Recupero este texto publicado en Diario de León hace ya un montón de años que le dediqué al director artístico Burmann.
Ahora he reescrito algunas cosas para que siga teniendo vigencia.
W. Burmann, sin duda uno de los
mejores directores artísticos españoles, fue profesor de la ya desaparecida Escuela
de Cine de Ponferrada.
“La dirección artística es muy importante en el cine,
pero poco reconocida, y muy poco valorada, a veces ni siquiera por los propios
directores artísticos o escenógrafos”, llegó a decirme Burmann.
“En la
película Memorias de África, por poner sólo un ejemplo, la labor del director
artístico es fundamental, pues es él quien hace los localizaciones, y luego
llega el director de fotografía para filmar los hermosos paisajes, para
retratar la realidad antes elegida por el director artístico. Esto no lo sabe
la mayoría de la gente”.
Es verdad que un operador de cámara se puede jugar el
físico haciendo piruetas en el aire, subido encima de una grúa, de un
helicóptero -dijo Burmann-, mientras el director artístico corre menos peligro.
“El cine es como una orquesta, que
puede funcionar sin el director”, aseguró. “Para ser director de arte
hace falta, al menos, saber dibujar, al igual que para ser guionista es
necesario saber escribir, pero para ser director de cine no hace falta saber
nada”, contó Burmann con absoluta sinceridad, aunque se pudiera creer que
es una de sus salidas humorísticas, que de seguro lo es también.
Burmann creció en el
circo del cine, acaso como el genial Fellini, con quien tuvo la ocasión de
trabajar como ayudante en Giulietta de los espíritus.
"El cine italiano de Fellini y Visconti es el mejor". En cambio, los americanos, aun sabiendo hacer cine, no acaban de convencerlo con sus métodos de trabajo, que por otra parte son muy intensivos y eficaces.
Pertenece a una
familia de artistas, la saga Burmann. Su hermano, Hans, es director de
fotografía, y su padre trabajó como escenógrafo en algunas obras de teatro de
Federico García Lorca. A Wolfgang también se le nota su talento para la
escenografía teatral. Realizó decorados para obras de Buero Vallejo y
Antonio Gala, entre otros. Alguno de los hijos y sobrinos de Wolfgang también
se dedican a esta profesión del cine. En Tesis de Amenábar estuvieron
trabajando varios Burmann.
Comenzó su carrera
profesional como segundo ayudante en Cleopatra de Joseph L. Mankiewich,
llegando a trabajar con casi todos los grandes directores españoles, salvo con
Fernando Trueba, por quien siente una gran admiración.
"Berlanga fue un director extraordinario. Lástima que no trabajara con actores de
talento como Mastroiani y Alberto Sordi, "porque hubiera sido el mejor director del cine español".
En España -llegó a contar Burmann-, se han desperdiciado a muchos actores extraordinarios. Es sorprendente el caso de Dustin Hoffman, que fue rechazado para un papel de sepulturero hace ya muchos años. Como para tirarse de los pelos. Hoffman esperaba sentado su turno, con su nariz afilada y su carita de niño asustado. Pero no le llegó la oportunidad.
–No, no hay nada para ti –le dijo con jeta de mala follá uno de los que realizaba el casting.
Luego, pasado el tiempo, Hoffman aparecía en cartelera en uno de los cines de la Gran Vía madrileña. Se estrenaba la película El Graduado. Al verlo, quien lo rechazó en el casting, ni se inmutó. Qué curioso. Hay quienes no admiten sus errores por más que sean como templos de grandes. Hay gente tan tonta que es incapaz de bajarse de su burrez brutal y esperpéntica.
El cine español ha sido muy injusto con actores como Harvey Keitel y Klaus Kinski. Y eso es lo que nos hemos perdido. También se desaprovechó a Robert Redford, que pasó una temporada en Málaga intentando hacer cuadros de pintura. Y posteriormente tenemos el caso de la maravillosa Sharon Stone, que quedó deslucida en una película de cuyo nombre no puedo acordarme. Así de cruel es a veces el cine. Eso llegó a decir este extraordinario director artístico.
"Buñuel era un genio... Woody Allen es un genio".
Un tipo estupendo Chinín Burmann, que trabajó en la escenografía de películas como Abre los ojos, de Amenábar, Remando al viento, de Gonzalo Suárez o La flor de mi secreto, de Almodóvar, entre otras cintas, al que recuerdo con afecto.
A Burmann le gustaba ir al café Gijón madrileño con el actor Alexandre a charlar, a pasar el tiempo, a hablar de literatura, que era, por otra parte, una de las aficiones del veterano actor madrileño. Solían colocarse en una mesa, que mira a la calle, casi todos los días de la semana, salvo cuando tenían algún compromiso ineludible.
También recuerdo alguna anécdota potente que me contó Burmann acerca de Almodóvar. Pero esto me lo guardo.