Hacía ya días que no me asomaba a este blog, y lo hago ahora para rememorar mi viaje de principios de agosto a una de mis ciudades preferidas. Hasta creo que podría ser una de las más hermosas de España, lo cual es mucho decir, porque sobre gustos hay mucho escrito, incluso tratados de estética, de modo que esto que digo es una impresión absolutamente subjetiva, claro está.
Una buena amiga, Raque, me dijo en su momento que quizá es San Sebastián la ciudad más guapa de nuestro país de paisitos, y le respondí que Coruña, A Coruña, le gana por goleada. Qué atrevido soy. Será porque estoy pensando en el estadio de Riazor. Sólo por Riazor, Orzán y la zona de la torre de Hércules, con el faro, la caracola y los menhires, Coruña, que es una península en sí misma, ya tendría y tiene la belleza suficiente para subyugar a cualquier visitante.
Me fascina la ciudad del faro milenario, la ciudad de cristal, como se le dice también por sus galerías acristaladas. En todo caso, estoy muy a gusto en esta tierra, que siento como propia, como hermana, y es que algo gallego sí soy o lo parezco, incluso en mi acento. Tal vez podría pasar por coruñés. Eso me llegó a decir también una persona hace años.Ya lo he contado en más de una ocasión, en el mes de agosto Coruña se convierte en un gran escenario musical, en una fiesta continua. Coruña es por tanto una fiesta, como también dijera Hemingway de París. Así que la danza está asegurada. Hay conciertos, encima gratis, por doquier, en diversos lugares, entre otros, en la plaza de María Pita, el parque de Santa Margarita o en la playa de Riazor, lo cual es todo un lujo. Y, como en anteriores ocasiones, me he alojado al lado de Riazor, otra maravilla. Tengo la grata impresión de estar en casa en el alojamiento que regentan Fina y Antonio.
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Ayuntamiento y plaza de María Pita |
Entre los varios conciertos, a los que pude asistir, me gustaría destacar al grupo Los Planetas. Y es que quizá me he vuelto indie, indie rockero. En realidad, cuando era adolescente escuchaba a grupos como Deep Purple, Led Zeppelin, ACDC... Y por supuesto el rock sinfónico de mi preferido, Pink Floyd (sigo escuchando su música como si fuera la primera vez, con escalofríos en el alma).
Respecto a Los Planetas, hace años que los vi en concierto -creo que también en Riazor- y me enganchó ese sonido suyo cañero y a la vez hipnótico. Por cierto, Los Planetas y Lagartija Nick le hicieron un homenaje al gran Enrique Morente, y eso me entusiasma.
Los Planetas, que son granadinos, en la ciudad herculina.
Granada y Coruña, dos ciudades que me encantan, religadas por la música. |
Obelisco |
Norte (el faro y el obelisco) y sur (la Alhambra y el Sacromonte) unidas a través de un arte sublime que toca directamente las entrañas. Seguiré disfrutando de la música, de la belleza luminosa (valga la redundancia).
Cabe señalar que si Coruña está hermanada por la música con Granada, como he dicho a propósito de la actuación del grupo de indie rock Los Planetas en María Pita, también la ciudad del faro (el más antiguo del mundo) está hermanada con Málaga gracias al genio Picasso, que vivió en esta capital gallega siendo un rapacín, de los nueve a los trece años, desde 1891 a 1895, años importantes, donde comenzó a dibujar. Con lo cual en Coruña se halla la casa museo del creador del Guernica, que visitara hace años. Y que volví a visitar con gran satisfacción en un día gris y lluvioso de este pasado agosto en Coruña, cuyo clima suele ser de lo más agradable, habida cuenta de las calorinas y sofoquinas que la gente vive en verano sobre todo en el centro y el sur de España. Creo que el clima de Coruña, siempre con su brisa marina y una temperatura de veintipocos grados, es otro de los alicientes para disfrutar de esta urbe gallega.
Decía que el niño Picasso se trasladó con su familia a Coruña porque su padre impartía clases en la Escuela de Bellas Artes (en la actualidad, instituto da Guarda, en la céntrica plaza de Pontevedra). Y fue en esta misma escuela donde el joven Picasso perfeccionó su extraordinaria habilidad como dibujante, iniciándose como pintor y realizando su primera exposición en el número 20 de la céntrica e histórica Rúa Real. También en Coruña vivió su primer amor y sufrió la muerte de su hermana pequeña Conchita, un suceso que marcó su vida para siempre.
Cabe recordar que su hermana pequeña está enterrada en el cementerio de San Amaro. De lo que daré cuenta luego.
Para quienes sientan curiosidad por el artista Picasso en Coruña, les sugiero que se acerquen al edificio (segunda planta) situado en la calle Payo Gómez, 14, próxima a la plaza de Pontevedra, donde residió a finales del XIX. Aquí se encuentran muebles y objetos originales, incluso reproducciones de su obra coruñesa y de un grabado original suyo. Una visita estupenda y recomendable para los seguidores de este gran artista del siglo XX.
Como ya adelanté, Conchita, la hermana pequeña de Picasso está enterrada en el cementerio de San Amaro, en una zona ajardinada para infantes, aunque nadie sabe a ciencia cierta dónde se halla.
Era la primera vez que visitaba este cementerio coruñés.
Siempre hay una primera vez, aunque haya estado tantas veces en esta ciudad del faro. En este camposanto se encuentran varios ilustres e ilustrados gallegos, entre otros muchos difuntos, como Manuel Murguía, el esposo de Rosalía de Castro, o bien el escritor Fernández Flórez, que tanto fantaseó con la santa compaña. Con Fiz de Cotovelo. Excelente su libro El bosque animado, del que hay una película magnífica del siempre genial director Cuerda. Aparte del cementerio, existe el club de San Amaro y la playa del mismo nombre.
En la tradición gallega, San Amaro se asocia al más allá. Por eso el más allá, en el más acá, del camposanto.
Se dice que Amaro fue un abad y navegante que, según la tradición, realizó un viaje por mar hasta el Paraíso Terrenal, en el que, atravesando el océano, protagonizó con sus compañeros de viaje innumerables aventuras. Pues qué prosiga la aventura. El viaje. La vida en este más acá terrenal, que sin duda procura estimulantes experiencias. Dicho lo cual, continúo recordando mis días felices en Coruña bajo el influjo de la música, que es un excelente nutriente espiritual.
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San Amaro
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Noches locas con la música
Aparte de Los Planetas, tuve la ocasión de asistir a una noche loca con la música, la de grupos como Los toreros muertos, liderados por el hombre espectáculo Pablo Carbonell; Amistades peligrosas (el gallego Alberto Comesaña y la astur Cristina del Valle, que sorprendieron con su puesta en escena, aún recuerdo a Comesaña en su etapa con Semen Up en el castillo de Ponferrada); Modestia Aparte, que interpretaron La chica de ayer; OBK (a quienes también vi en concierto en Madrid, en Sol, en el mes de mayo de este mismo año) o el grupo liderado por Bunbury, sin Bunbury (Hechizo) que le hizo un homenaje a Héroes del silencio, y algunos más como Un pingüino en mi ascensor.
La música en concierto, sea del tipo que sea, me late extraordinaria. Y en el parque anfiteatro de Santa Margarita también tuve la ocasión de disfrutar de la música de Caamaño & Ameixeiras conformado por el dúo gallego Sabela Caamaño (al acordeón) y Antía Ameixeiras (a la voz y el violín), que con su lenguaje particular lograron emocionarme. Un auténtica delicia escuchar a estas chicas. Asimismo, saboreé la música portuguesa caboverdiana de Lura, los ritmos de Malí de Salif Keita, que tiene una banda portentosa, y la divertida puesta en escena de Terrae, con danza contemporánea incluida, además de Chambao (con su flamenco chill, que mezcla sonidos y palos del flamenco con música electrónica chill out y otras influencias) o Bcuc (un grupo procedente del Soweto de Johannesburgo, que atrae con sus sonidos tradicionales sudafricanos mezclados con el funk o el soul, incluso con el rock o el hip hop).
A Salif Keita, ya se le nota mayor, lo vi en concierto hace unos treinta años -me lo recuerda el amigo Jose- en la playa de La Arena, en Somorrostro (País Vasco, adonde solía ir a menudo porque además de buenos amigos, como los hermanos Arias Nogaledo, vivían dos de mis hermanas mayores allí).
Me encanta la música africana, ese latir universal que está en todos nuestros corazones.
Y en la playa de Riazor asistí a los conciertos de las Fillas de Cassandra, que había podido escuchar en el reciente festival de Ortigueira, y me encantaron.
Un puntazo la letra de su canción: ...Sácate, sácate, sácate, sácate/ Bru-bru-bruxa/ Lus do candil, fío nas mans/ Sombras de orballo tecen no serán/ Donas da morte e do espertar/ Danzan coa existencia de aquí pra-lá... Un grupo que, además de sus melodías tradicionales y letras ingeniosas con influencias del pop, la música electrónica y clásica, ofrecen un espectáculo teatral. Me sorprendió el coruñés Xoel López, al que había escuchado hacía varios años precisamente en esta playa de Riazor, con su pop y su rock alternativo.
Me encantó. Su canción A serea e o mariñeiro es estupenda. Por su parte, la banda madrileña Vetusta Morla (Vetusta mola) me cautivó con su potente directo. Una de las mejores bandas actuales del indie rock. Los conciertos en Riazor, a los que pude asistir, se cerraron con la banda inglesa-española de indie rock Crystal Fighters y el grupo de indie y Garage gallego The rapants. nuestro buen rollo Casa museo de María Pita
En esta ocasión, entre mis paseos por la ciudad y visitas a algunos sitios, se me apareció como un milagro, es un decir, la heroína coruñesa María Pita, que da nombre a la plaza del Ayuntamiento, estatua incluida, donde se celebran conciertos varios, al menos en agosto. Como ya había dicho. Se trata de una plaza bella y animada, con muchos bares y restaurantes, en uno de los cuales se sirven los singulares tequeños, que son una delicia para el paladar. En esta ocasión pude visitar la casa museo de esta mujer aguerrida que luchó en el siglo XVI contra el corsario inglés Drake. Se trata de un pequeño museo en el casco histórico, que repasa la historia de los siglos XVI y XVII de esta ciudad gallega. Entre concierto y concierto, caminatas a lo largo y ancho de esta península-ciudad, también tuve tiempo para acercarme a dos sitios singulares, a saber, Caión y a Betanzos.
Se me antojó una agradable sorpresa la visita de la parroquia -me gusta este término- de Caión, en el concello de A Laracha, a mitad de camino entre A Coruña y Malpica. En la Costa da Morte. Caión es un sitio singular, una minúscula península, una aldea marinera que en tiempos llegó a ser harto importante.
Con una hermosa playa en la que uno puede perderse a gusto, un largo arenal de fina arena blanca.
"Fue uno de los grandes puertos balleneros de la costa Atlántica, junto con Malpica", me dijo el periodista y escritor Manuel Félix, que es un viajero intrépido al final de los mundos. Caión es conocida también entre los surfistas por sus estupendas olas y sus aguas azul turquesa. Un lugar paradisíaco, "el último paraíso de la Costa da Morte", me susurró una meiga.
Betanzos
Esta es la segunda vez que visito Betanzos, en las Rías Altas, asentada sobre una colina, para protegerla otrora de posibles ataques, con dos ríos que se unen en la ciudad formando la ría.
Betanzos es conocida no sólo por su rica historia, que se remonta a la época del Imperio romano (Brigantium), y su arquitectura gótica, sus murallas y sus puertas de acceso, sino por su afamada tortilla de patata, que la sirven como un manjar de textura jugosa (muy poco hecha, o sea), que también lo es. Vaya esta visita por la tortilla y sobre todo por Antonio Doldán, originario de esta villa y responsable en otros tiempos de un hostal en Madrid adonde solía alojarme siempre que visitaba la capital.
He de confesar que sentía aquella casa como familiar porque Antonio y su mujer María eran seres extraordinarios. Quizá aún vivan. Ojalá. A Antonio hará unos tres años que llegué a verlo en el portal de su edificio, ya algo achacoso, porque le había dado un infarto. Nos saludamos con cariño.
Mapa de los afectos
Después de varios días en tierras gallegas llega la hora de despedirse, a sabiendas de que en algún momento, no tardando, regresaré a este mapa de los afectos, en cuyo mar, que es a la vez universal, hay algo especial, una energía única, misteriosa, insondable. Siento la fuerza de sus olas y esa brisa que me invita a volar.
Hay algo especial en la pureza de este cielo, que es a vez universal, haciéndome temblar.
Aquí y ahora, mientras me dejo arrullar por sus sones, contemplo el horizonte como un sueño, que me hace levitar. En busca de algo trascendente. De una belleza sagrada. De un mundo amable.
Hay algo especial, sí, en esta tierra de meigas, en este útero marino, del que brotan los deseos, que me permiten seguir en el camino, como quien redescubriera el mundo con el asombro de alguien enamorado de la belleza y la luz. De todo aquello que procura saludables vibraciones. Hay una energía especial en este mar y en este cielo que me hacen creer por instantes en un estado de felicidad. Siempre breve e intensa como la propia vida. Siempre única e irrepetible. Acaso espiritual.
Aquí, sentado a la orilla del mar, la caracola marina se alza como un tesoro del océano, un canto del tiempo presente, donde las olas susurran secretos de historias, de tempestades y de días luminosos.
Cada ola nos habla de nuestras vidas, de nuestro amanecer y nuestro oscurecer.
El mar y el cielo se fusionan en un universo curvado, donde la caracola se erige en diosa, símbolo de sosiego, un
hogar reconfortante para los sueños que vienen y van, como las marolas que acarician con sentimiento. En tu corporeidad encuentro, ¡concha marina!, inspiración para sentirme en conexión directa con el mar, la tierra y el alma.
En tu belleza encuentro un canto eterno, que siempre permanece, un mundo ancestral y sagrado.
Aquí, en la orilla del mar, siento tu canto del tiempo presente y pasado.
Hasta la próxima visita.
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