miércoles, 25 de octubre de 2023

Vagalume, de Julio Llamazares

 Vagalume (luciérnaga en gallego) es la reciente novela del paisano, amigo y también maestro Julio Llamazares, porque Julio es un maestro de la literatura, un modelo a seguir, eso creo. Y lo creo desde que descubriera su escritura, su literatura, su forma de entender este oficio que a veces puede convertirse en arte, como es su caso, cuando nos ayuda en definitiva a reflexionar y entender quiénes somos y en qué mundo vivimos, porque nada de lo humano ni de lo animal, incluso de lo bestial, nos es ajeno. 

El alma humana es un pozo. 

Como podemos comprobar, una vez más, a resultas de las barbaridades que se están cometiendo en el Planeta, de todo tipo, en todos los lugares, en unos más que en otros, como por ejemplo entre rusos y ucranianos, palestinos e israelíes... que son todos unos, seres humanos que sufren al vaivén frenético del poder psicópata y asesino de unos pocos iluminados, por citar los más candentes ahora, al menos los más mediáticos... porque poco o nada sabemos de las atrocidades que se cometen en África, América, el resto de Asia (no sólo en Oriente Próximo). 

Decía que la literatura puede ser arte, como en el caso de la obra de  Llamazares, porque nos ayuda a reflexionar y además nos emociona, léase por ejemplo ese relato titulado Pulmones de piedra, incluido en su libro Escenas de cine mudo, al cual hice mención, incluso leí y comenté este pasado lunes en una clase de escritura en la UNED de Ponferrada.  

La lectura de Vagalume también me ha cautivado, aunque creo que tendría que releerla, porque Julio nos habla de periodismo y literatura, dos caras de una misma moneda, ya que ambos trabajan con palabras, el poder de la palabra escrita, a través de la cual articulamos gran parte de nuestro pensamiento. La escritura como respiración... La necesidad de escribir aunque nadie te vaya a leer, si bien  a todos nos gusta que nos lean, que nos quieran... Porque "escritor es aquel -recordé las palabras del propio Manolo Castro un día ya remoto en el periódico- que continuaría escribiendo aunque no publicara... hay gente que no para de escribir sin ser escritor y, al revés, otra que no deja de serlo aunque no escriba una sola línea en su vida", leo en esta novela. 

En Vagalume (no sólo alumbra sino que vaga en la oscuridad como los cometas) se nos habla del "humo de los recuerdos", de la memoria -memoria de la nieve-, del paso del tiempo ("-A partir de una edad todos somos ya supervivientes"), una constante en la obra de Llamazares. Y también se habla de la vida privada, la vida pública y la vida secreta de los escritores, en realidad de todos los seres humanos, porque todos tenemos estas tres vidas, que son vidas paralelas a las oficiales. 

La vida secreta es la que se encargan a menudo los escritores de plasmar, con cual deja de ser secreta para convertirse en pública. Y de este modo los lectores, las lectoras, podemos asomarnos a ella. 

Vagalume se sitúa en una ciudad que logramos reconocer, ¿tal vez León? Una ciudad "enmarcada por un cielo azul topacio". Una ciudad tocada por la nieve, tan presente en la obra de Llamazares. 

En realidad, Julio nos habla de su ciudad y de sí mismo, porque, como él mismo dice en Escenas de cine mudo: "toda novela es autobiográfica y toda autobiografía es ficción". Y en este sentido Vagalume es autobiográfica, no porque todo lo que en ella se cuente podamos identificarlo con su autor, pero sí en el sentido de que es un reflejo de su alma, de su espíritu. 

Julio Llamazares en la feria del libro de Ponferrada con Vagalume

"Yo había llegado desde Madrid, donde estudié la carrera, a trabajar en aquel diario por recomendación", escribe el narrador en primera persona que aparece bajo el nombre de César (César fue también un excelente futbolista originario de Noceda del Bierzo, mi pueblo). 

En todo caso, lo importante es contar algo que resulte creíble, que sea verosímil, que tenga, esto es, apariencia de verdad. Y Julio lo logra una vez más. Consigue que nos metamos de lleno en la historia, en su historia, que además, en esta ocasión, tiene un punto de intriga, que se va desgranando mediante sorpresas y personajes que nos cuentan sus puntos de vista sobre el fallecido periodista Manolo Castro, maestro del narrador de esta historia, que ha ocultado durante su vida su faceta de escritor. Y es que es el propio César el encargado de desentrañar el misterio. 

Ya, desde el inicio, Llamazares introduce una cita tomada de Las palmeras salvajes, de Faulkner, que dará mucho juego en la novela. La cita en cuestión dice así: Entre la pena y la nada elijo la pena, la cual aparece asimismo como frase en un libro que ha escrito el personaje principal llamado Manolo Castro. Recuerdo que esta magnífica frase se menciona también en una película de Godard, À bout de Souffle (Al final de la escapada). 

"... ¿a qué pena se refería en concreto? ¿A la de haber renunciado a intentar realizar sus sueños? ¿A la que le producía haber dejado voluntariamente de escribir...? ¿A la de quedarse a vivir en una ciudad que a mí me aconsejó dejar si quería ser algo en la literatura?". 

Con Llamazares en Ponferrada

Pues entre una y otra, eligió la pena. Otra cosa es cómo se logra vivir, más bien sobrevivir, con esa melancolía, con esa tristeza existencial, sobre todo si ésta es permanente y termina por convertirse en depresión. En verdad, la vida no tiene ningún sentido sin otra vida soñada, otra vida que consuele de la propia. 

"-...El destino no existe, César, somos nosotros los que lo inventamos.

-¿Y la vida?

-Igual". 

Pues eso, somos nosotros quienes inventamos nuestra vida, al igual que los escritores inventan vidas a través de personajes en sus novelas, sus vidas secretas. 

Enhorabuena, querido Julio, por seguir haciéndonos soñar a través de las palabras. 

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