos metiendo entre pecho y espalda. Esa es mi impresión. Habría que conocer su opinión.


Al final, creo que viajar no significa necesariamente ver cosas y más cosas, ver y ver, sino sentir, sentirlo todo de todas las maneras posibles, quizá también imposibles. Si se me va la pinza, conténganme. 
Viajar para sentir y reflexionar acerca de uno mismo y por ende de acerca de los demás, de la condición humana, en definitiva, porque nada de lo humano nos es ajeno.

Ahora toca la visita del Botánico, con "una calor" soporífera. Y así no hay dios bendito que disfrute, aunque estemos en medio de una naturaleza divina. Aquí se incorpora al grupo un guía específico del Botánico, que nos da las explicaciones pertinentes del Jardín y de algunos de sus árboles. Interesante, sin duda. De entrada, este Botánico está considerado como uno de los más ricos del Continente Americano por la riqueza de sus colecciones de orquídeas, bambúes, ficus, palmas, entre otras, incluso el llamado árbol de Tarzán, donde algunos intentamos hacer el mono con las lianas. Este Jardín ostenta la categoría de Monumento Nacional.

Agradezco que al final de la visita podamos tomar algo en el propio Jardín, en un chiringuito habilitado para ello. La piña colada está deliciosa.

El trayecto hasta Trinidad no es muy largo, siempre entre una vegetación exuberante, digna de enmarcar en varios cuadros pictóricos, porque Cuba es un lagarto verde y tropical, incluso un cocodrilo flotando en las aguas del Caribe, varado (de ahí el nombre de Varadero) en aguas azul turquesa.


Tengo la grata impresión al pisar las calles de Trinidad de que me he traslado a otro tiempo y a vez me hace recordar algunas poblaciones del México profundo. Y es que Trinidad es como el corazón sagrado de Cuba, con su colorido colonial y el empedrado de sus calles estrechas. Es como si uno se adentrara, a través de un "almendrón", como esos que se ven aparcados al lado de las casas, en una reliquia viviente al aire libre. Un viaje al pasado. Un espacio que cautiva y sorprende. Con sus gentes que parecen vivir tranquilas, disfrutando también de alguna partida de dominó.


De repente, salvando todas las distancias posibles, que son muchas, hay algo que me traslada a alguna aldea remota de mi tierra. Una de las ciudades coloniales mejor conservadas no sólo de Cuba sino de América, tal vez por esto es Patrimonio de la Humanidad, en un entorno verde de cafetales, palmerales y plataneras.

La ciudad cubana de Trinidad me ha hecho rememorar el México profundo que visitara durante los años noventa, cuando vivía allá.
La ciudad azucarera y tal vez azucarada de Trinidad, como el turrón de maní, parece como de otro tiempo, con sus calles empedradas y ese colorido que te traslada a un tiempo que fue, que sigue siendo, con su característico paisanaje, lo que más cautiva a este visitante, sin duda, porque Cuba es magnífica sobre todo por sus gentes apasionadas, vibrantes, cercanas, que disfrutan jugando al dominó.

El entorno de Trinidad resulta exótico, con una vegetación exuberante, cafetal. Trinidad, considerada patrimonio de la Humanidad, me sabe a Piña colada.
(Texto tomado de mi muro de Facebook)
Otrora fecunda ciudad del azúcar, hoy ya no queda nada o casi nada de aquel pasado glorioso en lo referente a la industria azucarera. 

Cuenta el escritor Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina que "la ciudad de Trinidad es hoy un cadáver resplandeciente. A mediados del siglo XIX, había en Trinidad más de cuarenta ingenios, que producían 700 mil arrobas de azúcar.


Los campesinos pobres que cultivaban tabaco habían sido desplazados por la violencia, y la zona, que había sido también ganadera, y que antes exportaban carne, comía carne... A Trinidad le dicen ahora «la ciudad de los tuvo», porque sus sobrevivientes blancos siempre hablan de algún antepasado que tuvo el poder y la gloria. Pero vino la crisis de 1857, cayeron los precios del azúcar y la ciudad cayó con ellos, para no levantarse nunca más".


En todo caso, en el conocido Valle de los Ingenios se conservan
 las ruinas de los numerosos complejos azucareros que hubo en el siglo XIX, que incluyen almacenes, maquinaria, barracones de esclavos, casas señoriales...

Pero no nos pongamos estupendos y prosigamos disfrutando del viaje, del recorrido por esta urbe, tan de película, donde la artesanía es un arte. Y la música también. Bueno, como en toda Cuba, porque los músicos son por lo general excelentes.


Animado se muestra el restaurante La Botija, o bien las escalinatas, que están a un lado de la bella plaza Mayor. 

Pues marchando un daiquiri. 

El hotel en Trinidad también tiene su encanto. 

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