Colinas del Campo de Martín Moro Toledano sigue resonando como un latido universal, con la solera ancestral de un tiempo amoroso.
Colinas, como se le conoce a esta aldea en la zona, me lleva de la mano por entre un bosque de seres mitológicos hacia un Bierzo alto y remoto donde los osos también danzan a ritmo de flauta y tamboril en una farra interminable.
Colinas es un espacio familiar, un sitio legendario, literario, donde uno encuentra su temperatura emocional y la inspiración para dejarse fluir río abajo por el Boeza, que nace en el campo de Santiago, escenario fílmico, lugar para soñar y fabular.
Colinas es como un cuento de seres dichosos, que uno lee encantado mientras descifra los arcanos de la condición humana.
Colinas es el pueblo donde vive Camino con sus perros y también Luis y su hermana Mari Cruz, quienes fueran alumnos de la maestra y paisana Venancia (Nanci), que ahora anda paseando por Albania y me cuenta, a través del WhatsApp, que el abuelo de estos chicos (estupendos, según ella, eso me parecieron), un tal Anastasio, fue pastor en la Patagonia y hacía unos corderos asados al espeto... Imagino que de chuparse hasta los dedos de las manos.
Vuelvo a Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, que tal vez sea el nombre más largo de un pueblo en España, en esta época aún estival, y me sigue fascinando con su belleza natural y sus casas de éste y también de otro tiempo.
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