viernes, 27 de mayo de 2022

Como la vida misma, Ana Cristina López Viñuela

 Un gran placer acompañar en la mesa de presentación a Ana Cristina López Viñuela, la autora de Como la vida misma. Eso fue ayer jueves, a las 20 horas, en la sala Región del Instituto Leonés de Cultura de la capital leonesa, que es ya como la casa de uno, porque aquí he tenido la ocasión de presentar libros, entre ellos algunos míos. 

Me alegra que Ana Cristina pensara en mí para que leyera su manuscrito y quisiera que hiciera el prólogo a su libro, Como la vida misma. Reflexiones para vivir conscientemente, porque se trata de una obra en la que podemos mirarnos y reflejarnos, ya que aborda cuestiones fundamentales acerca de la condición humana. Y merece mucho la pena su lectura, ya que aporta mucha reflexión, arroja mucha luz sobre este mundo sombrío y convulso, lleno de guerras y hambrunas, de epidemias y pandemias, de virus y bacterias. 

El acto lo introdujo el periodista y escritor Emilio Gancedo, a quien hacía tiempo que no veía, cuya labor periodística -lo recuerdo en Diario de León-, resulta admirable. En alguna ocasión llegó a reseñar la revista La Curuja y también alguno de mis libros como Viajes sin mapa

Con la autora y Juan Fernández

Gancedo vino a decirnos, acerca del libro de Ana Cristina, que, tras su aparente sencillez, se esconde una gran profundidad. Y es que no hay nada mejor que expresar las cosas con sencillez y con claridad, también con naturalidad, como hiciera magistralmente, por ejemplo, el genio Delibes. Y como hace también el genio Llamazares, entre algún otro. 

En todo caso, uno está convencido de que la escritura nos muestra cómo somos realmente. Dime cómo escribes y te diré cómo eres. Ahí que no hay trampa ni cartón. Porque en la escritura, sea de ficción o no, te muestras como eres, con tus miedos y tus obsesiones... ese miedo, esos miedos, de los que nos habla Ana Cristina López. 

 Gancedo terminó su intervención haciendo referencia a la importancia de la palabra curativa, y es que la escritura acaba resultando terapéutica porque nos permite ordenar nuestro pensamiento y darnos cuenta de quiénes somos y hacia dónde caminamos. El psicoanálisis, pongamos por caso, ha indagado largo y tendido acerca del poder de la palabra, porque a través de la palabra, sobre todo de la palabra escrita, articulamos gran parte de nuestro pensamiento, de nuestra conciencia. Y Ana Cristina nos invita, en su viaje al interior, a vivir conscientemente. A vivir en paz y en armonía con nosotros mismos, y por ende en paz y en armonía con el resto de congéneres. 

Otro gallo nos cantaría si todo el mundo hiciera este ejercicio introspectivo, este viaje a los adentros, para re-conocernos y saber qué podemos aportar a los demás, a la sociedad, en vez de lanzar toxicidad, mierda, a la cara de los demás humanos. La empatía, el ponerse en el lugar del otro, como un valor extraordinario. Y algo que deberíamos poner en práctica más a menudo. Desprenderse del ombliguismo, del egocentrismo, de ese narcisismo manifiesto y aun encubierto que tanto daño causa en los demás. Y por supuesto en uno mismo. Porque no se puede usar y tirar a la basura a la gente. Cuando en verdad deberíamos amar y ser amados. 

Después de Gancedo intervino el psicólogo Juan Fernández Quesada, a quien no conocía, en cuya intervención mostró su cariño por Ana Cristina, viniendo a decir que sus textos, recogidos ahora en este volumen, son un tesoro, que nos enseña su precioso SER. Y es que Ana Cristina se desnuda en su libro, nos muestra sus entrañas, y eso es muy de agradecer en un mundo que habitualmente sólo nos muestra apariencias, un mundo carnavalesco, lleno de máscaras y disfraces, plagado de engaños y autoengaños. Pura farsa. 

No vano, la Sala Región del ILC estaba abarrotada de público, de un público entregado, señal evidente, como dijera, de que Ana Cristina es muy querida. Y eso es magnífico. Con lo cual, amiga Ana, debes sentirte muy orgullosa, muy feliz, de tu gente, del arropamiento que has tenido, que tienes, lo que resulta impagable, porque el amor, la amistad, el cariño de los familiares, de los amigos... es un verdadero tesoro. Que tu conoces bien. Mil gracias por tu hermosa dedicatoria. 

Os dejo el prólogo que escribiera encantado, con todo mi cariño para ti, Ana, para este estupendo libro que nos ofreces titulado Como la vida misma. 

Prólogo

La lectura de estos textos de Ana Cristina López Viñuela, que ahora conforman este libro, se me antoja una auténtica lección de vida, porque nos invita a bucear en nuestro interior con el fin de saber quiénes somos y hacia dónde queremos caminar, porque la magia reside, en su opinión, en nuestro interior. Y cada cual encontrará por sí mismo su camino, edificando nuestra vida sobre cimientos sólidos, estables, viviendo con sensatez, aceptando lo que la vida nos ofrece, intentando “sacar el mejor partido de las circunstancias”, aceptándonos a nosotros mismos, con nuestras limitaciones y también con nuestras posibilidades, sin culpar a terceras personas de nuestras propias incapacidades.

Por tanto, dejemos de vivir nuestra existencia, según Ana Cristina, de cara a la galería, con una mirada libre de prejuicios y centrados en el momento presente, en la paz, en el amor, que “es un tesoro”, saboreando en cada momento lo que tenemos.

Y por supuesto, durante este instructivo recorrido por la senda de la vida, nos enseña todos esos valores que nos hacen crecer como personas, que nutren nuestro espíritu. Y nos convierten en definitiva en mejores como seres humanos. Todos esos valores como la tolerancia, la concordia, la ternura, la libertad propia y ajena… “Nunca seremos verdaderamente libres si no nos encaramos con nuestros miedos, reales o ficticios”, si no experimentamos “el vértigo de la incertidumbre”, si no logramos “distinguir los peligros reales de los imaginados”, porque no podemos vivir “en un estado de terror permanente”, que nos paralice y nos impida realizarnos como personas.  

Ya desde un inicio, la autora, que reconoce haber sufrido una crisis con veintipocos años, nos muestra su deseo de ahondar en su interior, en una búsqueda honesta de la verdad, algo a lo que todos tendríamos que aspirar, viviendo la realidad, como ella misma nos propone, de una forma serena y amable, sin dramatismo, sin resentimientos, sin culpa. Para ello, es necesario que sepamos gestionar de un modo correcto nuestras emociones.

Emilio Gancedo, Juan y Ana Cristina

No olvidemos que antes que seres racionales somos seres emocionales. Y a través de la inteligencia emocional, poniendo en práctica la empatía, podríamos adaptarnos mejor al entorno y por ende comprender a los demás seres humanos, habida cuenta de que somos, además de “profundamente contradictorios”, seres sociales por naturaleza. Y necesitamos comunicarnos –precisa Ana Cristina–, para poder vivir en comunidad.

Con este libro logra que nos abramos desde nuestra humildad, “que no consiste en hacerse de menos o renunciar al propio criterio”, a lo diferente a través de sus lecturas, de sus viajes, de sus experiencias y conversaciones con otros seres humanos. Asimismo, consigue alertarnos del fanatismo y del pensamiento único, al tiempo que nos invita a reflexionar acerca de la condición humana y el mundo en que vivimos, cuyos centros de poder espían, en su opinión, nuestra intimidad, controlándonos y manipulándonos.

Amparándome en sus propias palabras, me apetece subrayar lo siguiente: ¡Qué ninguna intoxicación, propia o ajena, nos quite la energía y el buen humor! Para seguir recorriendo la senda de la vida.

jueves, 26 de mayo de 2022

La fragua literaria leonesa: Juan Acebal

 

LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Juan Acebal: “El Bierzo es un verdadero paraíso agrícola”

El poeta y narrador Juan Acebal, autor de varios libros, entre ellos 'Recetas de cocina para mujeres deliciosas', está ahora recopilando cuatrocientos rubaiyat, que realizara durante estos últimos diez años, basados en instantáneas fotográficas y pictóricas recogidas por una mujer, Carmen Francés, ya fallecida, como homenaje a ella.


El poeta y narrador Juan Acebal.

Manuel Cuenya | 26/05/2022 - 10:31h.

Si por las calles rodaba el sol,

si en nuestros ojos vivía la luna,

si mis palabras solo eran una,

si nos cantamos en sí bemol,

si convertimos la catedral

en una foto de nuestros besos,

si nos besamos hasta los huesos

y sus paredes fueron mural

en que pintamos dos corazones,

es porque aquel día los dos juntamos

en pentagrama los mismos sones

y nuestros cuerpos fueron canciones,

dulces canciones, en las que amamos,

encadenando las ilusiones.

Y, desde entonces, nuestra canción

es del más bello barrio que hay en León.

(Juan Acebal, 'Barrio Húmedo)

Existen magníficas coincidencias. Como ocurriera con Juan Acebal, al que conocí en un viaje relámpago a Asturias en compañía de dos poetas leonesas, con el fin de ver en Llanera a otra poeta, en este caso a la actriz, poeta y diputada murciana Magdalena Sánchez Blesa, que logró emocionar al auditorio. No en vano, el polifacético Juan Acebal es el autor del prólogo 'Yo contra mí', de Sánchez Blesa.

Cuenta Acebal que la poeta Magdalena Sánchez Blesa es su amiga del alma. Y su idea fue dejar constancia de su manera -especial artesanía-, de trenzar versos así como hacer hincapié en la filológica concepción que, consciente o inconscientemente, destila para ello.

"Se lo debía y lo hice con gusto y consecuentemente. También le hice un introito para su libro, 'Nana para dormir a mis abuelos', que fue prácticamente un canto sobre su valores y cualidades como mujer y poetisa", recuerda el autor de 'Treinta poemas de amor y una leyenda de azahar', que es hijo y nieto de mineros, nacido en Aller (Asturias), aunque ciudadano del mundo, que llegó a Ponferrada de la mano de su madre cuando él tenía nueve años para residir con unos primos suyos -la señora Amparo y Antonio, de muy grato recuerdo- en el poblado de la MSP, en el barrio de Flores del Sil.

"Parece ser que ya habían acordado internarme en el seminario (apostólica) que los Padres Paules, como así ocurrió, tenían en Villafranca del Bierzo. Bueno, excuso decir que a mí la supuesta vocación sacerdotal no me rozó ni de perfil, así que no muy voluntariamente, aunque sí con muy buen provecho, transcurrieron los cuatro primeros años -los pertinentes en dicho centro- de mi paso de la infancia a la adolescencia, he de decir que con notas más aceptables y un extenso menú de lecturas que, sin duda, sembraron los surcos de mi actual cosecha cultural", rememora Juan Acebal, que conserva un buen recuerdo de los curas y de sus compañeros. Aunque sí recuerda que las cartas que les escribía a sus padres, en las que les pedía reiteradamente que lo librasen de aquella disciplina conventual que él, evidentemente, no había elegido, las leían previamente los curas, con lo cual sabían que Juan no tenía devoción sacerdotal.

"Mis progenitores habían emigrado a Alemania con el fin de procurarse y procurarnos a sus hijos una vida mejor y librarnos, tanto a mi padre como a nosotros, de un presente y un futuro condenados al trabajo bajo tierra, al grisú, a la silicosis y a un temprano y duro envejecimiento. Y de esta manera, burla burlando que dijo Lope, un año en Ponferrada y cuatro en Villafranca formaron el quinquenio que abarca mi estancia vital en el Bierzo", evoca el autor de 'Duendes y hadas', para quien el Bierzo representa un vergel, con un microclima especial, incrustado entre tres comunidades -Galicia, León y Asturias- que antaño fueron reinos, "yo diría que es la guinda del pastel, "un verdadero paraíso agrícola con sus árboles frutales, sus hortalizas, verduras y sus vides, autoras estas últimas de excelentes vinos. Como nota curiosa he de decir que en las tierras del monasterio de Villafranca los seminaristas vendimiábamos nuestras -las suyas de la Congregación de la Misión- propias viñas y nuestro vino de misa, excelente y natural, que, por otra parte, era enviado al Vaticano (de Roma) para alegrar sus celebraciones rituales".

(Puedes seguir leyendo esta fragua en este enlace de ileon: 

https://ileon.eldiario.es/cultura/129357/juan-acebal-el-bierzo-es-un-verdadero-paraiso-agricola)

jueves, 19 de mayo de 2022

La fragua literaria leonesa: José Luis Lamana

 

LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

José Luis Lamana: “El poeta, el narrador, no debe endiosarse y caer en que es el más estupendo de su barrio”

El poeta leonés José Luis Lamana, autor de 'Versos de lucha y vida' presentará el próximo sábado 21 de mayo su obra en el bar el Lápiz de la capital de León.



el poeta leonés José Luis Lamana
El poeta leonés José Luis Lamana. // Foto de Alejandro Nemonio Aller
Manuel Cuenya | 19/05/2022 - 10:43h.

La vida... la muerte... dos caras de la misma moneda

La clepsidra y el reloj de arena fluyen en gránulos e instantes /

de estimada frecuencia...

de estimada secuencia en intervalos continuos y discontinuos de salud... /

infelicidad y felicidad

remontando rubicones... cascadas... y ríos que siempre acaban /

en el mar... que es el último tramo vital.

Resplandecer y fenecer... vivir plenamente y morir.

Resistir y persistir... planificar e ilusionar,

dar luces a ti mismo y a los demás...

(José Luis Lamana, 'Vida y muerte', incluido en 'Versos de lucha y vida')

El poeta agoreño José Luis Lamana acaba de publicar 'Versos de lucha y vida', en el que plasma, en su opinión, una vivencia existencial ante una época difícil y trascendental de su vida, debido a su delicada situación de salud. Un libro que escribió, concentrado e inspirado, en Gijón, al lado del mar, en muy grata compañía.

"Gijón junto con Leóny un pueblecito babiano que se llama Villasecino,  del que procedía mi madre me inspiran por su belleza y sentimientos muchos poemas que he escrito", confiesa él, que agradece al escritor y dinamizador cultural Ramiro Pinto a su amistad profunda desde hace años, porque, además, han luchado como activistas para defender causas justas en muchas batallas ciudadanas, como ocurriera por ejemplo con el embalse de Riaño.

"Ramiro Pinto, además de ser un buen y prolífico escritor, es uno de mis mejores amigos", detalla Lamana, que presentará su obra 'Versos de lucha y vida' el próximo sábado 21 de mayo en el bar El lápiz de la capital leonesa, su ciudad natal, a la que se siente muy unido.

"Vine al mundo al lado de la Catedral, en San Pelayo, un antiguo palacio que se edificó sobre las ruinas del Principia Romano", aclaraeste "poeta que se desangra para grabar con fuego ardiente sus Sentimientos", según nos cuenta la poeta Carmen Pinillas.

Cree Lamana que León–que es un semillero cultural de artistas de todo tipo, en especial el Ágora de Poesía– le ha procurado sensibilidad literaria.

Además, ha participado en diversos actos y certámenes poéticos, entre ellos el convocado en honor a Genarín, "el Santo Pellejero". No en vano, es cofrade desde hace muchos años de esta congregación.

Entrañable José Luis Lamana, poeta con estilo propio. Le llamamos 'Gladiador' porque nunca se rinde. Luchador apasionado por la República y los valores que representa. Libertino que brinda por Genarín. Personaje singular portador de amuletos y anillos, coleccionista de plumas estilográficas. Veterinario.

(Ramiro Pinto, acerca de José Luis Lamana).

"Gijón junto con León y un pueblecito babiano que se llama Villasecino,  del que procedía mi madre me inspiran por su belleza y sentimientos muchos poemas que he escrito"

El Ágora de poesía como espacio de libertad

Respecto a El Ágora de Poesía,  destaca la libertad con la que sus participantes leen sus textos, porque el lema es: "Aquí la poesía no compite sino que se comparte".

"Ya existen demasiados egos en el panorama literario y el poeta, el narrador, no debe endiosarse y caer en que es el más estupendo de su barrio", añade, consciente de que todos somos creativos cuando leemos un libro y penetran sus esencias en nuestro cerebro.

Se enorgullece de que León sea una ciudad con tal producción artística y literaria, con su intensa actividad cultural, sobre todo en relación con el número de habitantes.

"Me interesan fundamentalmente los libros de poemas pero también he escrito y publicado algunos relatos y cuentos en las revistas como'Sentimientos invisibles' y 'El búho desenfrenado'. Considero que la poesía es más abierta y libre a las sensaciones del lector que la novela, el relato o el cuento", afirma él, cuya vocación por la escritura le surgió por la necesidad de comunicar sus vivencias y experiencias para dejar un legado intangible, "un legado que no sea perecedero al viento y al aire de las ideas libres... para que cualquier ser humano pensante lo utilice por si alguna vez lo precisa o lo necesita", apunta Lamana, quien cree que  el poeta lanza sus versos al aire y ya no son de su propiedad sino del Pueblo Soberano y de las gentes que lo leen.

"Es una aportación vital que todos tenemos que hacer, si tenemos esa capacidad para crear algo que consideramos para mejorar la sociedad", dice él, que reconoce haber leído tanto a los  clásicos como a los más modernos, porque es un lector voraz y cada uno de los autores aporta su grano de arena al mundo del saber y el conocer. Entre sus referentes está León Felipe y los autores de su ideología y su época, aparte de aquellos que abordan temas existenciales.

"De los antiguos releo 'El Arte de la Guerra' de SunTzu, que es muy interesante, además de otros libros orientales antiguos relacionados con este tipo de escritura. Un libro que me apasiona es 'El Arqueómetro', de Joseph Alexandre Saint-Yves d'Alveydre, que recomiendo a pesar de ser muy complejo", explica, convencido de que la pandemia ha sido un acto criminal y deliberado de guerra biológica para eliminar población de algún segmento poblacional orquestado por aquellos que realmente tienen el poder en el mundo.

"Como veterinario, que entiende y sabe de virus, es muy sospechosa la estructura y la naturaleza del Covid.Pero considero que se les fue de las manos, que no pensaban en los efectos colaterales letales para la economía y la sociedad tan desastrosos. No habían considerado las mutaciones posteriores, ¡puñeteros torpes!, que no tuvieron en cuenta tal efecto boomerang...En el ámbito de la Cultura ha habido un claro retroceso por las medidas restrictivas y de aforo en los actos públicos. En la sociedad ha impregnado la malévola y negativa presencia del miedo al otro ser humano por el peligro del contagio, marcando desconfianza e insolidaridad en vez de solidaridad, provocando aislamiento y soledad en las personas menos favorecidas y más vulnerables. Han abierto la caja de Pandora de los rayos y truenos, desatando las cadenas del infierno irresponsablemente. Creo que estaba programado... Lo peor es que ha causado millones de muertos en todo el mundo y ha alterado sustancialmente la vida tal como la conocíamos", se lamenta él, que, para más inri, percibe la invasión de Rusia a Ucrania como preludio claro de una Tercera Guerra Mundial.

"Como veterinario, que entiende y sabe de virus, es muy sospechosa la estructura y la naturaleza del Covid. Pero considero que se les fue de las manos, que no pensaban en los efectos colaterales letales para la economía y la sociedad tan desastrosos. No habían considerado las mutaciones posteriores, ¡puñeteros torpes!, que no tuvieron en cuenta tal efecto boomerang..."

"Es y será la guinda del pastel de desastre a todo nivel, complicando más aun la posible recuperación de la aparente normalidad anterior", se muestra, consciente de que no debemos dejar para mañana lo que podamos hacer hoy, que debemos aprovechar la existencia en algo que merezca la pena, no solo en términos materiales sino espirituales. Necesitamos ser felices de verdad e indagar en el profundo sentido de la vida, según él, al que la poeta Manuela Rodríguez Gallego le dedica esta frase: "Un día serás el rey que no quieres ser de una auténtica República".

(Puedes seguir leyendo esta fragua en este enlace de ileon: 

https://ileon.eldiario.es/cultura/129136/jose-luis-lamana-el-poeta-el-narrador-no-debe-endiosarse-y-caer-en-que-es-el-mas-estupendo-de-su-barrio)

jueves, 12 de mayo de 2022

La fragua literaria leonesa: Manuel Félix López

 

LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Manuel Félix López: “Algunas buenas crónicas periodísticas son pura literatura”

El periodista Manuel Félix López, autor de 'Tiempo de cobardes', está en estos momentos preparando un viaje por varios países de África, entre ellos Senegal y Gambia. Le gustaría hacer un viaje iniciático.


Manuel Félix López.

Manuel Cuenya | 12/05/2022 - 11:47h.

Berciano de Galicia o gallego del Bierzo, el periodista Manuel Félix López publicó a finales del pasado año 'Tiempo de cobardes', un libro ameno, divertido, entretenido, con el que, además, aprendemos.

Podríamos asegurar que este libro es puro periodismo; ese que está pegado a la realidad de la calle y de sus gentes en países como Argentina, Chile, Colombia, Uruguay, Panamá, Costa Rica..., con el que disfrutamos como lectores. Ese periodismo que es asimismo un buen punto de partida para escribir literatura, porque "las buenas crónicas periodísticas no están reñidas con la literatura. De hecho, las hay que son pura literatura. Por ejemplo, recuerdo alguna de deportes, de fútbol nacional, muy buenas. El punto de partida hacia la literatura también te puede llegar siendo juez, forense o repartidor de comida rápida", apunta el creador de 'Tiempo de cobardes', que te hace viajar sentado y disfrutar de una aventura, en cierta medida salvaje, según él.

Este montañero y aventurero disfruta con los libros de viajes, porque "si los textos son buenos, viajas con la mente, que a veces puede llegar a ser más placentero desde la comodidad de un sillón". En este sentido se muestra un apasionado de la literatura de viajes anglosajona. "Son incisivos y me gusta ese humor de retranca que se asemeja a la gallega. Cito a la señora Jan Morris, que tuvo que engañar a su audiencia haciéndose pasar por hombre, o Bruce Chatwin, que con poco supo ilustrar a la perfección sus viajes. También tengo, lógicamente, libros de Javier Reverte. Hizo mucho viaje periodístico con dirigentes nacionales y eso, se nota en su estilo", sostiene este aficionado a la pintura, cuyo libro 'Tiempo de cobardes' es como un viaje iniciático, en el que todo el mundo se siente reflejado de alguna manera.

(Puedes seguir leyenda esta fragua en este enlace de ileon: https://ileon.eldiario.es/cultura/128919/manuel-felix-lopez-algunas-buenas-cronicas-periodisticas-son-pura-literatura)

martes, 10 de mayo de 2022

De Colinas del Campo al Campo de Santiago

 De Campo a campo y tiro porque me toca. Eso se decía en el juego de la oca, ¿verdad?

Colinas del Campo de Martín Moro Toledano como punto de partida para visitar el campo o la campa de Santiago. Me gusta el término campa. 

Campa de Santiago

Colinas como uno de los nombres más largos de un pueblo, en este caso de una singular aldea en España. Y también como uno de los pueblos más bonitos, declarado Conjunto Histórico-Artístico.

Sobre Colinas he escrito en diversas ocasiones pues es un espacio afectivo, un lugar como de otro tiempo, que he visitado varias veces. Y hasta es el escenario de uno de mis cuentos, Duende leonés, incluido en mi libro Trasmundo. 

Me fascina Colinas. 

 https://cuenya.blogspot.com/2020/11/colinas-del-campo-en-el-mapa-de-los.html

Recientemente, acabo de estar en esta aldea del Bierzo Alto para treparme a la campa o campo de Santiago, que aquí comienza la película El filandón, de Chema Sarmiento. Una obra maestra del cine leonés que ha calado hondo en nuestro subconsciente... fílmico. 



Tampoco es la primera vez que excursiono a la campa de Santiago desde Colinas, sino la tercera o cuarta vez. Y digo cuarta porque en una de las subidas al Catoute, por el lado de Colinas, descendimos hasta la campa o campo (como le dicen los lugareños), no sin antes visitar las lagunas de la Rebeza. Por cierto, la Rebeza era una señora de mi pueblo. Curioso nombre. 

Aquella subida al Catoute -tendría entonces unos veinte años-, se me antojó brutal bajo un sol de justicia en pleno verano. En compañía de amigos y paisanos del útero de Gistredo. ¿Te acuerdas, amigo Javi, de aquella caminata infinita? El propio Javi me recuerda que él tenía en aquel entonces dieciocho años, con lo cual yo tenía veinte. 

Colinas

Transcurridos unos años, encaré, esta vez en compañía de familiares, en concreto de dos de mis hermanas y un cuñado, el pico Catoute por la senda que parte de Salentinos, otra bella aldea berciana. 

Una experiencia inolvidable coronar ese pico emblemático con vistas al universo, al menos con vistas al Bierzo, el Alto Sil, Omaña, Babia...  Con panorámicas también a otros picos como el Valdeiglesias, el Tambarón y el Nevadín. Un mirador de lujo el Catoute, con sus más de dos mil cien metros de altitud. 

Aparte de esa bajada desde el Catoute a la campa de Santiago, la primera vez que recuerdo caminar desde Colinas a ese espacio donde se hallan los manantiales del río Boeza fue hace unos veinticinco años con una tropa de aguerridos y jóvenes caminantes, que subieron como un tiro, entre ellos mi sobrino Andrés (Andy), que estaba como un toro. Y los demás idem de lienzo. 

Mi segunda subida a la campa fue hace unos diez años, quizá algo más -la memoria ya me baila, tal vez un meneíto- en compañía de una antigua amigovia. 

Colinas

Y esta, digamos tercera vez, en compañía de una amiga, Raque, recientemente. 

Esto de escribir ordena en cierto sentido la memoria, con lo cual convendría escribirlo todo, con el fin de dar fe de lo que a uno le va sucediendo, aunque la vida no sea exactamente lo que te ocurre sino cómo se recuerda.  La memoria es selectiva. 

Uno tiende en todo caso, de un modo inevitable, a reconstruir aquello que se nos queda oscurecido por el paso del tiempo. Ay, el paso del tiempo. Tema poderoso. Pues el tiempo lo es todo, es la vida, es nuestra sangre. El tiempo y la memoria. El tiempo y el olvido. La dialéctica de la memoria y el olvido. En eso nos movemos los humanos, demasiados animales. 

Dicho lo cual, me dispongo a relatar cómo fue esta tercera subida a la campa de Santiago desde Colinas del Campo de Martín Moro Toledano (Colinas), que así le decimos para abreviar ese nombre, que se nos hace más largo que un día sin pan, aunque a la vez esa largura le dé glamur y cierto exotismo, porque lo de Moro nos lleva hacia la morería y las mil y una noches al sereno de un firmamento refulgente de estrellas.

No recordaba que la senda estuviera tan pedregosa, con lo cual se me hizo complicada, más que la subida, la bajada, el regreso a Colinas, porque este pueblo -enclavado en la Sierra de Gistredo, y perteneciente al Ayuntamiento de Igüeña, próximo a Los Montes de la Ermita, donde el cineasta Chema Sarmiento rodara el mediometraje Los Montes, a medio camino entre el documental y la ficción, impregnado de realismo mágico-, está a mil metros sobre el nivel del mar, y la campa se halla a unos mil quinientos metros, con lo cual existe un considerable desnivel de quinientos metros. 

Para un montañero, la ruta resulta fácil, pero quien no está habituado a estos trotes, hacer casi ocho kilómetros de subida y estos mismos de baja, la cosa no pinta tan guay, sobre todo si a uno le pilla la lluvia, incluso el granizo y encima no va preparado para combatir ni uno ni otra. Sí, a la montaña hay que ir preparado, que nunca se sabe. Pero si amanece un día radiante de sol, no se cree uno que luego  vaya a torcerse de tal modo. Más vale prevenir que lamentar, se dice. En realidad, tampoco fue tan mal, al contrario, pero cuando uno se moja, te quedas destemplado y eso te resta fuerzas. Por fortuna, ya en la campa, los buenos de Tino y María José les ofrecieron hospitalarios unos impermeables a los viajeros, algo que agradecimos mucho. La verdad es que no dejó de orvallar/orballar durante todo el recorrido de descenso a Colinas. Y uno llegó fundido. He de reconocerlo. Pero mereció la pena el esfuerzo y volver a visitar este lugar mágico, donde nace el río Boeza (Boeza como territorio legendario al estilo de Macondo o Región, de Benet, pongamos por caso. Volverás a Boeza). 

río Boeza

De repente, mi mente ha sobrevolado toda esta distancia como un pájaro ansioso de libertad. Aunque sé que he de retomar el punto de partida, cruzar el arco de la ermita de Colinas, y dirigirme hacia la senda que me llevará a la campa. Que al inicio es suavecita, con muchos manantiales en los que poder saciar la sed o bien hidratarse. 

Después de caminar durante unos pocos metros, me encuentro con un hombre -tras él vienen unas mujeres, familiares suyas-, que se muestra amable con el excursionista y por supuesto con la excursionista. Charlamos un rato. El hombre tiene un aspecto saludable, incluso juvenil, cara de buena gente. Me sorprendo cuando dice su edad. "Tengo ochenta años". Madre mía. ¿Pero qué pacto ha hecho este señor con el elixir o santo Grial de la vida? 

El buen hombre nació en Colinas, creo recordar, pero se fue pronto de su aldea para emigrar a Uruguay (el país del gran Pepe Mujica). Y en este país hispano ha transcurrido su vida. Lástima que su mujer no goce de buena salud. Cuando habla de ella, se emociona profundamente. Se nota muy sensibilizado. Las mujeres saludan al pasar a nuestra altura, con su característico acento sudamericano.

Comienzo el camino con buen tino. Eso creo. Y el cielo está despejado. Luce el sol. La naturaleza acaricia con su verdor al viajero, que se siente con ganas de caminar. Continuamos (ya había dicho que el viajero va en compañía de una amiga) por la senda del oso (es un decir). Aunque de regreso nos topamos con unos jóvenes que están avistando, con su aparataje, osos. Luego diré algo más acerca de ellos. 

No llevamos mucho tiempo caminando cuando nos encontramos con una chica en dirección a Colinas. Va con sus dos perros. En realidad, la primera noticia que tenemos de ella es a través del ladrido de sus perros. Estamos de enhorabuena. Ahora va a resultar que tendremos que plantarles cara a estos canes, si no queremos que se nos echen encima y acaben dándonos mordiscos. Es más habitual de lo que podría creerse que uno se encuentre con un perrazo suelto, que está guardando el ganado, y tenga que armarse de valor, echarle arrestos y encarar con energía al chucho que, agresivo, intenta abalanzarse sobre el caminante. 

Por fortuna, la dueña calma a sus perros. Y los caminantes se sienten a salvo, aunque la viajera ha quedado impresionada. En estos casos, lo mejor es ir provisto con un palo o cachava, que así suele hacer el paisanaje entrenado en andar por el monte. 

Curiosamente, la chica conoce a la excursionista. Y entablan charleta. Hace tiempo que no se veían. Muchos años. Desde la época de la universidad en Oviedo. "Hola, Camino". 

¡Camino!, me quedo pensando. Pero si a esta chavala la conozco yo. Entonces, ella me mira y me llama por el apellido. Claro, es Camino, la que estuviera en la casa leonesa de Madrid. Al final, resulta que el mundo es un pañuelo, en este caso sin mocos. Perdón. Que lo escatológico no me interesa. 

Camino subió temprano a la campa y ya está bastante cerca de Colinas. Es lo que tiene madrugar. A quien madruga, ya se sabe... Por cierto, ella es oriunda de esta hermosa aldea. Pero nosotros aún tenemos un largo trayecto por delante. Y la mañana avanza imparable. La senda parece cada vez más pedregosa, supongo que a resultas de los deshielos, que van arrastrando la tierra. Y también de la dejadez de la misma. No da la impresión de que sea una ruta muy transitada en los últimos tiempos. Nos encontramos algunos saltos de agua en el río Boeza. Y algún puentecito de madera. De pronto, tengo la impresión de estar haciendo la ruta de las fuentes medicinales en Noceda del Bierzo. ¡Es tal su parecido! O esa es al menos mi impresión. 

La senda se empina. No da mucha tregua. Y la subida cuesta cada vez más. Es hora de echar un bocado y un trago para reponer fuerzas. El cielo se encapota y comienza a orvallar. De repente cae granizo. Aunque por fortuna es solo un momento. 

Con humedad en la ropa, el viajero decide quitarse una camiseta y camisa, que están empapadas. Y quedarse sólo y por fortuna con una sudadera, que hasta ese momento llevaba atada a la cintura. 

A ver cómo aguantamos el tirón hasta coronar la campa. La excursionista se muestra ágil y desenvuelta como una experta montañera. Si es que hay que hacer más ejercicio de forma regular, que uno se la pasa de sentadito la mayor parte de la semana. 

A partir de ahora, que llegará el buen clima, habrá que hacer más salidas al campo, al monte, para ponerse algo en forma. Qué los años no pasan en balde y los quilos son más cada año. Si uno ya tiene sus mapas afectivos en el útero de Gistredo para recorrerlos a gusto y gana. Sólo es cuestión de lanzarse al camino. Todo es cuestión de ganas. De inquietud. Al fin, después de mucho caminar, los viajeros llegan a su destino, que se abre como una alucinación brumosa. 

A lo lejos se divisa la ermita de Santiago, donde otrora se reunieran los filandoneros Merino, Mateo Díez y Pereira, además del santero, a contar sus cuentos al santo. A la cita no puede acudir el gran Julio Llamazares, al que vemos también al inicio (aunque no en la campa de Santiago) y al final de la película, en el último capítulo, recitando su poema Retrato de bañistaEntre las truchas muertas y la herrumbre, fresas...

Como ya había adelantado, el viajero llega algo empapado a la campa. Y la viajera también. Y allí se encuentran con Tino y María José, que han viajado desde Bembibre a Fasgar (ya en Omaña) y desde aquí a la campa por un camino sin asfalto, que en tiempos hiciera andando el viajero. Son cerca de cien kilómetros desde Bembibre a la campa de Santiago. Casi nada. Eso nos cuenta Tino. Con quien coincidiera dos días antes en la presentación de Primavera extremeña de Llamazares en Santa Marina de Torre. Qué coincidencias. Aunque al principio no lo reconozco. Y él tampoco me reconoce, tal vez porque la lluvia nubla nuestras vistas. El tiempo, no sólo el meteorológico, se nos echa encima. Y aún queda una larga caminata hasta Colinas.


Aunque ahora la mayor parte será en bajada, algo que no consuela al viajero, habida cuenta de que bajar por esa senda llena de piedras será toda una odisea y un rompesuelas y rompepiernas. Emprendemos el regreso con la idea de descender en menos tiempo que el empleado en la subida. Pero a medida que transcurre la caminata, parece que el destino es cuasi inalcanzable. Pesa el cansancio y la lluvia continua cayendo. Está todo tan mojado que tampoco hay muchos recunchos en los que sentarse a tomar un respiro. Habrá que seguir caminando. De repente, como una aparición reveladora, se muestra un bichín en la senda, se trata de un tritón o una salamandra, con su vivaz colorido, indicativo de que estamos en un entorno de gran pureza. 

A lo largo de la trocha se encuentran piedras de cuarzo, o algo similar, lo que llama la atención a los viajeros. La vegetación, aun siendo primavera, no ha explosionado en todo su esplendor. 

Con tino y María Jose en la campa

El camino parece no tener fin. Aunque después de más de tres horas caminando quizá nos espere Colinas con los brazos abiertos y las puertas de sus casas de par en par. A nuestra izquierda, vemos a una chica y dos chicos con un potente teleobjetivo o telescopio. 

-Qué tal, avistando quizá osos? -les pregunto. 

-Eso mismo -contesta la chica con acento sureño. 

-No sois de por aquí, verdad? -Venimos de Granada -responden casi al unísono la chavala y el chaval que está a su lado. 

Qué mérito tiene que gente granadina venga al Bierzo a recrearse con los osos. Me ilusiona pensar que Granada y el Bierzo estén hermanados. Esa Granada que, como alguna vez llegué a escribir, es norte y sur de España. Dicho sea de corrido, se me antoja una de las ciudades que más me gustan de nuestro país. No sólo la ciudad de la Alhambra y el Albaicín sino la provincia entera, con sus Alpujarras. Con la ilusión de intercambiar unas palabras con los granadinos devotos de los osos, Colinas está ya a tiro de piedra. 

De campo a campo y tiro porque me toca. 

Ya toca llegar a esta aldea, que bien podría ser nuestro Macondo. 

Martín Moro Toledano nos da un abrazo mistérico como una diosa nutricia. 

Hasta la próxima.